La Jornada Semanal,   domingo 8 de enero  de 2006        núm. 566

Y AHORA PASO A RETIRARME

Ana García Bergua

APLICAN RESTRICCIONES

El otro día estaba yo embelesada, transida de emoción estética, viendo una serie de bonitos comerciales por la televisión, los cuales eran interrumpidos de tanto en tanto por el noticiero. En uno de ellos, el gobierno de un estado de la República anunciaba sus bellezas y atractivos: sus playas, sus estatuas, el perfil aquilino de sus gobernantes y gobernados, qué sé yo, puro encanto. Todo lo cual no tiene nada de raro. Lo que se me hizo de lo más extraño fue que al final llenara la pantalla un letrero: "aplican restricciones". ¿Acaso dicho estado se puede visitar, pero sólo de uno en uno, en fila india o vestido de bolitas? Puede ser que no haya entendido yo el comercial, cosa que a últimas fechas me ocurre con cierta frecuencia (tanta metafísica, debo aceptarlo, me apabulla). Pero lo de las restricciones, la verdad, es un asunto que da qué pensar. En primer lugar, la expresión, ¿pues qué nadie se da cuenta de que está mal escrita? A mí me recuerda mucho a un letrero que pegaban antes muy seguido en los mostradores de las farmacias: "se aplican inyecciones". Ese letrero sí que estaba bien; es más lógico que se apliquen inyecciones a que las restricciones apliquen, así nada más, ¿pues qué cosa pueden llegar a aplicar las restricciones, que de por sí se encuentran bastante limitadas? Aplicar, según mi diccionario, quiere decir "poner una cosa sobre otra", o bien adaptar, atribuir, referir o emplear. Además, como es un verbo transitivo, debe llevar la partícula "se", todo lo cual ignoran quienes lo aplican sin ton ni son, encima de cualquier cosa como una pinturita obligada y rejega. Pero bueno, si no hay academia que proteste ni autoridad que corrija, qué le vamos a hacer. La frase de por sí es engañosa: además de que está mal dicha, suele insinuar que nos están ocultando una parte de la información. Por ejemplo, cuando casi nos van a regalar algo, de tan a buen precio que lo han puesto, escriben al final: "aplican restricciones" con letra de hormiga, y entonces ya sabemos que el coche es un triciclo disfrazado, o que el viaje, si es un viaje, se hará a lomo de mula; que el bistec, si es un bistec, será de suela de zapato y no de nuestra talla; que si uno es negro o pobre o feo o maloliente, a lo mejor no puede recibir la dádiva; que el hotel tendrá, si acaso, pulgas bien vestidas, en fin, ya sabemos cómo es la publicidad. Es como si nos dijeran: no se lo vayan ustedes a creer, algo así como no se confíen, esto no es lo que parece, o de modo más áspero y rudo: la vida es dura, tú qué te pensabas.

Vistas así las cosas, hay muchas ocasiones en la vida en las que se debería escribir aquello de "aplican restricciones": sin ir más lejos, en el cunero de los hospitales, para que las criaturas recién nacidas no anden soñando con cunitas de plata o con vidas ejemplares, la suya o las ajenas. O al morir, pues el Cielo o el purgatorio tienen también sus asegunes, ya ven que no a todo mundo lo admiten. En el infierno, debajo de la advertencia dantesca de "abandonad aquí toda esperanza", se puede aclarar: aplican restricciones (los masoquistas). Algunos individuos de los dos o cuatro sexos, de los que no siempre cumplen sus promesas o las expectativas que despiertan, harían bien en colgarse la aclaración, por ley. Y ahora que entramos de lleno al año electoral, habrá que tener la frasecilla muy presente al escuchar promesas de campaña: arreglaré la economía (aplican restricciones), gobernaré para que toda la gente quede contentísima (aplican restricciones), no robaré (aplican restricciones), haré que este sea un país de lectores (aplican restricciones: los ciegos, por ejemplo, no entran al programa).

Esos letreros como moscas nos hacen desconfiar, tomar la vida con una pizca de sal, no como les ocurre a los pobres fumadores, que aunque la cajetilla diga Fumar Mata en letras gigantescas, olvidan saber leer (los entiendo: yo fumé durante muchos años y las letras se me desdibujaban mientras me quedaba transida, envenenándome y admirando la figura del camellito; si ya sólo falta que una nueva marca de cigarros se llame Fumar Mata: tendrá un éxito bárbaro). Es curioso que esos son letreros hechos para no leerse: aplican restricciones, fumar mata, coma frutas y verduras, aclaraciones obligadas, la confesión del malhechor en letras minúsculas. Culpas o puritanismos, según de dónde se vean. Ahora, si tan sólo los escribieran bien, se verían menos.