Usted está aquí: jueves 13 de octubre de 2005 Opinión Corrección política

Margo Glantz

Corrección política

La corrección política se corrige a sí misma: ¿no se decía universalmente hasta hace poco que Estados Unidos era un melting pot? No, me corrigen mis alumnas -sólo alumnas como debe de ser en un curso sobre literatura y violencia contra (y de) las mujeres-, hay que decir ''America (sic) es una salad bowl (sic.sic.)''.

Así es este país ''donde cada una de las minorías ocupa un lugar y le da sabor al platillo, sin permitir que desaparezcan sus cualidades distintivas". ¿Será así? No lo sé, lo que sí es definitivo es que la identidad es culinaria.

Además de la polémica que rodea a la postulación de Harriet Myers como integrante de la Corte Suprema por el simple hecho de que es una buena mujer y asimismo amiga del presidente, en muchos programas televisivos se comenta el caso de Kate Moss, la súper modelo recién expulsada del paraíso de la moda. ¿Cuál fue la verdadera razón de su despido, se preguntan? ''¿En verdad, sólo la droga, no sería la edad?"

The New York Times da otra explicación: se sabe que la mayoría de quienes participan de ese mundo están afiliados a ella (Donatella Versace, Marc Jacobs, Calvin Klein), dato anodino mientras no haya pruebas fidedignas de la adicción, y no haya ninguna fotografía como la aparecida en los tabloides londinenses: la modelo agarrada con las manos en la masa, de manera no muy distinta a la mayoría de las modelos que utilizan unos coquetos recipientes en forma de lápiz labial para transportar la cocaína o que, cuando se saludan, dicen con admiración, ¿usas perfume Chanel?, código que infaliblemente conecta con la droga, indispensable para ellos, quizá, por varias razones: la enorme presión a la que se sujetan los que participan de ese mundo y también a que consumir drogas les permite a las modelos mantenerse en forma y definir con su porte un tipo de elegancia que sólo se asocia con la extrema delgadez.

Para el autor del largo artículo del diario neoyorquino, la ruptura del contrato de Moss se asemeja peligrosamente a un acto dictatorial. En un artículo aparecido antes del escándalo, la modelo se muestra como una bella joven de cabello largo y rubio, artísticamente desaliñado, rostro demacrado y ojeras pronunciadas, muy delgada; sexy pants de pana gris y un ancho cinturón negro con la hebilla abrochada cerca de la cadera, una blusa negra de cuello en v deja entrever un fragmento de carne, los brazos van desnudos y en la mano derecha lleva un vaso de plástico lleno de, ¿Coca-Cola? Collares delicados en el cuello y varias pulseras muy finas en la muñeca izquierda, donde se ostenta también la inevitable pulsera amarilla de plástico, prueba de que se ha contribuido a la campaña contra el cáncer de pecho. Se completa la figura con unas botas de cosaco que llegan casi a la rodilla y una actitud desenfadada.

¿Es el mundo de la moda un pequeño Kremlin, pregunta el articulista? ''Mientras varios de los clientes corporativos de Kate Moss hicieron declaraciones mojigatas en contra de la droga y comentarios escandalizados sobre la modelo, al tiempo que liquidaban su contrato, la firma Christian Dior efectuó una maniobra más efectiva que sólo podía provenir de una industria donde, como en la antigua Unión Soviética, la verdad inconveniente está sujeta a severa revisión. Simplemente se corrigió la imagen: en las páginas que aparecieron después en los periódicos internacionales se mantuvieron las botas, los sexy pants, la enorme bolsa y desapareció la cara de la muchacha".

Más afortunado ha sido John F. Welch Jr., principal funcionario de la General Electric denunciado por fraude nada menos que por su esposa.

Fraude bien documentado y bastante frecuente en nuestras latitudes: su renta, sus gastos corrientes y sus gastos suntuarios fueron pagados con dineros de la compañía, además de otros pecados menores que no pueden difundirse.

Welch está en la cárcel, pero los lectores de su último libro intitulado Ganancias han demostrado que no es el fraude lo que les interesa, sino la manifiesta habilidad del funcionario para los negocios: el libro, escrito al alimón con su actual esposa, ligada a él desde antes en célebre y publicitado adulterio, ha vendido desde su publicación en abril, ¡más de 400 mil ejemplares!

Adrian Zakheim, de la sección de negocios de la antes prestigiada editorial Penguin, ahora rama de una trasnacional, manifestó: ''Este éxito se explica porque la gente quiere verdaderos consejos sobre negocios, cosa que ya no sucede con las Memorias".

 
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