Usted está aquí: domingo 27 de noviembre de 2005 Opinión EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

Mar de tinieblas

Tras seis meses de huelga se han reanudado las actividades en la Escuela Nacional de Ciegos Ignacio Trigueros, única en el país que rehabilita, educa y capacita a invidentes mayores de 15 años. Una planta de 15 maestros atiende a 96 alumnos. Esta cifra resulta mínima si se considera que hasta hace poco el plantel atendía a más de 300 estudiantes, casi todos originarios de los estados de la República.

Sesenta y tres alumnos tomaron el pasado 15 de mayo las instalaciones de la escuela para protestar contra las irregularidades administrativas y reivindicar sus derechos. Encabezó el movimiento Iris del Sol, presidenta de la sociedad de alumnos. En el programa Desde la capital muchas veces hablé con ella de las negociaciones entre el comité de huelga y las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Sus respuestas siempre fueron las de una persona inteligente y solidaria.

Aprender a amar la vida

Al fin conozco en persona a Iris del Sol. A sus anteriores cualidades añado su sentido del humor y su capacidad de ironizar. Acompañadas por Dolfer y Carolina, ocupamos la última banca al fondo del corredor. Admiro la espléndida sobriedad del edificio decimonónico situado en Mixcalco 6, a espalda de la iglesia de la Salud y próximo al templo de Loreto.

Es mediodía. En patios y corredores de la escuela resuena el golpeteo de los bastones blancos. Grupos de invidentes van de un lado a otro del edificio para celebrar, entre bromas y risas, el retorno a la normalidad. Un muchacho con la guitarra terciada al hombro se detiene frente a nosotros y se dirige a su lideresa: "No encuentro a Amalia. ¿No ha venido por acá?" Iris del Sol le responde en broma: "No. ¡Qué se me hace que ya se te perdió!" Carolina y Dolfer ríen. David se aleja para continuar su búsqueda y mi anfitriona me pone al tanto de la situación: "Amalia es la esposa de David. Por la mañana se disgustaron y ella se le anda escondiendo para hacerlo repelar. Ya se contentarán".

Dolfer murmura algo al oído de Carolina. Le pregunto a ella si son novios. Mientras me responde acaricia las pulseras que adornan su mano izquierda: "Sí, desde hace cuatro años. Nos gustaría casarnos, pero es imposible porque Dolfer no ha podido conseguir trabajo".

Con la esperanza de remontar esa dificultad, Carolina vislumbra su futuro junto a Dolfer: "Aún no hemos decidido si tendremos hijos, todo depende de que un médico nos garantice que el bebé nacerá con vista. Ni Dolfer ni yo queremos traer al mundo un invidente: se sufre mucho. Lo digo por experiencia: cuando era más joven muchas veces pensé en suicidarme. Por fortuna llegué a esta escuela. Aquí he aprendido muchas cosas, sobre todo a amar la vida".

El sonido del mundo

En el corredor aparece una fila de jóvenes que avanzan con la mano derecha apoyada en el hombro del compañero que los precede. Los encabeza Alfredo. Viste camiseta amarilla y es el único en el grupo que se guía con el bastón. Nos saluda, continúa su paseo y Dolfer murmura: "Ya se va la maquinita". Iris del Sol me explica el sentido de esas palabras:

-Muchos de nosotros, gracias a la rehabilitación en la escuela, aprendemos a andar solos en la calle. Otros compañeros no pueden hacerlo y con frecuencia salimos en fila. Al vernos la gente dice: "Mira: los ciegos van en maquinita". También nos llaman de otras formas. Hace días ocho compañeros y yo fuimos a La Merced. Una persona dijo: "Parecen un gusano". Más adelante otra comentó: "Forman una serpiente". Cuando los nueve llegamos a la estación Auditorio del Metro una mujer exclamó: "¡Mira, qué belleza!"

-¿Puedes salir sola a la calle?

-Sí, también reconozco los colores y puedo valerme por mí misma. Todo se lo debo a esta escuela. Si me decidí a encabezar el movimiento es porque deseo que otros discapacitados visuales tengan la misma oportunidad de aprender que he tenido aquí.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-Siete años. Comprendo que es mucho tiempo. Al pricipio me quedé porque sabía que no le estaba quitando el lugar a nadie. Después, cuando empezaron los problemas, decidí permanecer aquí para luchar por que la escuela volviera a ser tan eficaz como antes.

Contra el futuro terrible

-¿Cuáles fueron las primeras señales del deterioro en la escuela?

-La baja acelerada de la matrícula. En 2000 éramos alrededor de 300 estudiantes: los tres dormitorios -uno para mujeres y dos para hombres- estaban hasta el tope. Después quedamos nada más 96 alumnos. Es un desperdicio tremendo, porque la escuela tiene capacidad para educar a muchas más personas.

-¿Por qué se redujo la matrícula?

-Esa es la pregunta de los 64 mil pesos: no sabemos. El caso es que con el pretexto que no había suficientes alumnos, cerraron los talleres de carpintería, encuadernación, reciclaje y velas.

-¿Siempre ha habido un solo dormitorio para mujeres?

-Sí, pero eso no significa que haya menos mujeres invidentes. La mayoría de los alumnos viene de provincia. Los padres de las muchachas ciegas no les permiten venir a la ciudad a estudiar, porque temen que les suceda algo; en cambio a los hijos varones no les ponen obstáculos. Para mí esta forma de discriminación condena a las mujeres a un futuro terrible. Soy de Tuxtla Gutiérrez. Si me hubiera quedado allá no habría tenido oportunidad de recibir los beneficios que me ha otorgado esta escuela. Aquí me enseñaron a leer en Braille, cursé primaria y secundaria.

-¿Cuáles son otras reivindicaciones del movimiento que encabezaste?

-Muchas. La comida, por ejemplo: nos la servían con cucarachas, con basura, con pelitos. Deben haber pensado que como no podemos ver no íbamos a darnos cuenta. Protestamos también por las restricciones que nos impuso la anterior directora, Verónica Marisela González Mejía. A los alumnos de nuevo ingreso les prohibía platicar con nosotros. No nos dejaba salir en grupo -a lo mejor creía que íbamos a conspirar contra ella- ni que oyéramos música.

-La directora fue retirada de su cargo. Carlos Torres Villegas y Angel Galván Alvarez serán los encargados de las áreas educativas y asistenciales. En algún momento alguien ocupará la dirección. ¿Piensas que debe ser una persona invidente?

-No. Es más importante que sea sensible, que esté interesada en comprender nuestras necesidades y en respetar nuestros derechos.

La música y las letras

-¿Qué harías si alguien te propusiera dirigir esta escuela?

-Primero, eliminar tantos obstáculos para la inscripción; después emprendería una campaña informativa nacional para que los discapacitados visuales de toda la República supieran que existe esta escuela y aquí pueden rehabilitarse, estudiar -primaria, secundaria, masoterapia- y capacitarse en los talleres, y mejoraría el sistema de enseñanza para que los programas no fueran al vapor.

"Al actual plan de estudios le agregaría cursos de computación y de música. Los dos son importantes, pero es obvio que los ciegos desarrollamos el oído más que otras personas. Debemos aprovechar esa ventaja. El estudio profesional de la música, aparte de ponernos en contacto con el arte, podría abrirnos una fuente de ingresos para ser independientes."

-¿Tienen aquí programas culturales?

-No. Es como si las autoridades pensaran que por ser invidentes no tenemos derecho a saber más, a disfrutar la belleza del arte.

-¿En la escuela hay una biblioteca?

-Pero no sirve de mucho. Los libros están empolvados porque ya casi nadie los consulta. ¿Para qué? De tan viejos y usados se les borraron los puntos del sistema Braille. Pasas los dedos por una página y es como si no lo hicieras. Nuestra biblioteca debería tener libros nuevos, audilibros e Internet.

Otras formas de censura

-¿Te gusta leer?

-Mucho. Siempre recuerdo con agradecimiento a los maestros que me enseñaron el sistema Braille, pero pienso de una manera especial en Rubén Basurto. Es el director del Colegio Nacional de Matemáticas, plantel Metro Hidalgo, donde cursé el bachillerato. El maestro Basurto sí tiene fe en los ciegos. La prueba es que jamás me puso obstáculos para que siguiera estudiando. Cuando se dio cuenta de que me resultaba difícil pagar la colegiatura de 600 pesos, me becó, lo mismo que a otra compañera: Leticia.

-¿Qué libros te interesan?

-Todos, pero aquí no hay mucho de dónde escoger. He leído cosas de autoayuda -La búsqueda y Dos minutos contigo- pero también obras de Juan Rulfo, Octavio Paz, Jaime Sabines, Gabriel García Márquez y José Saramago. De él conozco Ensayo sobre la ceguera. Es un texto muy bello, aunque desde luego no se refiere a la ceguera física, sino a otra. Pienso que la ignorancia y la indiferencia son modalidades de la ceguera.

El mar amenazante

-¿Qué significa para ti esta escuela?

-Ha sido el apoyo más importante de mi vida y quiero que represente lo mismo para otros ciegos, en especial para los de provincia, donde no hay muchas perspectivas para ellos.

-¿Naciste discapacitada visual?

-Al nacer veía, pero cuando cumplí siete años mis padres notaron que iba disminuyendo mi visión. Me trajeron al hospital De la Luz, donde me detectaron glaucoma y me operaron. Gracias a eso puedo ver algo. Abarco un campo muy reducido, pero frente a la ceguera total, ese poquito es muchísimo. Me gusta todo lo que he visto, menos el mar. Lo conocí en un congreso de ciegos, en Mazatlán, y me dio miedo, lo sentí amenazante.

-Terminaste el bachillerato. ¿Vas a continuar tus estudios?

-Pensaba hacer la carrera de pedagogía. En ese momento se agravaron los problemas en la escuela y decidí posponer mis proyectos para encabezar el movimiento de huelga. Por fortuna salió bien, pero la situación aún no se normaliza. Por lo pronto hay que pensar en cómo vamos a reponer las clases perdidas.

-¿Modificó tus proyectos la experiencia que has vivido?

-Sigo interesada en estudiar pedagogía porque quiero ser maestra de niños y adultos invidentes. Además cursaré la carrera de derecho. Durante los meses de huelga me di cuenta de que en ese sentido hay mucha desinformación para los discapacitados visuales: si no conocemos nuestros derechos es fácil que se nos atropelle. Es necesario cambiar eso.

-¿Te interesa la política?

-No para ejercerla, pero oigo lo que dicen los políticos. Como el año que viene habrá elecciones todos hacen miles de promesas -ya sabemos que prometer no empobrece-, pero supongo que en cuanto llegen al poder se olvidarán de todo. Así ha sido siempre.

-¿Te imaginas tu vida fuera de esta escuela?

-No, pero comprendo que será difícil. Aquí he vivido siete años. Tengo buenos amigos y el edificio me gusta mucho. Cuando llueve los raudales de agua resuenan en los patios: es un sonido muy bello. Por la mañana y al atardecer el edificio se convierte en una inmensa jaula llena de pájaros: los muchachos, que tienen prohibido entrar al dormitorio de mujeres, llaman a sus novias con silbidos: las muchachas reconocen el que les corresponde y salen al encuentro de sus galanes.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.