Usted está aquí: viernes 10 de junio de 2005 Opinión Don Quijote entre quimeras

José Cueli

Don Quijote entre quimeras

Por los senderos del tiempo, la novela y la poesía vayamos al Toboso, iluminados por el pensamiento de María Zambrano, en pos de una quimera, tras la huella de la mujer melancólica, amada, amante o quimera, hoguera de pasión inasible, irreductible, tan sólo fantasía? Pero, ¿se sabe ella amada, se sabe fantaseada por Don Quijote? ¿O es llama inenarrable, fuente de ternura peregrina y doble inexistencia de la pasión? ¿Es Dulcinea viviente realidad o tal vez sólo esencia, espectro fantasmal de una quimera? ¿Encarna ella las razones del amor?

O más bien Dulcinea responde a la herida del hombre, que nunca pudo encontrarse con la amada única en el instante único, en una soledad única. ¡Instante inapresable, huella sin origen, mujer, síntoma del hombre! Desesperación por una revelación que nunca llega, palabra nunca pronunciada, anhelo por la verdad verdadera, instante fugaz, palabra dicha por dos o por nadie. Fantasía que apenas delineada se escapa, se va de las manos.

A Cervantes la literatura se le había presentado en el alma y vivía en ella bajo la figura de la mujer. Mientras que a Freud la mujer se le presenta como continente negro, como la gran pregunta que el sicoanálisis no ha podido responder. Para ambos, la mujer, el amor y el tiempo más que imagen son horizonte que no alcanza a ser mirado del todo. Horizonte que se oculta al develarse y se devela al ocultarse.

Mas Aldonza no era suya ni de nadie, tan sólo cielo inexistente, plegaria nunca pronunciada, equívoco del amor; tan sólo alcanzable como amor inexistente, doble inexistencia: amor inexistente e inexistencia de lo amado, inexistencia del amor en forma de mujer inexistente, doble inexistencia de lo amado y del que ama.

Aldonza o Penélope tejen la hilatura, retomando la labor desde cero, pálidas inmutables fantaseando con tejer la hilatura del amor, rexperimentando su vacío, en la espera, siempre en la espera, haciendo y deshaciendo las hebras del deseo para volver a retomarlas en un nuevo tejido. Amor, deseo y feminidad en constante movimiento de vaivén de la pérdida al retorno; Fort-Da. Presencia, ausencia, angustiosa espera del amor que no llega.

En palabras de Lacan: ''Lo que interviene en la relación de amor, lo que se pide como signo de amor, es siempre algo que sólo vale como signo y como ninguna otra cosa (...) No hay mayor don posible, mayor signo de amor que el don de lo que no se tiene (...), pues lo que establece la relación de amor es que el don se da, digámoslo así, por nada.

''El principio de intercambio es nada por nada (...) En el don de amor se da algo por nada, y sólo puede ser nada. El sujeto da algo en forma gratuita, pues tras lo que da está todo lo que le falta, el sujeto sacrifica más allá de lo que tiene.''

 
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