Usted está aquí: miércoles 2 de noviembre de 2005 Opinión PRI-PAN: coalición vergonzante

Editorial

PRI-PAN: coalición vergonzante

La exclusión del Partido de la Revolución Democrática del encuentro sostenido ayer por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, y los coordinadores de las bancadas panista y priísta en la Cámara de Diputados no debiera constituir una sorpresa, por más que constituya una lamentable negación de las buenas maneras republicanas. Si se juzga con base en los antecedentes, la reunión en el Palacio de Covián no fue más que una sesión para sintonizar las posturas dentro de lo que ha funcionado, en los momentos críticos y definitorios del actual gobierno, como una coalición, por más que sus integrantes se empeñen en negarla de palabra y ante la sociedad.

Un breve repaso de lo realizado y lo omitido por la administración foxista permite, en efecto, comprobar que, en circunstancias fundamentales, este gobierno de extracción panista y el tricolor ­el de Roberto Madrazo, el de Elba Esther Gordillo, el de Carlos Salinas­ han caminado de la mano: unos y otros, desde antes del sexenio actual, y en lo que va de éste, se han encargado de imponer al país la inmoral socialización de deuda privada iniciada por el gobierno de Ernesto Zedillo en el contexto del rescate bancario y del Fobaproa; unos y otros ­con la vergonzosa e inolvidable colaboración de senadores perredistas, por cierto­ cerraron las puertas a la aprobación de la iniciativa original de reformas constitucionales en materia de derecho y cultura indígenas; el poder público y los legisladores panistas hicieron cuanto estuvo a su alcance para impedir el pleno esclarecimiento del Pemexgate, y a cambio los priístas dejaron de lado el expediente de los Amigos de Fox; juntos, Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y el Ejecutivo federal urdieron el acoso mediático, político y judicial contra el ex jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador; panistas y priístas impusieron las reformas impopulares, antilaborales y potencialmente privatizadoras en el régimen de pensiones del Seguro Social.

El ámbito en el que resulta más clara la existencia de un pacto de continuidad e inmovilismo ­acuerdo no reconocido, y acaso ni siquiera escrito­ entre el panismo gobernante y el priísmo es la política económica neoliberal vigente en el país desde el sexenio antepasado, si no es que desde tiempos de Miguel de la Madrid: apertura indiscriminada de mercados, garantías absolutas e irrestrictas a los capitales financieros, designios de desmantelamiento de lo que queda de la propiedad nacional, ortodoxia fiscal y monetaria, contención salarial, liquidación de los programas de bienestar social y su reconversión a mecanismos asistenciales o abiertamente caritativos, y claudicación de las responsabilidades constitucionales del Estado en materia económica para concesionarlas a particulares, entre otros aspectos.

En este terreno es inocultable que la administración foxista, su partido y el tricolor conforman un frente cohesionado que se juega el todo por el todo para impedir que prospere en el país una propuesta alternativa a esta escuela económica dogmática, depredadora y corruptora que ha causado estragos sociales y políticos incuantificables en América Latina.

No es de extrañar, en consecuencia, que el secretario de Gobernación convoque a panistas y priístas para acordar la aprobación legislativa rápida, indolora y tersa del Presupuesto de Egresos del año entrante, y evitar un desencuentro como el que tuvo lugar a finales del periodo anterior cuando, no tanto por diferencias en materia de política económica, sino más bien por un conflicto de intereses facciosos, la iniciativa presidencial de presupuesto fue considerablemente modificada en la Cámara de Diputados, lo que su vez derivó en una controversia entre poderes.

A fin de cuentas, la manera de distribuir los recursos públicos ­que no otra cosa es el presupuesto­ es un instrumento de política económica, y en este ámbito panistas y priístas han buscado, más que en cualquier otro, impedir los desencuentros entre sus respectivos partidos.

Con base en estas consideraciones, cabe preguntarse, por último, hasta dónde llegará esa coalición informal constituida por Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, y si panistas y priístas se verán mutuamente como adversarios en las elecciones presidenciales del año entrante o si, por el contrario, acabarán maniobrando para cerrar el paso a un proyecto político que ­a diferencia del foxista, que fue cosmético­ proponga cambios reales y de fondo en el país.

 
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