Usted está aquí: lunes 7 de noviembre de 2005 Opinión Integración o vasallaje

Carlos Fazio

Integración o vasallaje

La semana pasada, en Mar del Plata, Argentina, tuvo lugar un agudo enfrentamiento entre dos concepciones de la integración americana. Por un lado, la integración para la servidumbre; por otro, la integración para la liberación. Se trata de una antinomia que, en la coyuntura, viene a sustituir a otra más antigua que oponía revolución y contrarrevolución.

Vía el proyecto asimétrico de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y echando mano de nociones geopolíticas y geoeconómicas, Estados Unidos viene impulsando una reetructuración de la economía regional en un sentido favorable a su estrategia y a sus intereses imperiales y los de las corporaciones con casa matriz en el territorio estadunidense. De concretarse, la integración neoligárquica que impulsan el presidente George W. Bush y algunos apologistas del imperialismo y el fundamentalismo del mercado total, como el mandatario mexicano Vicente Fox, significaría el afianzamiento del subdesarrollo y la dependencia neocolonial.

En sentido contrario, la otra integración, impulsada de manera embrionaria por algunas naciones del área, en particular Venezuela, Cuba y los países miembros del Mercado Común del Sur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay), significa un esfuerzo por superar el atraso y liberarse de la opresión imperialista.

El irresponsable y lamentable papel desempeñado por Fox, quien actuó en Mar del Plata como peón de brega de la visión expansionista del destino manifiesto y al servicio de un modelo económico neoliberal que practica un intervencionismo neoestatista en beneficio del gran capital, mismo que ha generado mayor pobreza, miseria y exclusión social a nivel continental, no debería sorprender a nadie.

Temprano, en su administración, el inquilino de Los Pinos exhibió su veta bananera al proponer una "cesión inteligente de soberanía" (5 de enero de 2001) y "la integración nacional de la soberanía (de México) con Estados Unidos y Canadá" (16 de mayo de 2002). Su vocación anexionista y la aspiración de convertir a México en el "satélite mayor" o el "socio privilegiado" de Estados Unidos al sur del río Bravo, lo impulsó a promover ahora -sin detenerse a pensar en los costos que eso tendrá para la diplomacia de Tlatelolco en el concierto hemisférico- una virtual balcanización de América Latina: dijo que aquellos países que no estén dispuestos a firmar el ALCA, que se salgan de las negociaciones.

Uno de los objetivos del ALCA es liquidar al Mercosur y todo intento de integración regional propia, autónoma, latinoamericana, como el que encarna la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba), impulsada por Hugo Chávez. Todo acuerdo entre países soberanos debe partir del hecho de que habrá que integrar economías distintas, en lugar de integrar mercados. Pero para ello hay que tener en cuenta la necesidad de llevar adelante políticas de Estado y tratar de integrar estados socios, más que amigos, pues los amigos pueden dejar de serlo a partir de los avatares políticos.

Esa integración, que no se limita a países limítrofes, debe regirse por el respeto a la soberanía de los estados miembros y tomar como base la dimensión social, la complementariedad, la cooperación, la solidaridad, la consideración de las asimetrías económicas favoreciendo a los países menos desarrollados.

No es concebible la integración en la dependencia. La integración es un acto político de países soberanos. Pero la integración, en sí misma, no es nada más que un instrumento, una herramienta, un medio. Integrarse no es entregarse. En un acuerdo, del tipo que sea, pero más entre países, no se pueden hacer concesiones unilaterales sin obtener ventaja alguna. Cualquier tipo de integración debe privilegiar el interés nacional. La integración de México con Estados Unidos, vía el tratado de Libre Comercio y el TLC plus en ciernes con su Alianza para la seguridad y la prosperidad, exhibe los costos de esa "complementaridad" entre países asimétricos. De la integración silenciosa (Clark Reynolds) se pasó a "la compra-venta de México" (México Purchase, John Saxe-Fernández) y hoy, como parte del desmantelamiento del Estado nación mexicano, se pone a disposición de las capacidades fagocíticas del interés corporativo trasnacional y de sus socios subalternos nativos (la plutocracia y la oligarquía local), las últimas "presas codiciadas" (Jefferson, dixit): Pemex, la Comisión Federal de Electricidad, el agua. Las "gangas" que les faltan comprar para convertir a México en un país maquilador, tipo república bananera.

El alineamiento total de Vicente Fox con el integracionismo imperialista es suicida; está en la línea del vasallaje. Como decía Marx, la historia no se plantea problemas que no pueda resolver. El tiempo de la balcanización latinoamericana ha llegado a su ocaso. La integración se producirá de cualquier manera. Pero, como decíamos al principio, puede ser una integración para la servidumbre o para la liberación.

 
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