Usted está aquí: miércoles 15 de junio de 2005 Cultura No quiero ópera, ése es el mundo de lo ridículo; deseo verdad: Ernestina Garfias

Directora del montaje de Rigoletto que se presentará en el Teatro de la Ciudad

No quiero ópera, ése es el mundo de lo ridículo; deseo verdad: Ernestina Garfias

ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen Los cantantes Rosa Elvira Sierra y Genaro Sulvar�durante un ensayo de Rigoletto, de Verdi, a cargo de la Compa�Opera de M�co FOTO Mar�Luisa Severiano

¡Mátalo! ¡Pero con ganas, mátalo! La directora de escena Ernestina Garfias azuza así a la joven soprano Belem Rodríguez. ¡Con más rabia! ¡Con furia! ¡Con lo que quieras, pero mátalo! No se te cree nada.

De pie, entre el foso de la orquesta y el proscenio, la maestra, una de las grandes glorias de la Epoca de Oro del bel canto nacional, insiste en su exigencia de veracidad, llegando casi al regaño.

Inconforme, interrumpe una y otra vez el ensayo de Rigoletto para dar indicaciones a los cantantes sobre su manera de actuar, inclusive se detiene en corregir la forma de pararse sobre el escenario. Varias veces se mesa los cabellos con las manos, desesperada, y musita algo incomprensible, algo así como un no tienen remedio.

''¡No quiero ópera, ése es el mundo de lo ridículo; quiero verdad!'', enfatiza dirigiéndose a los cantantes.

Tal fue la tónica de lo que ocurrió ayer en el Teatro de la Ciudad, en los últimos preparativos que hace la Compañía Opera de México para presentar en ese recinto, a partir del domingo próximo, Rigoletto, una de las obras más famosas de Giuseppe Verdi.

Apego a los cánones del compositor

Dirigir esta puesta en escena tiene especial significado para Ernestina Garfias, según dice en entrevista:

''Rigoletto es la ópera que más amo. Fue la que me abrió las puertas en el mundo. Con ella debuté en Italia (1953), antes que en México; también en Estados Unidos, en Monterrey y finalmente en la capital de la República. Siempre con grandes elencos y gran éxito. La conozco entonces de la primera a la última nota, y no tiene desperdicio; es la obra perfecta."

La propuesta de montaje que hace la directora escénica está apegada a los cánones del compositor italiano. Ello obedece, explica, a que ''es una obra maestra, y como tal uno debe respetarla al máximo. No es que esté en contra de lecturas diferentes, pero, ¿acaso usted se atrevería a enmendar una plana de El Quijote?"

Agrega: ''Es muy difícil, en realidad, que haya una ópera chabacana. Y más difícil aún, encontrar el hilo negro. El papel que nos queda entonces a cantantes y directores es tener un profundo amor por lo que se hace y tratar de sacar nuestro trabajo a la perfección".

Tal objetivo, el de la perfección, explica lo exigente que es la ex cantante con los protagonistas de la puesta.

''Cada palabra, cada gesto, son esenciales. Por eso la ópera es tan díficil. No sólo basta tener buena voz y hacer gorgoritos bonitos. Hay que hacer reales a los personajes y la interpretación. Tan importante lo uno como lo otro", enfatiza.

La maestra es de trato duro en su trabajo, pero generosa:

''Me he fijado ayudar a los jóvenes por lo que me resta de vida, que según creo es ya poco; tengo 77 años. De plano soy honesta, y si alguien no tiene con qué, pues les digo que mejor se vaya a vender seguros o a tener muchos hijos. La ópera del país necesita más un colorado que mil descoloridos."

 
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