Usted está aquí: domingo 26 de junio de 2005 Opinión Repatriar a los emigrantes: vivos o muertos

Jorge Santibáñez Romellón *

Repatriar a los emigrantes: vivos o muertos

En la misma época, hace un año dio inicio el programa de repatriación de emigrantes mexicanos detenidos por la Patrulla Fronteriza en la región de Arizona. Consiste en regresar gratuitamente a los indocumentados que después de ser capturados deciden, de manera totalmente voluntaria, regresar a sus lugares de origen y no permanecer en la ciudad fronteriza por donde son devueltos. El transporte es pagado por el gobierno de Estados Unidos, que este año contrató los servicios de Aeroméxico pagando por el viaje de cada emigrante, desde la ciudad de Tucson, en el estado de Arizona, a la ciudad de México, poco menos de mil dólares (costo inexplicable, toda vez que el vuelo regular se puede obtener por un precio menor). El programa es operado de manera conjunta con autoridades mexicanas y tiene aristas sobre las cuales es importante reflexionar más detenidamente.

Este programa surge como una reacción para mostrar que "algo" se está haciendo en una región de cruce indocumentado hacia la cual la política estadunidense de control de la frontera ha desviado los flujos migratorios. Por más que se critique, debemos reconocerle que presta ayuda a buen número de mexicanos -cansados después de intentar varias veces y hasta por varios días, de manera infructuosa, internarse en Estados Unidos- una vez que han vivido de cerca la noche en el desierto, las altas temperaturas y el miedo de ni siquiera saber dónde se encuentran. Según estimaciones de El Colegio de la Frontera Norte, 30 por ciento de los emigrantes en estas condiciones prefieren regresar a sus lugares de origen, y aun aceptando que el retorno sólo sea temporal, el programa por lo menos les evita, en este viaje, riesgos mayores y solamente por eso debe ser bienvenido.

Por supuesto, no debemos engañarnos, el programa salva algunas vidas, pero no resuelve nada. El emigrante que se acoge a él, muy seguramente, después de un tiempo en su lugar de origen, de no encontrar trabajo y de superar el trauma de haber sufrido el desierto, lo más probable es que vuelva a intentar el cruce hacia Estados Unidos.

Por otro lado, el gobierno mexicano, como en muchos otros casos, no aprende de las enseñanzas que dejó el primer año de operación. Muchas de las críticas que seguramente recibirá el programa se derivan de su operatividad más que del proyecto mismo, y muchas de éstas serían evitables si se adoptara otra actitud. Claro, habrá que ser vigilantes de eventuales abusos en el trayecto, pero eso no basta; sería bueno garantizar que el programa funcione correctamente, que las devoluciones sean realmente voluntarias, que adicionalmente se generen programas de reinserción en las zonas de origen, que ayuden al emigrante a superar lo que para muchos de ellos es un fracaso, como puede ser algún programa de empleo, aunque éste sea de carácter temporal. Se ha insistido, sin éxito, en que la sociedad civil tenga una participación en la operación del programa, toda vez que ello le daría transparencia a éste y evitaría las críticas.

Por último, sería bueno analizar el papel que pueden jugar una serie de actores de carácter privado que lucran, de manera perfectamente legal y en algunos casos en forma inmoral (hoteles, líneas aéreas, prestadores de servicios, etcétera) con este proceso, y que no contribuyen en nada a su solución o alivio, a pesar de los enormes beneficios que de él obtienen. Por ejemplo, la compañía Aeroméxico, que fue contratada por el gobierno estadunidense para regresar a los emigrantes, es la misma que los lleva a esa zona y los deposita en la ciudad de Hermosillo. Es decir, ahora el boleto de ida lo paga el emigrante y el de regreso el gobierno de Estados Unidos, el negocio es doble, ahora sí: es redondo.

Por ello resulta por lo menos vergonzoso que esta misma compañía ignore las solicitudes que de manera reiterada le han formulado organizaciones de la sociedad civil para que transporte de manera gratuita los cadáveres de los emigrantes que fallecieron en su intento de cruzar hacia Estados Unidos y que no tuvieron la opción de acogerse al programa de repatriación. Efectivamente, la Coalición Pro Defensa del Migrante, una red bajacaliforniana de albergues para migrantes, ha solicitado, sin obtener respuesta, que Aeroméxico transporte gratuitamente dichos cadáveres, en virtud de las enormes ganancias que el proceso le ha dejado. Inclusive puede hacerlo en los mismos vuelos en los que se regresa a los emigrantes vivos y que obviamente vienen sin equipaje alguno; se podrían regresar los ataúdes de aquellos que fallecieron, todo esto sin incurrir en costo alguno.

Un mínimo de compromiso social hacia un proceso que les deja tanto dinero, ¿es mucho pedir? Así como se gestionó el regreso de los emigrantes vivos, ¿no se podría negociar el de los emigrantes muertos? ¿Cuál es la moral que rige a quienes su supone gestionan este proceso?

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

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