Usted está aquí: viernes 10 de junio de 2005 Cultura Crónica visual de dos estéticas disímbolas alrededor de Nueva York

Reúne el museo Carrillo Gil obra de José Clemente Orozco y Miguel Covarrubias

Crónica visual de dos estéticas disímbolas alrededor de Nueva York

Los fabulosos 20 se exhibirá en el contexto de la muestra de la artista africana Kara Walker

MERRY MAC MASTERS

Ampliar la imagen Una de la obras del Chamaco Covarrubias incluida en la muestra que recoge el encuentro del caricaturista con Orozco en la urbe de hierro FOTO Cortes�Museo Carrillo Gil

De temperamentos diferentes, expectativas profesionales casi opuestas y obra artística disímbola, José Clemente Orozco y Miguel Covarrubias eran como el agua y el aceite. Ambos coincidieron en Nueva York, inclusive en 1924 José Juan Tablada les organizó una exposición, junto con el escultor en cera Luis Hidalgo, en el Whitney Studio.

Sin embargo, se frecuentaron poco y no entablaron amistad, a pesar de la admiración que Covarrubias profesaba por Orozco, quien ''quizá influye en su vocación temprana por el dibujo satírico".

Ahora el Museo de Arte Carrillo Gil los ha reunido en Los fabulosos veinte. Orozco y Covarrubias en Nueva York, exposición de alrededor de 200 piezas, entre pintura, grabado, dibujo y material documental, que será inaugurada el jueves 16 de junio a las 20 horas en el contexto de la muestra Kara Walker, artista afroamericana que indaga sobre la relación entre raza, género y sexualidad, que concluirá exhibición el 3 de julio.

De acuerdo con Sylvia Navarrete, curadora de Los fabulosos veinte, al hacer la muestra de Kara Walker, el director del museo, Carlos Ashida, le planteó hacer algo sobre Nueva York en la década de los 20, a partir de la obra de Orozco en la colección permanente, que incluiría ''los dibujos de negros de Covarrubias", a la manera de una crónica visual de dos artistas con visiones distintas.

En cuanto a las diferencias entre Covarrubias (1904-1957) y Orozco (1883-1949), ''se supone que el Chamaco estaba involucrado en círculos mucho más frívolos y, como formaba parte de la farándula, tenía una vida social muy animada y divertida, mientras que el muralista era alguien que sobrevivía en Estados Unidos. Covarrubias ganaba un dineral, pero a Orozco le iba muy mal porque era muy difícil para un artista mexicano posicionarse en los años 20 y 30 en ese país, hasta que Alma Reed lo ayudó y abrieron una galería juntos. Luego vinieron los grandes encargos de los murales en las universidades".

Contexto literario con poemas de Tablada

Para Navarrete había una cierta ''envidia" por parte de Orozco, ''que se ve en las cartas que escribe a su esposa, porque se sorprende mucho de que Covarrubias pudiera vender un dibujo en 300 dólares, cuando Picasso lo hacía en 250 dólares y él mismo no vende". Estos artistas sí compartían ciertos gustos, como ir a ''los bajos fondos y los paseos populares".

La obra de Covarrubias, incluida en la muestra, proviene de la colección Fundación Universidad de las Américas (UDLA), Puebla; la colección Carlos Monsiváis; la Casa Luis Barragán, así como otros acervos particulares, mientras que la de Orozco (1883-1949) pertenece al museo Carrillo Gil.

Esa universidad es depositaria del Archivo Miguel Covarrubias, proveniente del legado del arquitecto Luis Barragán, quien lo heredó de la bailarina Rosa Rolando, esposa del caricaturista. Navarrete lo investigó el año pasado para el libro que le propuso la UDLA, en aras del centenario de nacimiento del Chamaco, el 21 de octubre de 2004.

También subdirectora del Carrillo Gil, Navarrete señala que en el archivo de la UDLA ''hay muchísimo material que refleja el interés de Covarrubias por los derechos de los negros, así como por toda esta cuestión de la marginación y discriminación. Entonces, por parte del Chamaco, vamos a incluir dibujos y caricaturas, pero de los transeúntes y cafeterías, también bocetos de la serie Negro drawings''.

El Chamaco solía recortar de las revistas fotos de cantantes como Bessie Smith, Louis Armstrong y Lena Horn, así como todos los artículos que salían en la prensa, por ejemplo, reportajes sobre Harlem en Life.

Este material documental, indica la entrevistada, complementa la reflexión a la que invita una artista contemporáneo como Kara Walker.

La exposición adquiere un contexto literario e histórico mediante una selección de poemas de Tablada, reproducidos sobre las paredes de las salas, que Sylvia Navarrete describe como ''un poco cursis, ampulosos, pero muy sensuales, que de repente tienen ese encanto anacrónico de los años 20".

 
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