Usted está aquí: jueves 10 de noviembre de 2005 Opinión ¡No me defiendas, compadre!

Sergio Zermeño

¡No me defiendas, compadre!

El equipo de asesores del Presidente de la República, que está pagado con los impuestos de los mexicanos, debería ser autónomo, como el Banco de México, y el mandatario no tener derecho a nombrar sino a un número limitado de sus integrantes. No es posible que Vicente Fox haya ido hasta Argentina a defender a Bush y los argumentos del imperio, sirviéndose de la misma retórica con que nos ha atosigado a lo largo del sexenio que agoniza. Es verdaderamente inconcebible que pudiendo apuntalar los intereses de los mexicanos, apoyándose en el consenso de los más grandes países del subcontinente, haya dejado pasar la oportunidad y se haya concretado a repetir que la panacea es la apertura comercial en todas partes y a toda costa, sin mayor contenido, sin mayor explicación, hoy, cuando las potencias de Occidente ven con horror la invasión de los productos chinos e inventan a toda prisa barreras proteccionistas descarada o disfrazadamente.

¿Qué nadie le puede soplar al oído que las ventajas comparativas del libre comercio fueron una ilusión hecha añicos con los subsidios de las grandes potencias y que se ha llegado a un consenso universal en el sentido de que las tasas de crecimiento de la macroeconomía, por sí mismas, no se traducen en bienestar social? ¿Nadie le pudo recordar que no era mala idea plegarse al consenso de la mayoría latinoamericana que le recordó a Bush que si no detiene los subsidios a su sector agroexportador no tiene sentido firmar acuerdos de libre comercio? ¿Nadie se lo pudo recordar, sobre todo ahora que en unos meses más nuestros aranceles al maíz y al frijol caerán a cero? ¿Nadie le dijo que los trabajadores inmigrantes en París se habían sublevado hacía ya una semana exigiendo mejores tratos de la policía, mejores condiciones laborales y de calidad de vida en sus barrios, y que bien manejados esos referentes podrían servir como recordatorio de las pésimas condiciones en que laboran y subsisten nuestros compatriotas en Estados Unidos y de la necesidad de abrir con fuerza el tema de la migración, nosotros, que somos el país que más trabajadores expulsamos en el mundo? ¿Nadie le explicó que no era conveniente decir que los millones de trabajadores ligados a la economía estadunidense en nuestro país (la maquila) estaban 30 por ciento mejor pagados que el resto de los mexicanos, y que no era conveniente decir eso porque, en primer lugar, no es cierto; en segundo lugar, en esa economía ensambladora del norte de México proliferan las atrocidades humanas, y en tercer lugar, si de veras nuestros salarios maquiladores estuvieran por encima de la media, pues entonces la desbandada de empresas hacia otras latitudes se aceleraría sin remedio?

Al presidente Lula lo aconsejaron mejor: él dijo ignorar que esa Cumbre de las Américas se centraría en algún acuerdo de libre comercio: "cuando me invitaron a esta reunión había tres temas para que discutiéramos en estas 24 horas: empleo, empleo y empleo". Así que aunque ya sea muy tarde es necesario explicarle al presidente Fox que su retórica economicista ya está en desuso, que el tema ya no es abatir aranceles, ni pasar de nuestro estancamiento a un crecimiento en los números a cualquier precio, sino que el problema es social, que hay que crear empleos, pero no cualquier tipo de empleos, sino unos que garanticen la calidad humana de quienes los ocupan. El presidente Kirchner subrayó con preocupación un dato en su discurso inaugural: "siete de cada diez empleos en América Latina se crean en el sector informal". Fox no ve ese dato, nadie le recuerda que a partir de 2007, por lo pactado en el TLC, uno de cada cuatro mexicanos, los ligados al campo, tendrá que refugiarse miserablemente en el autoconsumo o emigrar ("qué importa -diría el de Los Pinos-, se convertirán en más remesas"); para él la mitad de los mexicanos, los que viven en la informalidad, no son personas con calidad de vida en descenso, en desescolarización, en la violencia, son microempresarios por su cuenta a los que pronto se les hará pagar impuestos y tarifas eléctricas; para él, los millones que directa o indirectamente están ligados a la maquila y a su anómico entorno no son entes en descomposición, deformados por las rupturas familiares, el narco, el feminicidio y la violencia, sino fulgurantes partículas integrándose al sol de la mundialización...

Al decretar la represión a los barrios de inmigrantes en Francia y en toda Europa, los políticos de derecha y de izquierda han demostrado estar rezagados con respecto a lo que sus institutos y académicos recomiendan: el problema de los inmigrantes es un problema adentro de nuestras fronteras y afuera de ellas; no basta con enviarle algo de ayuda y perdonarle algo de deuda a los países africanos; es necesario llegar a un consenso con esas sociedades y con esos gobiernos para mejorar su calidad de vida y asegurar su sustentabilidad. No hay que olvidar que el tamaño de la economía de toda Africa está muy por debajo de una décima parte del poderío económico de Europa. En esta perspectiva resulta tan simplista e "inocente" el discurso foxista que hasta los grandes intereses trasnacionales le agradecerían que se callara. ¡No me defiendas, compadre!

 
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