Usted está aquí: jueves 1 de diciembre de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Vodka: apuntes playeros

Ampliar la imagen Una empleada da los toques finales a un m�o de la exhibici�ara venta Hecho en la URSS FOTO Ap Foto: Ap

UNO. VACACIONES POR fin. La playa está tendida frente a nosotros como una estrecha y larguísima sábana casi blanca. Ven, ¿no estás aburrida de que una noche dure tantos días, de que avance con su lentitud de saurio enfermo, de que siga amaneciendo en jueves después de 70 o no sé cuántas horas? Ven, bebamos algo, vamos a echarnos, pidámosle al Sol que ahora sí se mueva (se le agradecerían 60 segundos por minuto), que llegue la tarde y nos olvide, recostados en la oscuridad.

DOS. VODKA VIENE de voda, "agua" en ruso; se elabora a partir de trigo, arroz o papas. Según a quien convenga, empezaron a producirlo (o producirla, la palabra es ambigua) en la Rusia de fines del siglo IX o en la Polonia de principios del VIII; también se llamaba aquavit y gorzalka, medicina. A Estados Unidos llegó en los 30, pero nadie lo peló hasta los 50, cuando se mezcló la primera e hiperexitosa mula de Moscú: 2 onzas de vodka, 1 de jugo de limón, 4 de ginger ale en vaso jaibolero. Y aunque después, al mediar los sesenta, los cocteles de vodka se reprodujeron como insectos: el ruso blanco (Kalhúa, crema ligera y vodka), el ninotchka (vodka, jugo de limón, crema de cacao), el vodka martini, que suele producir escozor en los puristas, o el famosísimo desarmador (vodka, jugo de naranja, mucho hielo), se puede, por supuesto (los puristas, como siempre, dicen: se debe), beber solo: hay que buscar en él transparencia total, aromas que recuerden su materia prima y tersura en la garganta -no debe ser agarroso ni quemar la lengua.

TRES. BARNABY CONRAD III, autor de The martini, an illustrated history of an American classic y "uno de los hombres más elegantes de Pacific Heights" (jeje), llamó stealth martini al cosmopolitan (cosmo de cariño): un martini sigiloso, seguramente porque lo pruebas y parece que no pasa nada, sino una dulce sucesión aromática y sápida que recorre la garganta con delicadeza, casi casi con amor... Pero en realidad el cosmo somete las neuronas a un reacomodo, a un estallido silencioso.

NO SABEMOS QUIEN fue el primer bartender que mezcló un cosmo, pero no falta el que afirma que la bebida nació en algún bar gay de Provincetown, Massachusetts, ni el que lo adjudica a los fern bars de San Francisco, aquellos locales para solteros que al principio de los años 70 dividían sus cartas alcohólicas en girl drinks y boy drinks (el cosmopolitan, como es obvio para cualquiera que haya pasado un par de horas frente a Sex & the city, era un girl drink)... El cosmo probablemente descienda del olvidable Cape Codder (2 onzas vodka, 3 onzas jugo de arándano), también nativo de Massachussets, o esté emparentado, aunque sea de lejos, con el kamikaze (un shooter que se hace con onza y media de vodka, una de cointreau y otra de jugo de limón fresco). No es un trago complejo, no conoce las venerables posibilidades del martini ni el agarre del whisky sour ni la rebeldía raspa del mojito, pero puede ser delicioso. Hay que mezclarlo sin agitarlo en una coctelera con hielos: dos onzas de vodka, una de cointreau, media de buen jugo de limón y un toque de jugo de arándano, colarlo a una copa de coctel fría y decorarlo con la mejor cereza que se encuentre en el mercado. Mírala: es una alta torre transparente y roja, gongorina.

Poderoso atractivo del bloody mary

CUATRO. EXISTEN LOS que creen que el vodka es como los gringos años 50: más bien blando, insípido, aromático a casi nada, mero trancazo de alcohol para las noches moscovitas, y lamentan que su mortal saeta alcanzara al Bronx, donde sustituyó al gin (1 onza de vodka, media de vermouth dulce, media de vermouth seco, una de jugo de naranja recién exprimido), o al viejo Aviation (1 y media onzas de vodka, 1 onza de jugo de limón, 1/4 de onza del casi desaparecido licor de maraschino). Ni modo: inclusive esta gente no puede negar el poderoso atractivo del bloody mary.

TAMBIEN CLASICO DE la coctelería cincuentera, el bloody nació para las mañanas de playa, pero más para las mañanas que siguen a noches de mucho alcohol: es bebida para aliviar crudas y para entrar con suavidad al ocioso manto de la tarde perdido en cocteles. (Los escépticos dicen que el bloody mary es una versión bastarda del red snapper, que se hace con gin en lugar de vodka.) Se prepara así: en un vaso old-fashioned se dejan caer tres gotas de salsa Tabasco (como es sabido, exagerar con la Tabasco es una novatada ingratísima), el jugo de medio limón con semilla, que son los más intensos, siete gotas de salsa inglesa (tres más, si se desea un bloody ligeramente más dulce), una vuelta del molino de pimienta, una pizca de sal de apio, tres onzas de jugo de tomate y onza y media de vodka, todo agitado vigorosamente con una cuchara de bar y decorado con un tallito de apio. Ven. Hay que servirlo junto a la piscina, tender la mano hacia el cuerpo contiguo, mojado de ese sudorcito delicioso que empieza a cubrirnos a las doce del día, y echarnos a los pies del Sol para que nos acaricie como quien acaricia a un animalito.

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