Usted está aquí: domingo 13 de noviembre de 2005 Opinión EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

¡Y nos cayó El Chahuiztle!

La vida modifica los textos. El martes 8, cuando empecé a transcribir mi entrevista con Eugenio Sánchez Aldana, sabía que Emilio Ebergenyi estaba hospitalizado y le dediqué este espacio: única forma de brindarle mi solidaridad y de expresarle mi agradecimiento por haber sido durante 30 años un oasis en el cuadrante de la radio. El miércoles 9 me informaron de su muerte.

La deploro y me reprocho no haberme dado el tiempo para expresarle a Emilio mi admiración y mi gratitud. Ya no tendré manera de contarle que los sábados por la mañana suspendía mi trabajo para escuchar "De puntitas". En ese programa infantil Emilio mostraba sus grandes capacidades narrativas y actorales; su voz me devolvía, como supongo que les habrá sucedido a otros oyentes adultos, a la infancia que nunca terminamos de inventar.

Me despido para siempre de Emilio con la rúbrica de su programa: "Suavecito, no hay carreras / despierta de buen humor/. Levántate de puntitas/ que ya empieza la función".

Feliz cumpleaños

Bajo los alerones de sus tupidas cejas brilla la mirada de Eugenio Sánchez Aldana. En el resplandor de sus ojos hay emoción, orgullo, incredulidad ante la hazaña de haber vencido todos los obstáculos para lograr que "El Chahuiztle", programa que conduce todos los domingos de 10 a 11 de la mañana a través de Radio Educación, haya alcanzado 15 años de vida.

Me encontré con Eugenio Sánchez Aldana en un restaurante oaxaqueño fundado por don Pedro Neri. Durante su primera etapa, en los años 30, estuvo en Xochimilco y llevó el nombre de Las Flores. Diez años más tarde, convertido en Casa Neri, se trasladó a la calle Bélgica, donde ocupa una de las casas más antiguas y bellas de la colonia Portales.

Las ramas de una jacaranda protegen el acceso al restaurante. Dos palmeras adornan el salón principal, frecuentado por grandes personalidades de la política, el deporte, el mundo del espectáculo y el periodismo.

Desde hace algunas semanas la Casa Neri es punto de reunión para los amantes de la música tradicional que acuden a disfrutar de los "viernes bohemios". Anima las veladas Eugenio Sánchez Aldana. Profesional de la radio desde 1973, es una de las voces emblemáticas de Radio Educación. Confiesa que se enamoró de la radiodifusora por casualidad: un día fue a visitar a un amigo y lo encontró escuchando un programa de la que hace más de 30 años es su casa de trabajo.

De los concheros a los boleros

-¿Cuál fue el propósito inicial de "El Chahuiztle"?

-Transmitir música mexicana tradicional y apoyar a los músicos que, pese a su extraordinaria calidad y profesionalismo, no tienen acceso a los medios, a los grandes foros y, por supuesto, carecen de un patrocinador y de toda la parafernalia publicitaria que apoya a muchas de las ahora consideradas estrellas. Hasta la fecha me mantengo fiel al propósito que dio origen a "El Chahuiztle".

-Tu proyecto va más allá de la música.

-Me preocupa, me asusta que se esté perdiendo nuestra mexicanidad. Creo que la rescatamos si protegemos e impulsamos, entre otras cosas, la música tradicional. Podemos decir que "El Chahuiztle" es un programa indigenista que rechaza todas las formas de intolerancia y discriminación.

-Los 15 años de transmisiones de "El Chahuiztle" suman 780 horas al aire. En ese tiempo, ¿cuántos idiomas autóctonos se han oído en el programa y a cuántos conjuntos musicales has presentado?

-Alrededor de 300. Muchos de ellos proceden de comunidades hablantes del náhuatl, el ñañú, el mixe, el zapoteco, el mixteco y otros idiomas que por desgracia están en peligro de extinción.

-¿Dificultó el perfil del programa su aceptación en la radio?

-En cierta forma. No creían que "El Chahuiztle" pudiera funcionar. Lo notaba por los horarios que me daban. Al principio me pusieron después de "La hora nacional", luego me pasaron a las siete de la mañana, tiempo después a media hora más tarde y al final me concedieron una hora los domingos: de 10 a 11 de la mañana.

-¿Cómo ha reaccionado el público, entre el que por cierto me cuento?

-Muy bien, cada vez mejor. A fuerza de escucharnos captó la intención del programa, lo disfrutaron. Nuestro público se ha convertido en un grupo bastante numeroso de amigos. Lo veo en el contenido de sus llamadas: un promedio de 50 cada domingo.

-En tu caso lo consideraría un éxito: la mañana del domingo la familia sale de paseo, hace deporte, va de compras...

-A pesar de eso hay un sector que además de escuchar participa en nuestro programa: comenta, sugiere, reflexiona en torno a la actualidad, pide que volvamos a presentar a algún solista o conjunto que le gustó. Eso significa que ha estado atento a nuestras emisiones.

-Antes de "El Chahuiztle" tuviste otros programas.

-Del 79 al 84 conduje "Kiosko". En él hizo su debut como solista Guadalupe Pineda: la conocí gracias a Arnold Belkin, el magnífico pintor mexicano-canadiense, ya fallecido. Después tuve varias emisiones enfocadas a la música afroantillana: "Sabor, sabor", "La clave del sabor", "Son para ti", "Suena la rumba" y "Por los caminos del son". Como ves, ha sido un largo camino.

El niño de Maravillas

-Llevo años escuchando "El Chahuiztle" pero sé muy poco de tu historia.

-Nací en un pueblo de Hidalgo: Maravillas. Tenía como 500 habitantes, ahora son mil y hay una casa de cultura. ¡Formidable! De mi padre nada puedo decir: no estaba. En cuanto a mi madre, la defino como una mujer luchadora que hacía de todo para salir adelante con su familia. Entre sus muchas actividades estaba la de partera.

-¿Tuviste una abuela que te contara historias?

-Teníamos necesidad de trabajar. Yo era pastor y no quedaba mucho tiempo para eso, pero me contaba que el domingo en que nací, 12 de diciembre de 1937, nevó en Maravillas y que el paisaje parecía un borrego. Es una imagen inocente y graciosa que revela el alma sencilla de mi abuela. A ella le debo una gran enseñanza: era muy niño cuando le pregunté para qué veníamos los seres humanos al mundo. "Para aprender", dijo. Esa respuesta decidió mi vida, porque despertó mi avidez por saber.

¿Quién es el que anda allí?

-¿Cómo llegaste a la ciudad de México?

-Con mi madre y mi hermana. Vinimos a buscar la vida. Llegamos en tren. Eso me recuerda unos versos muy graciosos, cuyo autor ignoro: "El tren que corría/ por el ancha vía/ de pronto se fue a estrellar/ con un aeroplano que andaba en el llano/ volando, volando sin descansar".

-¿Dónde estuvo tu primer domicilio?

-En la colonia 20 de Noviembre. En la calle Litografía conseguimos que nos rentaran un cuarto con baño y cocina. La dueña tenía en el comedor el primer radio que vi y escuché en mi vida: era grandísimo, de bulbos y con un sonido sensacional. En cuanto lo oí me pregunté: "¿Dónde estarán las personas que hablan dentro de esta caja?" Mis programas predilectos eran el de Cri-Cri, "Los aficionados", "Carlos Lacroix", "Carta Brava", "Manolín y Shilinsky" y las radionovelas.

-¿Tuviste oportunidad de ir a la escuela?

-No a una, sino a muchas: la José María Morelos y Pavón, la Estado de Michoacán, la Secundaria 5, la 14 y la Prepa 5 en Coapa. Siento decirte que de todas me corrieron. ¡Fui un estudiante maleta!

-Y decidiste ponerte a trabajar.

-Mi primera chamba fue vender gelatinas. Me encantaban las de grosella por el color. Después fui recadero en la tienda La Chiripa. Allí fue mi compañero un hermano de don Manuel Bernal. Cuando cumplí 12 años mi mamá me llevó a un taller mecánico donde sólo me enseñaron a manejar un tráiler. Luego fui santero: reparaba los deditos que se les rompían a las imágenes religiosas. Todo iba bien hasta que la policía descubrió que mis patrones rellenaban las figuras con mariguana. Cambié de giro: en Tlatelolco entré a un almacén de refacciones para maquinaria pesada. Luego pasé a Seguros La Provincial.

-¿Siempre estuviste a las órdenes de un patrón?

-Hasta que me convertí en retratista. Mis amigos y mis vecinos se enteraron de que podía dibujar y con frecuencia me pedían que les hiciera su retrato. Por cada uno me pagaban 500 y hasta mil pesos. Me iba bien, pero los pedidos eran irregulares, así que volví al redil y me puse a vender libros para una editorial. Después me contrataron como agente de un laboratorio. De allí volé a las ondas hertzianas.

-¿Gracias al amigo que sintonizó Radio Educación en tu presencia?

-Y también a la sugerencia de Alma Velazco. Ella me invitó a trabajar en Radio Educación. Acepté porque, como dije, yo estaba enamorado de la radiodifusora. Con Alma escribí mil 500 guiones para el programa "Lo que las palabras dicen". Luego trabajé varios proyectos y al fin me cayó "El Chahuiztle". Al principio mi hijo Tonatihú y yo hacíamos solos la talacha. Ahora cuento con un muy buen equipo de colaboradores que son, antes que nada, mis amigos: Alejandra, Guadalupe, Margarita, Maricamen, Juan Carlos, el ingeniero Cudberto Garcés y Pilar: ¡chahuiztleros de corazón!

 
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