Usted está aquí: domingo 13 de noviembre de 2005 Opinión Cuando la muerte es noticia

*Néstor de Buen

Cuando la muerte es noticia

El famoso título de un libro de Edmundo Valadés, La muerte tiene permiso, parece haberse actualizado en estos tiempos. Y no me refiero a consecuencia de una guerra, que es la privilegiada para provocarla de manera masiva, sino a todas las circunstancias que en estos tiempos sirven de fundamento a los anuncios diarios de los resultados tenebrosos de muchas cosas.

Aparentemente el terrorismo sería la causa fundamental. Hoy mismo, jueves en la noche en que puedo leer los periódicos del día, para ser exacto La Jornada y El País, los anuncios de los atentados en Ammán, Jordania: bombas estalladas en tres hoteles de lujo que han causado la muerte de 67 personas, según lo informado por el viceprimer ministro jordano Marwan Moasher, constituyen una nota fundamental. Claro, entre nosotros no se pueden dejar a un lado los conflictos presidenciales entre Kirchner, Chávez y Fox, que son divertidos. Pero de paso aparece otra nota trágica: fallecen 20 personas en ataques de la resistencia iraquí.

Hay que reconocer, sin embargo, que las causas de muertes masivas que se anuncian cada día pueden deberse a múltiples razones. Desde luego que el llamado "terrorismo" ocuparía un lugar preferente, aunque el nombre no sea precisamente el adecuado. En mi concepto debería llamársele, en muchos de los casos, combates por la independencia. Allí estarían los muertos de Irak; los de Afganistán, un poco antes; los que se producen en el eterno combate entre Palestina e Israel; en alguna medida, los que cubrieron la historia moderna de Irlanda, y los que han sido víctimas en España de terrorismos distintos. Con mayor frecuencia provocados por ETA, pero con mayor número los que dieron origen a la tragedia de la estación de Atocha, cuyos responsables han sido localizados entre árabes.

Muertos más que abundantes han generado los huracanes, que en los últimos meses han ocasionado desastres absolutos en Nueva Orleáns y en nuestros litorales: Veracruz, Chiapas, Campeche y Yucatán, de manera principal. Y, como suele ocurrir, son muertos de nuestra población mayoritaria, que vivían en la miseria, construyendo casuchas a la vera de los ríos y que vieron desplomarse su menos que escaso patrimonio. No han faltado tampoco los terremotos.

Hay muertos, por supuesto, de otros niveles. Los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez responderían a abusos sexuales de los que no se quiere dejar testimonio, aunque sí huellas dramáticas, lo que acaba de generar una permanente reacción de protesta que es tan ineficaz como lo es la supuesta intervención de la policía para descubrir y detener a los culpables.

En los estados de Sonora, Sinaloa y Baja California hay muertos escogidos, generalmente producto de los enfrentamientos entre los comerciantes de la droga. Y no faltan, de paso, los asesinatos de autoridades que enfrentan la venganza de los delincuentes. Un poco más al norte, nuestros muertos heroicos, asesinados por gente de Arizona que quiere rechazar a los migrantes.

Ahora aparecen, de nuevo, los muertos por secuestros frustrados en los que no se llegó al "arreglo" y en los que los plagiarios cumplieron sus amenazas.

Es claro que el destino irremediable es el morirnos todos. Afortunadamente no se dan las hipótesis de aquella novela que muchos leímos: muchos de generaciones antiguas -hoy ya no tanto o nada- El judío errante, que mostraba una eterna vida personal, superando generaciones, dejando atrás a los que no disfrutaban del supuesto beneficio, sin esperanzas de mantener una vida razonable ya que, en poco tiempo, era más joven que sus hijos o que sus nietos o sus amigos o sus amigas. No habría tortura más insoportable que esa.

La muerte, sin embargo, tiene su lado bueno. Hoy se discute, con la terquedad que en estas cosas pone la Iglesia católica, el problema de la eutanasia que termina con una vida llena de dolor. Y uno se pregunta cuáles son los valores protegidos: si la vida por sí misma o la vida en condiciones razonables. Por otra parte, la eutanasia no supone la privación consciente de la vida mediante medios directos sino la supresión de aquello que puede prolongarla pese al sufrimiento del enfermo. A mí me parece que eso es lo debido, y yo supongo que de manera general ese es el mismo sentimiento de los médicos responsables.

Hay el ejemplo histórico de la vida prolongada sin esperanzas, como fue la previa a la afortunada muerte del generalísimo Francisco Franco en España, en fecha: 20 de noviembre de 1975, que para los españoles del exilio en México reúne con fortuna dos fiestas; esa, que acabó con la dictadura, por lo que el pueblo de España tiene una deuda con el rey Juan Carlos I, que hizo posible la democracia, y otra porque es la fecha en que supuestamente se inició la Revolución en México, que en realidad tuvo la gracia de ser sólo una sucesión ininterrumpida de golpes de Estado hasta no llegar a Querétaro, en 1916-1917, cuando se modificaron las reglas del juego, generando, eso sí, la revolución en el sistema político. Después volvieron los golpes de Estado y las muertes ilustres de los dirigentes: Zapata, Carranza, Villa y Obregón.

Ahora se invocan amenazas de "pandemias" que son las que se extienden a muchos países o que atacan a casi todos los individuos de una localidad o región, según el Diccionario de la Real Academia, como la famosa aviar que hoy asusta con los animales más atractivos y románticos: los que vuelan.

Muertos porque se suicidan para matar. Muertos por violencias entre delincuentes. Muertos por descuidos o falta de medios. Muertos por pandemias o por razones económicas: la búsqueda de una vida mejor.

Pero, ¿por qué no inauguramos una sección, en los medios, que nos hable de los nuevos vivos? Claro está que corremos el peligro de que nos asuste más, por razones económicas, el exceso de vivos.

Hablemos entonces sólo del futbol.

 
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