Usted está aquí: domingo 27 de noviembre de 2005 Opinión Universo de familia

Bárbara Jacobs

Universo de familia

Si el título de un libro es capaz de despertar la curiosidad inmediata del lector, qué no hará el libro: qué no hará el contenido de Universo de familia con el lector. Intriga y atrae tanto que una y otra vez vuelves al título para intentar explicarte tu fascinación. ¿Qué significa "universo de familia"? ¿No le faltan a la frase artículos, definidos, indefinidos? Por ejemplo, ¿diría más, El universo de una familia? O, ¿se entendería mejor si dijera, Una familia de universo? Admito que esta última opción es críptica aunque yo la entienda. En mi lenguaje interior designa a una familia ovillo. Pero, ¿no estoy enredando más las cosas? ¿Qué es una "familia ovillo"? Una madeja con dos extremos; el original, el generador, en el centro, y el otro en el exterior. Para llegar al primero y verlo y tocarlo y llevártelo a la boca con el fin de conocerlo, como a un copo de nieve la primera vez que te empapas bajo una nevada blanca y fina y ligera, pues no es lluvia lo que te cae encima sino tormenta, tus manos deben hundirse en una nube de algodón o de espuma fría. Una familia ovillo es la que se nutre tan absolutamente de sí misma que no conoce el mundo sino en referencia a sí misma, es decir, a través de sí misma. Es autosuficiente, es retroalimentadora, es autofágica y, en una palabra, constituye más que su propio mundo: o sea, configura su universo.

Ahora bien, los Weisz y Carrington no forman una familia ovillo, por la sencilla razón de que no tienen uno sino dos extremos originales y centrales, así como no un extremo final sino cuatro. Aparte de los apellidos, lo que tienen en común es que dejan penetrar el mundo por la mirada y dejan que el mundo penetre su universo de igual modo a través del sentido de la vista. ¿O de qué manera, si no, capta la vida la fotografía de Emerico, el esposo y padre; la pintura, la escultura, la literatura de Leonora, la esposa y madre; la pintura de Pablo, el hijo y hermano benjamín que, por otra parte, en su calidad de patólogo, también usa la vista, mediante el microscopio, para reconocer la enfermedad; o la poesía de Gabriel, el hijo y hermano primogénito, investigador literario y dramaturgo?

Pero pensándolo bien, quizá comparten de idéntica forma los sentidos restantes. Después de todo, no sólo ven para crear sino que oyen, tocan, huelen, paladean, y no se necesita ser perceptivo en extremo para saber que se comunican extrasensorialmente, se intuyen, se sueñan, se anticipan a los deseos del otro, a los pensamientos. Hay una atmósfera sensual en la familia que sus miembros transmiten en lo que hacen, así me explico que su lector escuche la música de sus figuras, sean éstas de papel, de óleo, de bronce o de palabras. Hay armonía en ellas, ritmo y melodía; hay gusto, despiden aromas y son palpables. ¿No estaré entonces insinuando que el conjunto de cuatro Weisz y Carrington hace una familia sensual? Para decirlo de otro modo, ¿no es la sensualidad su universo?

En mi recuerdo de la historia de la ciencia y el arte del siglo XX, encuentro a destacados esposos creadores científicos (digamos, los Curie); a un padre creador artista (Thomas Mann), que da hijos creadores artistas (Klaus y Erika); a hermanas creadoras artistas (Virginia Woolf y Vanessa Bell), hijas de padre creador intelectual (Sir Lesley Stephen); a hermanos creadores artistas (los Goncourt); a padre y abuelo creador científico (Sigmund Freud), que da hija creadora científica (Anna) y nieto creador artista (Lucien); a hermano creador científico (William James) y hermano creador artista (Henry): en fin, podríamos seguir. Pero, salvo por Leonora Carrington, no me viene a la memoria otra mujer creadora artista que hubiera dado, al engendrar con un creador artista, como ella con Emerico Weisz, a dos hijos, dos hermanos, creadores científicos, intelectuales y artistas simultáneamente.

En este repaso veo algo más. El intercambio de luz y oscuridad en todo lo que hace la familia. Cada uno se adentra hacia el oscuro centro tras la búsqueda del origen del ovillo y, con él entre los dedos, sale a la luz a desovillar su hallazgo. Si la noche es su manto y las estrellas iluminan su día, los Weisz y Carrington resultan ser todo un universo de familia.

 
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