Usted está aquí: viernes 29 de julio de 2005 Opinión Reconstitución de los pueblos indígenas

Gilberto López y Rivas

Reconstitución de los pueblos indígenas

Servicios del Pueblo Mixe y la Universidad Indígena Intercultural Ayuuk organizaron recientemente en Oaxaca un seminario para reflexionar, desde la historia, el territorio y las autonomías, en torno al tema de la reconstitución de los pueblos indios, entendiendo este concepto no en sus acepciones nativistas de restaurar un pasado idealizado, sino más bien, en sus connotaciones hacia un futuro de unificación de los pueblos, de articulación intracomunitaria, regional y macrorregional, de fortalecimiento de su conciencia autonómica, construcción o reconstrucción de formas de organización política, territorial y cultural más amplias y representativas frente al Estado, la sociedad nacional y el sistema socioeconómico dominante.

También implica el restablecimiento y desarrollo de formas de propiedad comunal asediadas por la vorágine neoliberal, de la asamblea como órgano máximo de poder comunal y la vigencia del sistema de cargos, el tequio o trabajo colectivo gratuito, la festividad como cohesión sociocultural y el territorio como espacio de relación íntima con la naturaleza y de reproducción material y cosmogónica de los pueblos.

Se observó a la historia como instrumento descolonizador de concientización y reforzamiento de las identidades étnicas con base en una perspectiva dinámica que observa a las culturas indígenas en permanente trasformación y adaptación para preservar como distintivo primordial el carácter colectivo de sus instituciones, percepción del mundo y relación entre personas versus las estructuras políticas verticales y autoritarias basadas en individuos competitivos y enfrentados entre sí.

Se reiteró la crítica a las formas impositivas de arriba-abajo en que fueron conformados los estados nacionales contemporáneos y el reto que representa establecer redes comunitarias y regionales horizontales que busquen la resolución de conflictos con base en formas de democracia directa, como las experimentadas por los mayas zapatistas, y a partir del ejercicio de sus autonomías.

Las autonomías son eje esencial de la reconstitución, ya que implican el fortalecimiento de un sujeto que toma en sus manos el gobierno en todos los ámbitos y niveles que lo hagan valer. Para ello es necesario un interlocutor político que represente al colectivo y que esté por encima del interés partidario, individual o de grupo.

El EZLN es el ejemplo más representativo de este instrumento en manos de los pueblos en busca de la autonomía, porque representa las decisiones y voluntades de las comunidades, tiene una base territorial y una multiculturalidad que enriquece los alcances y el consenso de los gobiernos municipales autónomos y las juntas de buen gobierno; mantiene arraigo de base comunal como fundamento de formas organizativas democráticas regionales, suprarregionales e incluso, según demuestra la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, nacionales e internacionales. Este interlocutor político no suplanta el poder de los colectivos participando en los distintos gobiernos autónomos, pero vela por el mantenimiento de redes comunitarias y regionales, combate la fragmentación del tejido social y las actividades de la contrainsurgencia, los paramilitares, los partidos políticos, las iglesias y la diversidad de grupos de toda índole que confrontan con sus acciones a las autonomías.

Tanto la uniformidad de la imposición cultural y lingüística, como la discriminación y el racismo de la explotación preferente son igualmente disolventes de las identidades de los pueblos indios, contra las que se rebelan los movimientos de resistencia indígena, contribuyendo con ello a la conformación de este sujeto autonómico que toma conciencia de sí y para sí, como identidad diferenciada que busca su autoafirmación positiva en los autogobiernos y en su presencia en todos los niveles de la vida nacional. Este hecho, la conformación de sujetos autonómicos de alcance y presencia nacionales, con lealtades compartidas entre sus reivindicaciones propiamente étnicas y los proyectos democráticos de carácter nacional-popular, es la mayor conquista de estos años de lucha por la reconstitución de los pueblos indios de nuestro país.

Por ello, en el seminario se destacó la importancia de la Sexta Declaración en cuanto al nuevo movimiento al que este documento convoca en la resistencia de los pueblos indios. Se coincide en la idea de que "un nuevo paso adelante en la lucha indígena sólo es posible si el indígena se junta con obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados... o sea, los trabajadores de la ciudad y el campo". En esta dirección, el EZLN afirma: "Vamos a seguir luchando por los pueblos indios de México, pero ya no sólo por ellos ni sólo con ellos, sino que por todos los explotados y desposeídos de México, con todos ellos y en todo el país".

Contrario a la concepción que enclaustra a los pueblos indios en los espacios de sus propias luchas como expresión del localismo al que esta perspectiva los condena, la Sexta muestra la generosidad de quienes están dispuestos a perder lo conquistado en aras de la congruencia con sus principios libertarios y de solidaridad con el resto de los oprimidos de México y el mundo. Estas no son "antiguas obsesiones metaterritoriales" de un zapatismo "rebasado", sino las bases mismas de sustento de un movimiento anticapitalista de largo aliento que es consciente de la precariedad de un proceso que pudiera aislarse si se reduce a lo rural-local y si autolimita el campo de sus alianzas.

No impongamos a los movimientos el determinismo de nuestras interpretaciones y concepciones del mundo y valoremos la audacia de emprender nuevos y arriesgados caminos.

 
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