Usted está aquí: miércoles 14 de septiembre de 2005 Opinión Vaivenes de la teoría del autor

Leonardo García Tsao

Vaivenes de la teoría del autor

Toronto, 13 de septiembre. Para promover en el festival de esta ciudad la exhibición de Los tres entierros de Melquiades Estrada, el guionista mexicano Guillermo Arriaga ha insistido, una vez más, en su postura de que la autoría de una película debería ser acreditada tanto al guionista como al director. Eso ha encontrado un argumento desfavorable en el caso del proyecto de Cielo, Infierno y Purgatorio, a ser dirigido originalmente por el polaco Kyrsztof Kieslowski sobre un guión de su colaborador habitual Krysztof Piesiewicz. Según se sabe, tras la muerte prematura del realizador, la primera parte fue dirigida por el alemán Tom Tykwer con resultado no muy notable, que nadie confundiría con una obra de Kieslowski. Y la segunda le ha correspondido al bosnio Danis Tanovic.

Así, L'enfer (El infierno) es ejemplo de producción multinacional en el que se invirtieron capitales de Francia, Italia, Bélgica y Japón con un reparto francés, pero pocos rastros de su inspiración polaca. Si bien es bastante diferente a No man's land (2001), la sobrestimada realización anterior de Tanovic tampoco evoca mucho a Kieslowski -o a Piesiewicz- aunque estén presentes sus temas sobre el destino, la casualidad y la fe. La acción se sitúa en París para mostrarnos la insatisfactoria vida de tres hermanas: Sophie (Emmanuelle Béart) vive atormentada por la infidelidad de su marido; Anne (Marie Gillain) está embarazada de su amante, un profesor universitario que quiere romper con ella, y Céline (Karin Virad), una mujer solitaria, es la única de las tres que cuida a la madre paralítica (Carole Bouquet). Las diferentes instancias de malestar tienen su origen en un hecho traumático de la familia que, a su vez, es revelado como un malentendido. Tanovic es poco sutil con las paradojas de su relato y carece de la gravedad de Kieslowski, digamos, para conferirle una resonancia metafísica. Sin embargo, es una película más compleja y elegante que No man's land.

Por otro lado, el director inglés Michael Winterbottom es un reto a la teoría del autor, pues su filmografía tiene los altibajos más pronunciados del cine contemporáneo. Por suerte, Tristam Shandy: a cock and bull story pertenece a la parte afortunada de su obra. No es tanto una adaptación del libro clásico de Laurence Sterne, sino una crónica del rodaje ficticio de la misma, protagonizado por Steve Coogan en el papel de un actor llamado Steve Coogan, precisamente.

Todo es muy brechtiano y a la vez divertido, en lo que se hace una parodia sobre cierto cine de autor -Fellini, Greenaway y Kubrick son citados musicalmente- y una mirada burlona al caótico proceso de filmar una película. El gracioso Coogan -también narrador de 24 hour party people, la anterior cinta satisfactoria de Winterbottom- es mostrado como un narcisista preocupado porque un actor secundario (Rob Brydon) lo opaque, o porque la visita de su novia e hijo recién nacido interrumpa el coqueteo con su asistente. La interacción entre Coogan y Brydon es lo más chistoso de Tristam Shandy, incluyendo un sketch durante los créditos finales en que los dos compiten para establecer quién hace la mejor imitación de Al Pacino.

Más imprevisible que la carrera de Winterbottom ha sido el clima imperante en el festival. Si alguien duda del calentamiento global debería tomar nota del aspecto veraniego que ha tenido Toronto esta semana, con temperaturas que rebasan 30 grados centígrados y una humedad consecuente. Los mirones están de plácemes, pues las mujeres caminan por las calles en atuendos playeros... pero no se atreverían a entrar así a una sala de cine, porque ahí el aire acondicionado está puesto a niveles de refrigerador. Los sacrificios que hace uno por asistir a un festival de cine.

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