Usted está aquí: viernes 10 de junio de 2005 Economía ECONOMIA MORAL

ECONOMIA MORAL

Julio Boltvinik

Trabajo y evolución del ser humano

Tras la evidencia científica del papel de la fabricación de herramientas

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

HABLAR DE LA LIBERTAD de una mosca o de un salmón no tiene mucho sentido. En buena medida ello se debe a que suponemos que toda su vida está dictada por instintos, fuerzas heredadas que explican toda su conducta. Cuando hablamos del ser humano, en cambio, destacamos la libertad y concebimos su propia vida como algo que depende, al menos en parte, de sus propias decisiones. Ello es así porque suponemos que los instintos están ausentes o debilitados. Lo que aparece así es lo que podríamos llamar la libertad biológica. La especie humana sería una especie libre.

EN MI TESIS DOCTORAL, Ampliar la mirada. Un nuevo enfoque de la pobreza y el florecimiento humano (que está disponible en las bibliotecas de ciencias sociales más importantes de la ciudad de México y en la del CIESAS de Occidente, en Guadalajara), abordé este asunto vinculando las posturas de Maslow (sicólogo) y de Fromm (sicoanalista) con la del filósofo marxista Giörgy Markus (alumno de Lukács). En primer lugar, destaco la lectura magistral que lleva a cabo Markus de la concepción del ser humano de Marx, desde la perspectiva de la antropología filosófica,1 la que permite entender cómo el carácter mediado del trabajo humano (que se dirige a la satisfacción de las necesidades de manera indirecta a través de mediaciones, fabricando herramientas, medios de producción en general), y que contrasta con la bestia que aprehende directamente la presa que le sirve de alimento, origina la posibilidad de la ampliación constante de las actividades humanas hasta hacerlas universales, con lo cual el ser humano convierte en objetos de su actividad, de sus capacidades y necesidades, toda la naturaleza. De aquí deriva Markus un rasgo esencial del ser humano: su tendencia a la universalidad que se manifiesta en la ampliación constante de las necesidades y capacidades humanas. Para Marx es este carácter mediado del trabajo lo que hace posible la historia humana.

EN LA TESIS, el estudio de la obra de Maslow, autor de la muy conocida teoría de la jerarquía de las necesidades humanas, me llevó a la conclusión que su teoría y la de Marx-Markus coinciden en un punto fundamental. Maslow sostiene que los instintos son inexistentes en el ser humano, que todas las necesidades humanas pueden calificarse como instintoides, ya que de los tres elementos que conforman un instinto (el impulso, la actividad y el objeto), el ser humano hereda solamente el impulso, mientras que las actividades y los objetos a quienes el impulso se dirige tienen que ser aprendidos. Su visión tiene una gran coincidencia con la de Marx-Markus, ya que el animal que fabrica herramientas, tal como definió Benjamín Franklin al ser humano, lleva a cabo por definición una actividad no instintiva, sino inventada por el hombre. La ruptura de la actividad orientada directamente a la satisfacción de necesidades, lo que constituye para Marx el rasgo más esencial del ser humano, es al mismo tiempo la ruptura del dominio del ser por el instinto, su transformación en actividad instintoide, lo que significa un salto gigantesco en términos de libertad.

EN ESTA COINCIDENCIA entre Maslow y Marx concurre también Fromm, quien sostiene que, en un cierto punto de la evolución animal ocurrió una ruptura singular, la acción dejó de estar determinada en lo esencial por el instinto, dejó de estar determinada por mecanismos hereditarios dados. Fromm sostiene que cuando el animal trascendió el papel puramente pasivo de la criatura, cuando la vida adquirió conciencia de sí misma, nació el ser humano. Al concluir el análisis de esta concurrencia, señalo que aunque ninguno de nuestros tres autores tiene una respuesta a la inquietante pregunta de por qué ocurre la ruptura, los tres constatan su papel central en la determinación de la esencia humana. El enfoque antropológico filosófico de Marx-Markus, el biológico sicológico de Maslow, y el del sicoanálisis humanista de Fromm, llevan a la misma conclusión central.

EN LA TESIS presenté, entonces, un párrafo en el que sinteticé la explicación que da Desmond Morris, en El mono desnudo, del porqué de esta ruptura y en un apéndice de la tesis desarrollo su explicación. La versión de Morris tiene, al menos, tres problemas: 1) Morris es zoólogo y no paleoantropólogo, por lo que su incursión es vista como la de un extraño; 2) el libro de Morris es de los años sesenta y, desde entonces se han encontrado muchos fósiles de nuestros antepasados biológicos y las técnicas de análisis han avanzado muchísimo; 3) Morris especula y, por tanto, corre el riesgo de equivocarse.

LA EXPLICACION DE MORRIS es que los simios ancestrales, que vivían en el bosque tropical, fueron confrontados con cambios climáticos severos que redujeron su hábitat natural. Los que se quedaron en las áreas remanentes de bosques evolucionaron hacia los simios actuales (chimpancés, gorilas, orangutanes y gibones). Pero algunos simios, dice, salieron del bosque y confrontaron otro hábitat que los obligó a buscar otra forma de aprovisionamiento de alimentos. Morris sostiene que el "mono desnudo" evolucionó a partir de aquellos simios ancestrales que se convirtieron en cazadores, no desarrollando colmillos y garras poderosas como los tigres y leones, sino construyendo herramientas. La coherencia entre esta explicación y el papel central del trabajo, como actividad mediada, es decir como constructora de herramientas, en la visión de Markus, me permitió en la tesis fortalecer mis conclusiones, ya que encontré que no sólo había concurrencia entre la antropología filosófica, y la sicología y el sicoanálisis, sino que esta coincidencia se extiende a los datos duros de la evolución de la especie.

SIN EMBARGO, DADA la debilidad y 'antigüedad' de las explicaciones de Morris, y el hecho que también Markus, Fromm y Maslow escribieron sus obras antes de 1980, cuando se sabía mucho menos de la evolución de la especie, me obliga a una revisión. El punto central que debo verificar no es, sin embargo, si los simios tuvieron que bajar de los árboles y se convirtieron en cazadores (la historia parece menos simple), sino la centralidad que en esta historia tiene la fabricación de herramientas (carentes de dientes poderosos, quienes antes vivían en los árboles y comían frutas, requieren herramientas incluso para comer carroña).

PARA ELLO HE INICIADO, en las semanas recientes, la lectura de dos libros especializados (aunque destinados a un público amplio). Todavía, al escribir estas líneas, no estoy seguro qué consecuencias se pueden desprender para la visión que he estado desarrollando. Invito a mis lectores a acompañarme en esta fascinante aventura en ésta y las siguientes entregas de Economía Moral.

EMPECEMOS POR EL FINAL. De los dos libros, el más reciente y comprensivo es el de Chris Stringer y Peter Andrews, The Complete World of Human Evolution (El mundo completo de la evolución humana)2; en el cual los dos paleoantropólogos, investigadores del famoso British Museum, concluyen el libro señalando que una de las lecciones principales de la historia de la evolución humana es su carácter poco dirigido, la forma insignificante en que empezó y continuó. Hacen notar que si hace unos 65 millones de años la Tierra no hubiese sido impactada por enormes cambios, el dominio de los reptiles en la tierra y en el mar no habría sido perturbado y la gran dispersión de los mamíferos, incluyendo la de nuestros ancestros primitivos, no habría podido empezar. Después de esta afirmación contra-factual, sintetizan de la siguiente manera la evolución de la especie que han detallado a lo largo del libro.

HACE 30 MILLONES de años, dicen, nuestros ancestros eran criaturas pequeñas con aspecto de monos, que vivían en los árboles. Hace 4 millones de años, nuestros ancestros probablemente todavía vivían en los árboles, pero ahora en la forma de simios bípedos. Al llegar a este punto, los autores advierten que las circunstancias que llevaron a algunos de esos simios a transformarse en humanos son todavía desconocidas y que la casualidad debe haber desempeñado un papel importante. Continúan señalando que incluso en términos tan recientes, geológicamente, como 130 mil años, el homo sapiens vivía sólo en Africa y su población era muy pequeña, de alrededor de unos 10 mil individuos en edades reproductivas, que fabricaban herramientas del paleolítico medio, carecían de medios independientes de producción de alimentos, y estaban a merced del inestable clima del planeta. Pero aquí añaden la existencia de varias especies humanas (en este mismo periodo), lo que quizás sorprenda al lector no especializado como me sorprendió a mí:

EN OTRAS PARTES del planeta había otras especies humanas igualmente exitosas (o dependiendo del punto de vista, no exitosas), tales como los Neandertal en Europa o el homo erectus en Indonesia. Un observador de otro planeta no habría visto razón alguna para imaginar que el homo sapiens habría de emerger algún día de Africa, remplazar a las otras especies, colonizar progresivamente toda región habitable del planeta, y eventualmente viajar fuera de él (pp. 226-227).

UNA MULTIPLICIDAD SIMILAR existía desde 2 millones de años atrás: en Africa, dicen Stringer y Andrews, había al menos cuatro especies de ancestros de los seres "humanos". Por ello terminan diciendo, poniendo mucho énfasis en lo azaroso e impredecible del proceso:

AHORA ESTAMOS SOLOS. Pero ésta es una situación poco común para una especie de simios (hominin). Desde esta perspectiva, es fácil imaginar que estábamos predestinados al éxito, y que nuestras cualidades son las que se requerían para alcanzarlo. Si un tiranosaurio pudiese haber pensado así, podría haber concluido que él también era el pináculo de la evolución con su gran tamaño, fuerza y ferocidad. Mientras que estamos justificadamente orgullosos de nuestro gran cerebro, es bueno recordar que los Neandertales tenían un cerebro de tamaño similar al nuestro, pero nosotros estamos aquí y ellos no. Sin embargo, si los eventos de la Edad de Hielo se hubiesen desenvuelto de una manera ligeramente diferente, quizás nuestra especie no hubiese salido de Africa nunca y los Neandertales podrían haber colonizado, eventualmente, el resto del mundo. (p.227).

AUNQUE LOS AUTORES consideran que estos grupos eran biológicamente diversas especies de homínidos y humanos, la evidencia no es muy contundente ni tampoco es muy clara la definición de especie (en este libro). Al margen de este problema, lo que resulta claro es que al ampliarse la evidencia empírica (más fósiles) y diversificarse los métodos de interpretación, la historia sencilla que cuenta Morris parece desvanecerse.

CHARLES DARWIN SOSTUVO que tres importantes rasgos distintivos del ser humano, el bipedalismo, la tecnología y un cerebro más grande evolucionaron al mismo tiempo. Sin embargo, según relata Richard Leakey (en el otro libro que he empezado a explorar)3, hay una brecha en la evidencia, de alrededor de 5 millones de años, entre el bipedalismo (que apareció hace 7 millones de años) y la fabricación de herramientas (que apareció hace 2 millones de años). En cambio, según él, la fabricación de herramientas y el crecimiento del cerebro coinciden en el tiempo. Su libro es menos cauteloso, más creativo que el de Stringer y Andrews y, como veremos en próximas entregas, ubica en un lugar privilegiado en la evolución humana la fabricación de herramientas, la que explicaría, incluso, el crecimiento del cerebro. Pero no adelantemos vísperas.

1 Giörgy Markus, Marxismo y 'antropología', Grijalbo, Barcelona, 1973.

2 Thames and Hudson, Londres, 2005, 240 páginas.

3 The History of Humankind. Unearthing our Family Tree, Phoenix, Londres, 2001.

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