Usted está aquí: viernes 27 de enero de 2006 Opinión Las lecciones de Bolivia

Francisco López Bárcenas

Las lecciones de Bolivia

El triunfo del partido del Movimiento al Socialismo (MAS) en las elecciones de diciembre de 2005 en Bolivia y la toma de posesión del indígena aymara Evo Morales como presidente de la república el pasado 22 de enero constituyen un hecho histórico sin precedente en América Latina, ya que ningún indígena había ocupado dicho cargo en todo el tiempo que Bolivia tiene de vida independiente, a pesar de que en ese país los indígenas son mayoría. Y no se trata de cualquier indígena, sino de uno que ha dedicado los mejores años de su vida a defender los derechos de sus pueblos, que tiene experiencia en las luchas sociales y en las lides parlamentarias. Antes de ir a la elecciones, el MAS acumuló fuerzas, supo tender las redes necesarias y hacer los amarres indispensables para convencer no sólo a los pueblos indígenas, sino al resto de la población de que su propuesta de gobierno es viable.

Su triunfo se dio en un contexto permeado por la evidencia de que las políticas neoliberales no han conseguido aminorar la pobreza de la inmensa mayoría de la gente ni resolver sus necesidades básicas, sino, por el contrario, las han aumentado. Por eso el triunfo de Evo se suma a la nueva oleada de gobiernos que sin ser de derecha, en esta época neoliberal, han llegado a las presidencias de sus países, como Hugo Chávez en Venezuela, Luis Inacio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kichner en Argentina y Michelle Bachelet en Chile.

Salvando las diferencias, todos representan una posibilidad de implementar políticas sociales que reviertan las grandes carencias de sus pueblos, mismas que les impiden acceder a los mínimos de bienestar. Sin embargo, ninguno de los mencionados tuvo en el centro de su discurso la reivindicación de los derechos de los pueblos indios ni la implementación de políticas acordes a sus especificidades culturales para, a partir de ahí, refundar la nación, como hizo Evo Morales, lo cual marca una diferencia sustancial entre éste y aquéllos.

A partir de esa especificidad, entre algunos sectores indígenas de México, o cercanos a ellos, se piensa que Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD, tiene ya ganadas las elecciones en que se elegirá al próximo Presidente de la República por lo que llegó el momento de subirse al carro de las elecciones y comenzar a ocupar los puestos gubernamentales como estrategia para hacer efectivos los derechos de los pueblos indígenas; inclusive se afirma que no apoyar a ese candidato significa desperdiciar la posibilidad de que los pueblos indígenas finalmente se hagan del poder para desde ahí luchar por sus derechos. Sin embargo, habemos otros que disentimos de esas posturas por varias razones, entre ellas que las condiciones en que el MAS se hizo del poder no son las de México, las rutas que han seguido los movimientos indígenas son distintas, la clase política mexicana sigue viendo los derechos indígenas como algo marginal y no existe la fuerza política que obligue al futuro gobernante, cualquiera que sea, a diseñar políticas acordes con las demandas de los pueblos indígenas.

En otras palabras, la situación de colonialismo interno en que viven los pueblos indígenas se mantendrá, cualquiera que sea el candidato que resulte triunfante el próximo 2 de julio. Ya lo vimos con el actual Presidente, quien prometió resolver la rebelión indígena de Chiapas en 15 minutos y al final de su sexenio es uno de sus mayores fracasos; igual sucedió con la promesa de cumplir los acuerdos de San Andrés, transformando la estructura del Estado para dar cabida en él a los pueblos indígenas. A lo más que se llegó fue a darles chamba a algunos líderes indígenas y a transformar la institución indigenista por otra que ahora sólo puede opinar de las políticas institucionales, pero que ignora a los pueblos indígenas en su diseño e implementación.

Para terminar esta situación se necesita, en primer lugar, que los pueblos indígenas se conviertan en sujetos políticos capaces de construir el poder suficiente para reclamar sus derechos y que su demanda sea atendida; que elaboren su propio programa de lucha, que luchen por él y tiendan los puentes necesarios y establezcan las alianzas que se requieren para hacerlo posible. Ese es el camino que muchos pueblos indígenas y sus organizaciones caminan. Cuando lo logren, ya verán qué sigue. Esa es la mejor enseñanza que podemos sacar de la asunción de un indígena a la presidencia de la República de Bolivia.

 
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