La Jornada Semanal,   domingo 8 de enero  de 2006        núm. 566


HUGO GUTIÉRREZ VEGA

ALEGRÍA Y ARGUEDAS

Mi patria es linda y de algunos
Ricardo Molinari

Una de las utilidades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara consiste en permitirnos recordar y leer de nuevo a grandes escritores relegados u olvidados por el tráfago comercial de las descomunales casas editoras.

Invitado por los profesores de las escuelas preparatorias de la Universidad de Guadalajara, di una serie de charlas sobre literatura peruana (nuestro querido Perú fue el país invitado a la feria de 2005), unas semanas antes de que se iniciaran los trabajos mercantiles de una feria que ocupa ya un lugar preponderante en el comercio del libro. Su programa cultural es más bien improvisado y los controles de la presentación y difusión de los libros están en manos de los grandes monopolios peninsulares. Tal vez valga la pena repensar los aspectos de estricta difusión cultural de una Feria que, por otra parte, se ha convertido en un eficacísimo mecanismo de comunicación y de intercambio entre los editores, los agentes y todos los que participan en la mercadotecnia de ese hermoso objeto que es el libro.

La preparación de las conferencias me permitió acercarme de nuevo a la obra de Ciro Alegría y a la prosa genial de José María Arguedas. A los dos se les clasifica apresuradamente en el territorio de la "novela indigenista". Este encasillamiento nos impide ver los matices de la obra de los dos escritores y no nos permite ver todos los cambios en la estructura de la novela hechos por Arguedas. En fin... aceptemos que ambos tuvieron una gran preocupación por el estado en que se encontraban los pueblos indígenas, sus lenguas nativas y su manera de acercarse al español, la lengua de la dominación.

Los dos se hermanan con los grandes de la llamada novela social de los veinte y los treinta: Dreiser, Sinclair Lewis, Dos Passos, Upton Sinclair, Steinbeck, Icaza en Ecuador, Manuel Rojas en Chile y Traven (nuestro Conrad en la sombra), Magdaleno, Mancisidor y, sobre todo, José Revueltas en México.

Vinieron a mi memoria el heroico alcalde de Rumi, Rosendo Maquí, luchador indígena y personaje central de El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, el patrón de la hacienda, Álvaro Amenávar, el fiero Vázquez y Benito Castro. La presencia del ejército y la violencia institucional ejercida en contra de los luchadores sociales, son la substancia de una novela que mantiene su actualidad (vea el lector los acontecimientos bolivianos), a pesar de que algunos críticos la consideren envejecida y periclitada. Conocí a Ciro Alegría en Roma y en la hospitalaria casa de Rafael Alberti. Pasamos una tarde hablando de Mariategui y de su pensamiento límpido, generoso y justiciero. Ciro conocía bien las ideas marxistas y, evitando los excesos del arte programado, las aplicaba en sus novelas como La serpiente de oro, Los perros hambrientos y, muy especialmente, en El mundo es ancho y ajeno. Vale la pena leer de nuevo estas novelas y recordar a sus personajes que corresponden a personas del mundo contemporáneo cada vez más estrecho y más ajeno.

José María Arguedas es una de las voces más originales de la novela latinoamericana. Pasó su infancia en una comunidad indígena y el quechua (o, para ser más preciso, el rumasini) fue su primera lengua. La segunda fue el español y en las dos escribió muchas de sus obras. Fue estudiante y profesor de la Universidad de San Marcos y director de la Casa de la Cultura de Lima. Tuvo muchos seguidores y un buen número de tercos detractores (todavía andan dando la tabarra fundamentalista o puritana algunos de esos desatinados).

Tengo muy presentes los relatos de Diamantes y pedernales, me admiran la sobriedad y la fuerza lírica de Los ríos profundos y la actualidad, estitística y temática, de Todas las sangres, esa saga en la que la realidad humana del Perú profundo es el personaje principal.

Mucho se ha dicho sobre las novelas de Arguedas: "costumbrismo trascendente", "indigenismo interior". Sus detractores, ignorando al personaje de Ernesto en Los ríos profundos, lo acusan de falto de compromiso. Todo lo contrario, su defensa de los valores humanos es mucho más verdadera y eficaz que la intentada por el realismo convencional. Completan su saga personal y colectiva (colectiva a fuer de sinceramente personal) El sexto (en donde aparecen los trasuntos de valores morales en la vida carcelaria) y El zorro de arriba y el zorro de abajo, obra interrumpida por su suicidio. Releyendo la gran novela Todas las sangres sentí un aliento dostoievskiano girando en las sierras peruanas. Por eso vale la pena leer de nuevo a ese poderoso escritor que se llamó José María Arguedas.