El Kremlin engendró un monstruo, Ramzán Kadyrov
Agrava el proceso de normalización política el conflicto en Chechenia
Grozny, Chechenia, 2 de diciembre. Nadie sabe aquí qué va a pasar en Chechenia en el corto y mediano plazos, pero una cosa sí es clara: el proceso de "normalización política" impulsado por el Kremlin, lejos de poner fin a la guerra latente que desangra ya durante 11 años esta república norcaucásica sólo abona el terreno para agravar aún más el conflicto.
En lugar de negociar un acuerdo con todas las partes implicadas de esta sociedad estructurada en clanes, el Kremlin extendió una patente de corso al clan que gobierna, el de Ramzán Kadyrov, quien ocupó el lugar de su padre, Ahmad Kadyrov, antigua figura del separatismo checheno que pactó con Rusia y, en mayo del año pasado, fue asesinado por sus ex compañeros de lucha.
En cualquier momento, la situación se puede desbordar y provocar otra carnicería entre la población civil que sume decenas de miles de víctimas mortales a los 200 mil chechenos que perdieron la vida desde 1994, según cifras proporcionadas por Taus Dzhabrailov, presidente del llamado Consejo de Estado que cederá su lugar al Parlamento elegido el domingo anterior.
Es prematuro afirmar que Chechenia se encuentra en la antesala de una tercera guerra ruso-chechena, aunque cada vez hay más similitudes con la situación de 1997, que propició dos años más tarde la segunda conflagración que aún dura ya como guerra de guerrillas desde que los separatistas adoptaron esa táctica tras la caída de Grozny, en la primavera de 2000.
Entonces la república tenía un débil presidente nominal, Aslan Masjadov, y un hombre fuerte que ostentaba el poder real, Shamil Basayev, cuyas milicias wahabitas imponían orden con los mismos métodos de brutalidad y represión que hoy emplea la guardia de Kadyrov, quien toma las decisiones a la sombra de Alu Aljanov, otro presidente nominal.
Con el visto bueno de Moscú, que cerró las puertas a todos los políticos chechenos que no estaban bajo su control, Aljanov sustituyó a Ahmad Kadyrov sólo porque al morir éste su hijo Ramzán no tenía el mínimo de edad constitucional para ser postulado candidato a la presidencia.
El año próximo Ramzán Kadyrov, cuya guardia cuenta con entre 10 mil y 15 mil hombres armados, cumplirá 30 años y, aquí se da por hecho, será designado presidente de Chechenia por su gran protector, el mandatario ruso Vladimir Putin, quien suprimió, con el pretexto de la tragedia de Beslán, la elección de gobernantes regionales, supuestamente para "fortalecer con ello el combate del terrorismo".
Se espera que el nuevo Parlamento, integrado por legisladores supeditados a Kadyrov, solicite a Putin en 2006 dar por concluida la presidencia de Aljanov, cuyo mandato debería terminar dos años más tarde.
La decisión que tome el Kremlin es muy delicada y puede precipitar la ruptura en la cúpula del gobierno pro ruso. Aljanov, para sentirse más seguro, puso a su hermano Ruslan de ministro del Interior y dispone de la lealtad de parte importante de los efectivos de la policía chechena.
Y sólo faltaría que la policía de Aljanov y la guardia de Kadyrov acaben matándose entre sí, ya sea porque el Kremlin resuelva dejar al primero o, por el contrario, opte por poner al segundo.
Rodeado por periodistas extranjeros, en improvisada entrevista al término de un acto reciente, un nervioso Aljanov endureció el semblante al ser preguntado a bocajarro acerca de la posibilidad de que Kadyrov lo sustituya el año siguiente.
Respondió con dureza: "Por ahora, yo soy el líder y Kadyrov sólo un miembro de mi equipo, un colaborador muy cercano y valioso, pero yo soy quien manda".
El Kremlin, al permitir que Kadyrov refuerce cada vez más su guardia personal, en realidad está engendrando un monstruo de varias cabezas que, tarde o temprano, comenzarán a devorarse entre sí.
Porque la llamada política de "conciliación nacional" es una torpe y peligrosa extorsión para que cambien de bando jefes militares separatistas con sus hombres.
Mientras, el sector más radical de la guerrilla separatista continúa sus ataques y emboscadas. Según se informó, esta madrugada un comando de 15 hombres armados irrumpió en la casa de Ibrahim Umpashev, jefe de la administración de Avtury, 30 kilómetros al sureste de esta capital, y lo acribillaron a balazos, junto con su hijo Isa.
El gobierno de Rusia seguirá con su ficción política en Chechenia, más aún que la Unión Europea comienza a hacerle el juego, como en la declaración que emitió la presidencia británica en el sentido de que los comicios del domingo pasado "constituyen un avance significativo hacia la representación amplia de distintas opiniones en la sociedad chechena".
La fragilidad de esa "solución" descansa en la vida de una sola persona, Ramzán Kadyrov. La guerrilla ya mató a su padre y, si el nuevo hombre fuerte checheno corriera la misma suerte, se vendría a bajo todo el tinglado de la "normalización política".