Usted está aquí: viernes 13 de enero de 2006 Opinión Chaqueta metálica

Leonardo García Tsao

Chaqueta metálica

Algunos años serán necesarios para hacer una película de ficción sobre el actual conflicto en Irak, los que otorgue la perspectiva histórica. Por lo pronto, se puede utilizar la anterior guerra en esa región como paráfrasis, al fin y al cabo el presidente Bush heredó la estrategia invasora de su padre para asegurar petróleo y hacer negocios. Por eso, Soldado anónimo es una descripción irónica de lo que fue esa Guerra del Golfo, como una especie de ensayo del desastre que ocurriría más de una década después.

Por desgracia, la obra cinematográfica del director Sam Mendes se ha caracterizado hasta ahora por trazar ambiciones que no se cumplen en pantalla. Asunto que se vuelve más evidente cuando se refiere de modo tan explícito a anteriores -y muy superiores- ejemplos del género. El antecedente de películas notables sobre Vietnam -Apocalipsis, de Coppola y Cara de guerra, de Kubrick, sobre todo- permiten a Mendes hacer abreviaturas. De hecho, Soldado anónimo está basado, como lo estuvo Cara de guerra, en la crónica personal de un veterano de guerra e inicia de la misma manera, con la secuencia del brutal entrenamiento a cargo de un sargento grosero y abusivo. Sin embargo, Mendes no necesita ocupar mucho tiempo en ello: la sola alusión a la memorable primera parte de la cinta de Kubrick es suficiente.

Así, el resto de Soldado anónimo se construye con elementos consabidos de la película contemporánea de guerra: el ansia por derramar sangre enemiga como resultado del entrenamiento, la ostentación machista de los soldados como compensación a sus impulsos homoeróticos, las citas de canciones y otros artefactos de la cultura popular, la cobertura de los medios, el extrañamiento del hogar y las esposas que no necesariamente se mantienen fieles... todo dispuesto como el fundamento de un lento pero seguro descenso a la sicosis bélica. La gran diferencia es que se trata de una película de guerra sin guerra. No habrá aquí un combate que sirva de catarsis a los personajes (y al espectador). Según se sabe, "la madre de todas las batallas" resultó ser una madre a secas, una anticlimática guerra a control remoto, con misiles y aviones de combate, que no le permitió ningún margen de heroísmo a la infantería.

Mendes y el guionista William Broyles Jr. han enfatizado la tensión sexual del soldado Swoff (Jake Gyllenhaal) y sus compañeros de pelotón, porque todo el relato conduce a una especie de coitus interruptus en que, hasta el último minuto, será frustrada la urgencia por apretar el gatillo. La proyección de la secuencia de la carga de los helicópteros en Apocalipsis es significativa: justo cuando los ánimos se han caldeado con esa promesa de violencia espectacular, el proyector se apaga y las luces se encienden. Uniformados y alborotados, los soldados sufrirán meses de tedio en el desierto sin poder desahogar esa calentura mal encausada, fuera del recurso de la masturbación. Al final, no les quedará de otra que celebrar el fin de la guerra descargando sus armas al aire, en otra patética demostración de una vicaria satisfacción onanista.

El gran problema es que la ironía de Mendes, como se demostró plenamente en Belleza americana (1999), es de Marca Libre. No hay sutileza en un cineasta capaz de acompañar el alistamiento de los reclutas con la odiosa canción Don't worry, be happy y esa falta de matices vuelve muy monótono el desarrollo dramático de una premisa de por sí esquemática. Tampoco hay coherencia en la delineación de los personajes. Si se plantea que Swoff -aspirante a la universidad, lector de Camus- es más sofisticado que sus poco privilegiados compañeros de trinchera, su desempeño será igual de vulgar e insensible, sin los elementos de asumida contradicción del soldado Joker de Kubrick. Por otro lado, la caracterización de los secundarios -el sargento duro pero compasivo, el torpe nerd de lentes, el rústico naco sureño- se refugia en el cliché.

Una sola secuencia, la pesadillesca marcha a través de los pozos de petróleo incendiados, sugiere ese grado de delirio que se requiere para hacer palpables los horrores de la guerra moderna y dejar al espectador con la sensación de haberlos vivido. Coppola, Kubrick -y Oliver Stone, hasta cierto punto- lo consiguieron con Vietnam. Ya se trate de la versión exprés de 1991 o de la actual guerra de guerrillas, ¿quién hará la película definitiva sobre Irak?

Soldado anónimo

(Jarhead)

D: Sam Mendes/ G: William Broyles Jr., basado en el libro de Anthony Swofford/ F. en C: Roger Deakins/ M: Thomas Newman/ Ed: Walter Murch/ I: Jake Gyllenhaal, Peter Sarsgaard, Jamie Foxx, Lucas Black, Jacob Vargas/ P: MP Kappa Productions, Lucy Fisher - Doug Wick en asociación con Neal Street Productions. EU, 2005.

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