Usted está aquí: sábado 11 de junio de 2005 Opinión Los ricos, cada vez más ricos; los pobres, cada vez peor

Editorial

Los ricos, cada vez más ricos; los pobres, cada vez peor

La desigualdad en la distribución de la riqueza ha aumentado en los pasados dos años. Un reporte del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) reveló que el ingreso de la décima parte de los mexicanos más acaudalados creció a una tasa de 3.4 por ciento entre 2002 y 2004. En contraste, los ingresos de 10 por ciento de los habitantes más pobres del país apenas aumentó 1.4 por ciento, es decir, tres veces menos en comparación con los más ricos. Si bien estas cifras fueron ampliamente criticadas en la prensa nacional por incompletas, ponen en evidencia la precaria situación en la que vive la mayoría de la población y la creciente de- sigualdad presente en la sociedad mexicana.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2004, la concentración de la riqueza ha aumentado en los recientes dos años: los hogares más ricos gozan de 42.1 por ciento del ingreso nacional, casi dos puntos más que en 2002. En cambio, la población más pobre del país apenas obtuvo 23.4 por ciento del ingreso, ligeramente menor al reportado hace dos años. En detalle, la encuesta señala que los hogares más pobres percibieron un promedio por persona de mil 178 pesos por trimestre, cantidad que a duras penas alcanza para malcomer. En el otro extremo del espectro, los más ricos ganaron 33 mil 559 pesos trimestrales por persona, más de 30 veces lo que ganan los pobres.

Los datos del INEGI demuestran que México está fracasando en mejorar la distribución de la riqueza, por tanto, en la calidad de vida de sus habitantes. De hecho, el país está avanzando hacia una delicada situación en la que se están creando relaciones de creciente falta de equidad, en las que se generan cuadros de pobreza extrema y exclusión social, como explotación, discriminación y violencia. Un ejemplo sería la alta tasa de deserción escolar: los menores de edad, muchos de ellos de nivel primaria, abandonan la escuela para trabajar y aportar algún dinero a la maltrecha economía familiar.

La directora de Equidad y Género de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, María Reyes, informó recientemente que unos 3 millones 300 mil niños laboran, y que unos 16 mil más son explotados sexualmente en el país. Y no todos los infantes que trabajan perciben un salario: sólo 71 por ciento de los niños y el 28 por ciento de las niñas reciben alguna remuneración. Asimismo, según INEGI, existen poco más de 370 mil menores jornaleros, muchos de los cuales son migrantes que ni siquiera saben leer y escribir, lo que los deja en una estado de total indefensión ante la explotación laboral.

Ante este desolador panorama resulta evidente que México no podrá cumplir con la meta de la Cumbre del Milenio, organizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para reducir la pobreza a la mitad en el año 2015. También queda claro que el actual gobierno no ha hecho nada para cerrar la brecha entre ricos y pobres, condición indispensable para alcanzar el desarrollo sostenible y equitativo, como señala la ONU. Por si fuera poco, de persistir esta monstruosa desigualdad, se corre el riesgo de caer en una peligrosa espiral de inestabilidad social, por lo que urge que las clases política y empresarial, junto con líderes de la sociedad civil, actúen antes de que sea demasiado tarde.

 
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