Usted está aquí: domingo 13 de noviembre de 2005 Opinión La Casa Tomada

Angeles González Gamio

La Casa Tomada

En el corazón de la colonia Roma sobrevive un pequeño pueblo conocido como Romita, que fue el que le dio el nombre al barrio, que llegó a ser uno de los más elegantes de la ciudad a principios del siglo XX, como se puede constatar por las mansiones estilo francés que subsisten y la magnífica traza urbana, con anchas banquetas, hermosas plazas y ese señorial paseo arbolado que es la avenida Alvaro Obregón.

El pueblo de Romita, según nos ilustra Edgar Tavares en su excelente libro sobre la colonia Roma, tiene raíces desde la época prehispánica, en que su nombre era Aztacalco, que significa "en la casa de las garzas". Tras la conquista sus vastos terrenos le fueron adjudicados a Hernán Cortés, por mandato del rey Carlos V. En el siglo XVIII se le bautizó con el nombre de Romita, debido a un paseo arbolado que iba desde el pueblo hasta Chapultepec, al cual llamaban Tívoli, muy semejante a uno que existía en la ciudad de Roma, Italia. Aquí se levantó en 1530 el templo de Santa María de la Natividad de Aztacalco -que aún existe-, y a instancias de fray Pedro de Gante se bautizaron en él los primeros indígenas alrededor de 1537.

Precisamente en el callejón de Romita 8 se encuentra una linda casa decimonónica de ladrillo, en la que vivió con su familia el respetable luchador social Gilberto Rincón Gallardo, cuando salió de prisión en la década de los setenta del pasado siglo. Ahí crecieron sus hijos, que jugaron bajo las ramas de la higuera que daba sombra al patio central. A raíz de los terremotos de 1985, la casa, al igual que el barrio que la rodeaba sufrió daños y tuvieron que mudarse. Años más tarde la restauraron y la adecuaron para que fuera la sede del Centro de Estudios para la Reforma del Estado y posteriormente alojó a la Comisión Ciudadana de Estudios Contra la Discriminación.

A partir de julio de 2004 se convirtió en La Casa Tomada, simpático nombre que tomaron prestado del famoso cuento de Cortázar. El sitio cristaliza un sueño de la familia Rincón Gallardo, en el que participan Gilberto, su esposa, su hija Lídice, Adolfo, Grigo, Micha y Faritz Yanahina, de crear un espacio de encuentro, arte y cultura en el añejo barrio en el que Buñuel filmó su celebre película Los Olvidados. Ha sido objetivo fundamental involucrar a los vecinos en las múltiples actividades que llevan a cabo, así como a personas con capacidades diferentes; hay talleres de literatura del horror, humorística, poética, estimulación creativa, cómic y danza buto, entre otros.

Además organizan exposiciones, cine, teatro, conciertos, presentaciones de libros y cuentan con una biblioteca a la que acuden los niños de la Romita, que todavía conserva su sabor pueblerino, su plaza enjardinada y su templo bien cuidadito, que custodia al Señor del Buen Ahorcado, venerada imagen que tiene su historia, ya que aquí se ejecutó a criminales sentenciados a morir en la horca; antes del asfixiante acontecimiento, los llevaban al templo para encomendar su alma precisamente a dicho Cristo. Este evento fue representado por años, en forma escandalosa, por los huehuenches de Romita.

Recientemente los muros del callejón, que se encontraban muy deteriorados, fueron pintados por jóvenes artistas a iniciativa de la Casa Tomada, que les dio los materiales y les brindó el amplio espacio, que pasó de las tinieblas a la luz con los creativos y coloridos murales. Es increíble cómo un pequeño grupo de personas generosas, con imaginación y entrega, más que recursos económicos, puede cristalizar un hermoso proyecto que ilumina la vida de los menos favorecidos.

El asunto merece celebrarse y afortunadamente a unas cuantas cuadras, en la esquina de avenida Cuauhtémoc y Doctor Garciadiego, se encuentra una de las mejores cantinas-restaurantes de la ciudad: La Casa Gallega, fundada hace 15 años por don Ramón Romero, ofrece los mejores platillos de la cocina gallega, en un mano a mano con excelencias de la mexicana, como los escamoles y los gusanos de maguey.

El amplio espacio está dividido en dos: a la izquierda el restaurante y a la derecha la cantina con botana, dominó y cubilete; en medio, recibe a los comensales una enorme mesa, que muestra las suculencias del día, entre las que sobresalen pulpos gigantescos recién cocidos, que están esperando pasar a los fogones para ser cocinados -desde luego- a la gallega, uno de los platos más solicitados, junto con el cabrito, la paella y la famosa empanada de la región.

También provocan excitación los camarones gigantes, los cortes de carne importados, la tabla de quesos, con el manchego, roquefort y camembert, y los postres; irresistible, la torta de almendra al estilo Santiago de Compostela. Los fines de semana tienen un buffet de 30 platillos.

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