Usted está aquí: miércoles 2 de noviembre de 2005 Opinión El día de guardar de Monsiváis

Javier Aranda Luna

El día de guardar de Monsiváis

Uno de los días más significativos en la vida de Carlos Monsiváis fue el viernes 2 de julio de 1954. Carlos no era el monstruo de la información y la memoria que hoy conocemos, aunque ya había ganado varios concursos sobre historia, literatura y cultura general para, con los premios... comprar libros usados.

El certamen radiofónico lo patrocinaba Glostora líquida, acondicionador de cabello muy popular en ese tiempo. Tenía entonces 16 años, estudiaba la preparatoria en San Ildefonso y formaba parte del desaparecido Comité Estudiantil de Ayuda a Guatemala. El era el presidente de la agrupación y su único integrante.

El principal acto para solidarizarse con el pueblo guatemalteco fue organizar una gran marcha. Y vaya que lo fue. La pintora Frida Kahlo encabezaba la multitud. Andaba en silla de ruedas pues, a causa de la gangrena, le habían amputado una pierna. La conducía Diego Rivera. Ese 2 de julio de 1954 a Frida ya la merodeaba la muerte. Pero nueve días antes de su deceso llamaba la atención su energía: con el puño en alto y con consignas no cejaba de arengar a la multitud.

Sabemos que esa marcha no logró detener la barbarie en Guatemala, pero sí definió la vocación literaria de Monsiváis. Esa, que fue su primera crónica, apareció publicada en el periódico El Preparatoriano, en 1954.

La segunda crónica de Monsiváis apareció el año siguiente, pero dando cuenta de algo tan lejano a la sociedad que interpela la injusticia del poder, como un concierto de Bola de Nieve. A partir de entonces Monsiváis no abandonó la crónica como forma de expresión literaria ni los dos principales ejes temáticos de su obra: la sociedad que se organiza y el mundo del espectáculo. Bien visto, esos dos ejes en realidad son uno: la gente, la demasiada gente porque uno es el personaje principal de las crónicas monsivaítas. Su nombre es legión, multitud, coro. Y sin importar la trama de la de la historia que nos cuenta el escritor, la multitud aparece aquí y allá: adorando al niño Fidencio o a la Virgen de Guadalupe; haciendo olas en un estadio de futbol o rescatando sobrevivientes de los escombros de un sismo; protestando por el desafuero de López Obrador o por la poca seguridad que se vive en el país.

La vida menuda de las personas es el corazón de la multitud y el detonante de los grandes cambios. Por esa vida menuda multiplicada cayó Roma y se construyeron ciudades como Nueva York o el inverosímil Distrito Federal. Contar las historias de la sociedad es contar la historia que nos forma y de la que formamos parte.

Galardonar a Carlos Monsiváis con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de literatura reinvindica al premio. Es síntoma, al menos, de dos cosas: de que nuestro mundo literario está dejando de ser provinciano (ya no se premian los géneros, sino la calidad de los textos) y se reconoce a un gran escritor que, como dice Elena Poniatowska, merecía ese premio desde la aparición de su libro Días de guardar.

 
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