Usted está aquí: viernes 2 de diciembre de 2005 Cultura Interpelar a la autoridad es una de las libertades más valiosas, dice Magris

No tengo una fe ciega en la tecnología, expresa en entrevista con La Jornada

Interpelar a la autoridad es una de las libertades más valiosas, dice Magris

Los problemas exigen de los estados una realpolitik desprejuiciada y lúcida, recomienda el novelista

''Eternizar el presente es una fea manera de secularizar lo eterno''

JAIME AVILES Y ERICKA MONTAÑO GARFIAS ENVIADOS

Ampliar la imagen Claudio Magris durante la charla con La Jornada. Hoy imparte una conferencia magistral, a las 19 horas, en Bellas Artes FOTO Arturo Campos Cedillo Foto: Arturo Campos Cedillo

Guadalajara, Jal., 1º de diciembre. Nuestra generación tiene una doble certeza: sabe que vive mejor que la de sus padres y la de sus abuelos y, al mismo tiempo, mejor que las generaciones que vendrán, dice el novelista triestino Claudio Magris, bajo la rama de una palmerita tropical plantada entre las colillas y la tierra de una maceta en cualquier rincón de esta Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

Es la noche del domingo. Hace unos minutos, en compañía del poeta Marco Antonio Campos, Magris ha leído el primer párrafo de su novela más reciente, A ciegas (en italiano, Alla cecca), ''título que en español -le dicen los enviados de La Jornada- parece una dedicatoria a una mujer de la República Checa: a la checa, pero acepta la entrevista a condición de que sea breve, dos o tres preguntas cuando más, porque está muy cansado.

Acaba de llegar a Guadalajara desde Santiago de Chile viajando por una de las rutas más largas del globo: de Sudamérica a Europa a través de Africa, y de Italia a México sobre el Atlántico norte, Canadá y Estados Unidos. A los 65 años de edad el autor de El Danubio, la maravillosa novela-río sobre los conflictos históricos de los Balcanes, Magris no tiene canas en el cepillo de su breve copete, cortado a navaja sobre un rostro de pómulos agudos que suaviza la luz de una mirada transparente.

-Usted dijo que a la par de los autoritarismos del siglo XX, Occidente conquistó libertades muy importantes. ¿Qué significan esas libertades ante el horror del mundo de hoy, el mundo de Bush, de Blair y de Berlusconi, cuyo rasgo distintivo más notable es la ignorancia universal?

-Esa pregunta merecería una respuesta del tamaño de un libro. Simplemente diré que una de las libertades más valiosas que adquirimos en el siglo XX fue la de interpelar a las autoridades. Si el tranvía no funciona, podemos quejarnos ante el alcalde; eso en el XIX no era tan sencillo. Hoy tenemos, además, las libertades que nos brindan las nuevas tecnologías, como la lavadora de ropa. Hablo de Occidente, claro está. Pero simultáneamente el mundo enfrenta problemas que exigen de los estados una realpolitik desprejuiciada y lúcida. Brecht planteaba la cosa de otra manera: ''En el pasado, el futuro era mejor".

Democracia vs cambios tecnológicos

-¿Qué nos condujo, a pesar de esas grandes libertades, a la pesadilla que vivimos hoy?

-Ciertamente no tengo una fe ciega en la tecnología que permite el progreso porque hay cosas que incluso lo han detenido. Pero sí creo que estamos en la posibilidad de la transformación del homo sapiens, así como también es posible sufrir un terrible retroceso. En 1933 nunca imaginamos que habría 12 años de nazismo y sin embargo los tuvimos. La situación histórica en este momento y el hecho de que el sistema político se encuentre en un punto crítico de la democracia no nos debe hacer olvidar los progresos alcanzados.

''A mi modo de ver, no tengo ninguna ideología nostálgica reaccionaria. Los problemas de hoy tenemos que afrontarlos sobre la base de las conquistas logradas. Yo fui durante dos años senador de la República italiana; lo hice con un enorme sacrificio, contra todo principio de placer y con la sensación de cumplir con un deber, sólo porque en ese momento estaba Berlusconi y había que combatirlo, pero nunca porque me gustara hacerlo. Bromeando, decía que mi situación era como la de un homosexual que tiene mujer e hijos para colaborar con la preservación de la especie..."

Se ríe durante un segundo, como un profesor a la mitad de una cátedra, para darse un instante de reposo y continúa.

-Un problema terrible que vi en el Senado fue la inadecuación del sistema democrático a la velocidad de las transformaciones tecnológicas. Para corregir los abusos de los monopolios, envié una ley al parlamento, porque creo en la democracia, y pasó de una comisión a otra y a otra y a otra, y seis meses después, cuando llegó a la plenaria, ya estaba completamente rebasada por la realidad. ¿Cómo cuadrar el círculo? ¿Cómo adecuarse al tiempo de las transformaciones sin abdicar a los principios democráticos?

''Ciertamente tenemos una crisis, está acercándose una situación del todo impensable, estoy hablando claro está del Occidente, de nuestro mundo. Ya no existe la clase obrera, ya no existe la burguesía, existe esta extraña clase general que es como un chicle, que nosotros no hemos realmente entendido.

''Les cuento una historia: cuando era muchacho, tenía 14 o 15 años, trabajaba en nuestro departamento una doméstica que era mitad eslovena, mitad italiana, que había sido condenada por los tribunales especiales del fascismo a 20 años por actividad antifascista. Había logrado escapar y regresado de Francia, en el 45, sintiéndose mucho más italiana porque identificaba a Italia con el antifascismo.

''Hablaba un lenguaje joyceano, una mezcla de italiano, esloveno, francés, y otras lenguas y como tenía una gran cultura política, siempre discutía con mi papá a la hora de la comida. Yo estaba ahí, era adolescente, y me gustaba provocarla; también estaba mi mamá que era maestra de escuela y que se llevaba sus tareas a la casa; entonces a la mesa almorzábamos los cuatro. Mi papá era un hombre de izquierda, un hombre republicano y a mí, a mi edad, me daba todo un poco igual. En el piso de arriba vivía una clásica familia Rossi -bromea, repitiendo un chiste que le encanta: cada vez que habla de una persona cualquiera la llama 'el señor (o la señora) Rossi', según sea el caso-, y ésta era una de esas familias que son todas perfectas, que todo lo tienen planchado y limpio pero no les importaba Auschwitz ni nada, y una vez, discutiendo mi papá y la doméstica, mi papá le preguntó, 'óigame y usted por quién cree que vote esa familia de aquí arriba...'

''Ella contestó: 'no tiene ninguna importancia por quién vote esa familia'. En ese momento, esa respuesta me gustaba muchísimo aunque estuviera trágicamente equivocada. En aquella región, controlada siempre por la democracia cristiana, por el Partido Comunista, por los liberales, la democracia de pronto se convirtió en un argumento cinematográfico y el genio de Berlusconi fue haber entendido que todos los ciudadanos estaban apegados a un sistema de reglas y normas falsas, en el que la hipocresía es el homenaje de la mentira a la virtud. Y lo destruyó. Desde este punto de vista yo creo que la situación es tremenda.

''La otra cosa tremenda es que, por primera vez en la historia, la historia nuestra, la de Occidente, hay dos generaciones, la mía y de la de mis hijos -mis hijos andan por los 40 años-, que tienen la sensación de vivir mucho mejor que la generación de mi padre y de mi abuelo, pero que a la vez tienen la sensación de que viven mejor que las generaciones que vendrán después.

''Si miro al pasado y veo a mi familia, encuentro casos excepcionales de parientes que se arruinaron por alguna razón; en cambio hoy, por primera vez en la historia, el progreso económico puede traer consigo desocupación en vez de más trabajo. Sin lugar a dudas, la victoria de capitalismo financiero, el capitalismo anglosajón sobre el alemán, ha cambiado nuestro modelo de vida."

La otra cara de la luna

Magris ha pedido una segunda taza de té de manzanilla y la alza del platito, la acerca a su rostro y la coloca en su posición original con la misma rapidez con que habla y piensa.

-¿Cuando usted ve el mundo no occidental, qué ve? Digamos el mundo no occidental de los pueblos indios de América Latina.

-Francamente no sé que decirles -responde con sinceridad y entonces, apelando a la magia de los grandes narradores que llevan a sus lectores de una situación a otra sin que nadie se dé cuenta, vuelve a los temas que le obsesionan. No debemos creer que la actual organización del mercado, del mundo, del presente, es inmutable. En el 29 (a pesar del crack económico) era ridículo creer que el capitalismo se estaba muriendo; no hablemos del 70 cuando tantísima gente creía lo mismo porque en aquel momento había una crisis mundial muy grave. Ahora, en cambio, parece que todo está quieto, que todo es eterno, que todo será siempre como es hoy.

-El fin de la historia...

-Absurdo, ¿no? Yo lo recuerdo siempre, en el 78 o 79, no, no, no, en noviembre del 89 yo estaba en un encuentro con escritores de países del este, en Berlín, y llegó un director de cine, en Berlín oriental, que hablaba muy agitado y dijo una frase que nunca olvidaré: ''El muro durará muchos años más". Al día siguiente el Muro ya no existía. Yo también creía que iba a durar muchos años más porque aquel presente parecía eterno. Eternizar el presente es una fea manera de secularizar lo eterno: pero, al contrario, lo eterno siempre es presente.

 
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