Usted está aquí: jueves 20 de octubre de 2005 Opinión La traición del güero

Gustavo Iruegas

La traición del güero

Ampliar la imagen Los presidentes Vicente Fox y Fidel Castro durante la cumbre de Monterrey en marzo de 2002 FOTO Afp Foto: Afp

No suelo escribir en primera persona. En esta ocasión lo hago para enfatizar mi decisión de asumir toda la responsabilidad de hacer público un acto que pone en evidencia el carácter perverso de alguien que hoy pretende convertirse en presidente de México, sin más proyecto que satisfacer una retorcida ambición de poder totalmente desconectada de los intereses del país como Estado y de la nación mexicana como pueblo.

El jueves 21 de marzo de 2002, en Monterrey, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiamiento del Desarrollo, el presidente de Cuba, el comandante Fidel Castro, al término de su discurso oficial, informó a la asamblea que debía abandonar el recinto "...debido a una situación especial creada por mi participación en esta cumbre, y me veo obligado a regresar de inmediato a mi país." El martes 26 de marzo de 2002 -cinco días después- la televisión cubana dedicó uno de sus programas de información política, que pueden durar hasta tres horas en el aire, y que denomina "Mesa redonda", a responsabilizar y criticar al entonces canciller de México, Jorge G. Castañeda, del incidente de Monterrey. La crítica era feroz y en ella abundaban los epítetos y calificativos infamantes dirigidos a Castañeda.

El mismo día 26 había aparecido en Granma -y vale la pena recordarlo, el órgano oficial del Partido Comunista cubano- un editorial dedicado enteramente a responsabilizar a Castañeda del incidente de Monterrey y de desarrollar toda una política para hostilizar a Cuba. Al final del escrito Granma dijo: "No pedimos otra cosa que el cese de las provocaciones, insultos, mentiras y macabros planes del señor Castañeda contra Cuba. De lo contrario, no quedará otra alternativa que divulgar lo que no hemos querido divulgar y hacer polvo sus falsos y cínicos pronunciamientos, cueste lo que cueste. ¡No lo dude nadie!"

Mientras la "Mesa redonda" se transmitía en La Habana, en la cancillería la escuchábamos vía Internet y revisábamos el editorial de Granma. Castañeda había viajado a Ginebra, donde participaría en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ese mismo día había pronunciado el discurso de posición del gobierno de México. En mi oficina, la subsecretaría para América Latina y el Caribe, se habían reunido los funcionarios del área y habían llegado el secretario particular y el jefe de asesores de Castañeda. Busqué a otros subsecretarios, pero solamente encontré al oficial mayor. Durante la reunión entró una llamada por la red presidencial. El presidente Fox me preguntó:

-¿Estás haciendo algo sobre este asunto de Cuba?

-Si señor Presidente. Estamos reunidos y vamos a proponerle algo.

-¿Qué, Jorge no puede hacer algo?

-Jorge está en Ginebra, señor Presidente.

-Pero, por teléfono, ¿no podría llamar y... pedir una disculpa?

-Jorge no es interlocutor con Cuba, señor Presidente -acerté a decir.

-Es cierto, tienes razón. Pero entonces, ¿qué se puede hacer?

-Estamos escuchando y discutiendo las alternativas. Al terminar podremos proponerle alguna cosa, señor Presidente.

Mientras yo hablaba por la red roja, el secretario de Castañeda se había comunicado con él a Ginebra y le transmitía la parte de la conversación que escuchaba. Cuando yo colgué el teléfono rojo él hizo lo propio y no hablé con Castañeda.

Nuestra discusión no fue productiva. Cuando alguno de los funcionarios presentes, a cual más proponiendo la solución más drástica, insinuó que yo estaba orientando las cosas en contra de Jorge, reaccioné con energía: les dije que de ninguna manera admitiría una insinuación como esa, que recordaran que en ese grupo el único al que no le temblaría la mano para romper relaciones era yo, y di por terminada la reunión. Permanecieron ahí los funcionarios de la subsecretaría y continuamos deliberando. Les informé de la conversación con el Presidente y de la necesidad de tener pronto una propuesta.

Considerando que el Presidente había mostrado cierta inclinación por resolver la cuestión antes que empeorarla, resolvimos proponerle que enviara un mensaje al presidente Castro que mostrara esa voluntad y permitiera ganar algún tiempo para hacer una propuesta más específica. El presidente Fox estuvo de acuerdo y me autorizó a intentarlo.

A las 10 de esa misma noche, martes 26, me reuní con el embajador de Cuba, Jorge Bolaños, en una de las mesas exteriores del ahora celebre restaurante Balmoral, en el hotel Presidente. Le dije que tenía un mensaje personal del presidente Fox para el presidente Castro y le entregué una hoja con el siguiente texto:

"Mensaje del señor Presidente Vicente Fox al señor Presidente Fidel Castro:

La crisis diplomática entre nuestros países se está saliendo de cauce y puede traer consecuencias altamente negativas para ambos que no podamos controlar. Es imperativo detener la posibilidad de que escale y promover, en cambio, que las relaciones vuelvan a la normalidad. Necesitamos actuar con responsabilidad política para restaurar la atmósfera de entendimiento que debe prevalecer entre nuestras dos naciones.

Ratifico, por ello, la determinación de mi gobierno de actuar en consecuencia.

México, D.F., 26 de marzo de 2002."

El embajador Bolaños me llamó a mi casa a las 3 de la mañana y me comunicó que el mensaje ya había sido entregado a su destinatario y en cuanto hubiera una respuesta me la comunicaría. A las 10 de la mañana del miércoles 27 me llamó, esta vez a mi oficina, y me pidió encontrarnos nuevamente en el mismo lugar una hora después. Nos sentamos en la misma mesa del Balmoral y me dijo que con la respuesta del presidente Castro, recibió órdenes de transcribirla personalmente (el texto que me entregó era manuscrito) y de señalar que la palabra clave de ese mensaje era "decorosa". El texto dice lo siguiente:

"Respuesta para el señor Presidente Vicente Fox.

Recibí su mensaje.

Ruego me diga que fórmula decorosa usted sugiere para evitar los daños y consecuencias del conflicto surgido.

Fidel Castro".

Cuando estábamos conversando en la mesa externa del Balmoral salió de la parte interior del restaurante el periodista Raymundo Rivapalacio, quien nos conocía a los dos. Al acercarse a saludar se dio cuenta de que el momento era delicado y, antes de que nosotros dijéramos palabra, él se adelantó a decir:

-Creo que, si ustedes son quienes yo creo, me tengo que retirar."

-Sí somos, y te agradecemos el gesto - le dije yo.

Terminamos nuestra conversación y mientras subíamos por las anchas escaleras de madera que llevan al vestíbulo del hotel nos encontramos a otro periodista, Carlos Marín, que a su vez nos reconoció. Dejó que el embajador se retirara y apuntó:

-Esto quiere decir que las cosas pueden mejorar. ¿Podría preguntar cómo van las cosas?

-No, porque seguramente tu patriotismo te lo impediría -fue mi respuesta.

-No me eches encima a la patria -me reclamó sonriente.

Al día siguiente apareció una escueta nota en El Universal, firmada por Carlos Benavides, que solamente daba cuenta de nuestra presencia en el lugar. Con la respuesta en la mano y ya desde mi oficina de nuevo volví a comunicarme con el señor presidente Fox y le informé de los avances que habíamos hecho en cumplimiento de su encargo. Le dije también que, si lo autorizaba, escribiríamos un borrador de carta para su consideración en la que se propusiera a la contraparte cubana los criterios y principios para normar hacia el futuro la conducción de las relaciones entre ambas naciones.

El presidente Fox se dio por enterado y me preguntó (ordenó) si podríamos esperar al regreso del canciller Castañeda para continuar el asunto. Al día siguiente era Jueves Santo y el presidente pasaría los días libres en su rancho de Guanajuato.

Esa noche me comuniqué nuevamente con el embajador Bolaños y le dije que el presidente Fox ya estaba informado y después de los días de descanso continuaríamos nuestra gestión.

El lunes primero y el miércoles tres de abril en mi oficina se preparó un borrador de carta del presidente Fox al presidente Castro. Decía así:

"Los Pinos, México, D.F., a de abril de 2002.

Comandante Fidel Castro Ruz,

Presidente de la República de Cuba.

Presente.

Estimado Presidente:

A lo largo de cien años de profunda fraternidad y de duras pruebas, Cuba y México han construido una relación de alto contenido histórico, enriquecida por el caudal de aportaciones de nuestras sociedades, que marcaron siempre el rumbo a sus gobiernos.

Nuestros países son maduros, responsables y fuertemente independientes. Han afirmado sus relaciones en los más altos valores de aplicación universal, que explican y modelan la aspiración común de edificar un mundo justo, en que ambos pueblos alcancen su pleno desarrollo.

Somos naciones respetadas en el concierto mundial, nos ha animado siempre un espíritu de unión, por encima de cualquier coyuntura, que ha dado a nuestra relación un carácter ejemplar por su intensa realidad de afecto, decoro y compromiso. Gracias a este carácter somos capaces de ubicar, en su justa dimensión, la coincidencia y el desencuentro con una clara voluntad de exaltar la convergencia y reducir las diferencias.

Tales diferencias, naturales en relaciones de tanta raigambre y amplitud, han de ceñirse a un marco invariable de respeto al derecho del otro, lo mismo entre personas como entre instituciones y naciones. Esta lección, que debemos honrar, proviene de la misma esencia de dignidad y congruencia que sostuvieron y nos legaron Juárez y Martí.

Con ese espíritu fraterno, propongo a usted los siguientes criterios y principios para normar hacia el futuro la conducción de nuestras relaciones, de manera que no sólo encuentren en ellos su fortalecimiento sino que puedan convertirse en un nuevo paradigma de vinculación entre naciones latinoamericanas afines en su pasado y en la búsqueda de un destino compartido.

1. La relación es centenaria y se proyecta hacia el largo plazo. Nuestros gobiernos están llamados a preservar su continuidad y a impedir, sobre todo, que la coyuntura o los desencuentros momentáneos afecten el sentido, la naturaleza y la propia existencia de la vinculación.

2. La relación se ubica en el marco de un respeto irrestricto a los órganos y a los representantes de ambos Estados. Debemos comprometernos a erradicar la mención ofensiva de personas, instituciones y procesos de un país en otro, en cualquier clase de expresión pública o mediante el uso de cualquier medio de comunicación.

3. La relación es un conjunto de gran diversidad en el que participan los gobiernos y ambas sociedades. Nuestros pueblos mantienen en un alto nivel de sensibilidad la relación, por lo que la gestión de gobierno debe acoger ese interés compartido. Como pocas vinculaciones en el mundo, la nuestra se proyecta en el quehacer interno de las dos naciones; por ende, debemos ser extremadamente cuidadosos para evitar que nuestras expresiones oficiales tiendan hacia la polarización, sea en un país o en el otro.

4. La relación se sostiene en valores y principios de aplicación universal. Desde su formación nacional, Cuba y México han mantenido una firme creencia en los postulados que rigen la convivencia entre las naciones y que, en sus respectivos ámbitos internos, dan razón de ser a sus instituciones nacionales. En su estructura constitucional nuestros países atribuyen la mayor importancia a la preservación y a la promoción de los derechos inmanentes de los pueblos y a los derechos de las personas. La defensa de tales valores, en todos los foros, es la más alta responsabilidad de los gobiernos. Esta no puede ni debe entenderse con un propósito selectivo, que sería contrario a la naturaleza universal de esos derechos. Estamos llamados a asumir con inequívoca congruencia estas posiciones, sin excepciones que hagan nugatoria la voluntad de las naciones de abrirse, por igual, al obligado escrutinio del derecho internacional.

5. La relación se sostiene en una agenda de variados y complejos intereses que, en su perspectiva particular, tienen lógica propia dentro del conjunto. Ello nos impone la obligación de evitar, en todo momento, que los eventuales desacuerdos en algún aspecto específico contaminen los demás componentes de nuestra rica vinculación y comprometan su horizonte. Debemos esforzarnos para que, unidos en las coincidencias esenciales, podamos constituir una fuerza de singular influencia en la construcción del nuevo sistema internacional.

Estimado Presidente:

Si estos criterios y principios son compartidos por su gobierno, le pido entonces considerarlos como la pauta que norme nuestra conducción de las relaciones que unen a Cuba y México. Ello nos permitirá perseverar en la búsqueda de la patria común en la que se afanan, cotidianamente, nuestros pueblos.

Aprovecho esta oportunidad para renovar a usted el testimonio de mi más alta y distinguida consideración.

El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos

Vicente Fox Quesada".

Los hechos y documentos hasta ahora divulgados fueron incluidos en una carpeta, precedidos de un memorando para acuerdo presidencial que planteaba los hechos, la situación, las opciones y la propuesta. Se encuadernaron cinco ejemplares numerados. El viernes 5 de abril, al finalizar una reunión en Los Pinos para preparar la participación del presidente Fox en la 16 reunión en la cumbre del Grupo de Río, a realizarse en San José de Costa Rica los días 11 y 12 de ese mes, el canciller Castañeda se disponía a pasar a la oficina del Presidente para continuar su acuerdo y le entregué la copia 1/5 de la carpeta que se había preparado. Al salir de la oficina presidencial, el canciller Castañeda me dijo que el Presidente prefería verla después. Me di cuenta de que el canciller, que todavía portaba la carpeta en la mano, no se la mostró al Presidente. Así impidió el cumplimiento del compromiso que, en nombre y por orden del presidente Fox, se había hecho por la vía diplomática ante el presidente Castro. El día 19 de abril México votó en contra de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos y el día 22 el presidente Castro hizo pública la grabación de su conversación telefónica con el presidente Fox del día 19 de marzo. Esa grabación probó que sí había habido una petición al presidente Castro de que se retirase de México aun antes de que terminara la conferencia. También mostró a un Presidente de México, azorado, turbado y achicado. Si Castañeda no hubiera anulado el propósito real del presidente Fox de recomponer la relación, hoy las cosas estarían en un aceptable nivel de normalidad. Primero trasladó su ruptura personal con la revolución cubana a las relaciones entre México y Cuba. Pero no se conformó con eso: para quitar de sí mismo la presión de las denuncias cubanas sobre la responsabilidad de la querella, Castañeda decidió insidiosamente elevarla al nivel del Presidente y el de la República misma. Con esa dolosa omisión envileció su amistad con Vicente, fue alevosamente desleal al presidente Fox y cometió una felonía contra el Estado mexicano, ese mismo que ahora, impúdicamente, pretende gobernar.

 
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