Usted está aquí: miércoles 1 de junio de 2005 Ciencias La nueva charlatanería "científica"

Johann Hari*

La nueva charlatanería "científica"

Ampliar la imagen Los charlatanes de la fe ofrecen soluciones m�cas disfrazadas de respuestas cient�cas. En la imagen, preparaci�el performance Cielo, en Hanover, Alemania FOTO Reuters

Antes era fácil detectar los ataques contra la ciencia. Un pastor del sur de Estados Unidos, agitando la Biblia en la mano, decía entre hipidos que él no era descendiente de ningún mono. Una aldea africana se negaba a recibir vacunas porque prefería los tratamientos alucinatorios del brujo local. Agoreros de la Nueva Era vendían pociones en las ferias. Todo eso era desechado con rapidez por personas que veían los frutos de la ciencia cada vez que encendían la luz eléctrica o se subían a su jeep.

Pero en las cinco décadas pasadas los enemigos de la ciencia han evolucionado (¡oh, ironía!). Más que atacar a la Ilustración por el frente, pregoneros de teorías irracionales y supersticiosas han comenzado a afirmar que sus creencias son simples alternativas y que tienen la misma validez científica. Han adoptado el estilo (pero no las técnicas) del discurso científico. Ahora construyen evidencia falsa para hacerla casar con sus conclusiones religiosas preordenadas y exigen respeto científico para ellas.

Así pues, hoy el pastor sureño no agita la Biblia, sino una colección de documentos de apariencia científica referentes a la "teoría del diseño inteligente", que dicen probar que el mundo debe haber sido creado por una inteligencia consciente. Los agoreros de la Nueva Era cuentan con toda una sección de "medicina alternativa" en todas las farmacias. Y muchos defensores de la Ilustración, temerosos de que los llamen intolerantes, se callan y aceptan la situación. El resultado es que el entendimiento global de la ciencia se contamina poco a poco.

Si se quiere un ejemplo de esta nueva seudociencia, no hay más que revisar la nueva película What the Bleep Do We Know?, tediosa y ofensiva a la inteligencia, que ha tenido un éxito inesperado en Estados Unidos. Marlee Matlin representa a una mujer que vive un día extraño; conoce a un muchacho capaz de raras proezas físicas, quien le pregunta: "¿A qué profundidad quieres llegar en el hoyo del conejo?"

La cinta pretende ser un estudio serio de las implicaciones filosóficas de la física cuántica, y la historia de Matlin se alterna con entrevistas con personas que parecen ser científicos. Al principio se limitan a señalar algunos de los conocimientos extraordinarios que han surgido del estudio de la materia a nivel cuántico (submolecular). Pero poco a poco el filme comienza a hacer extrapolaciones anticientíficas (y absurdas); los "científicos" se ponen a asegurar que los descubrimientos de la física cuántica ofrecen pruebas de gran cantidad de fantásticas afirmaciones de la Nueva Era. Dicen que uno puede caminar sobre el agua si tan sólo "lo cree con cada fibra de su ser".

Richard Dawkins, científico de verdad, resume las premisas de la película: "La física cuántica es profundamente misteriosa e incomprensible. La espiritualidad oriental es profundamente misteriosa e incomprensible. Por lo tanto, deben estar diciendo lo mismo". Por desgracia la reacción de Dawkins es una excepción; muchos periódicos han elogiado la cinta como un "brillante estudio centífico".

Bueno, sí, puedo uno pensar, es una película tonta, pero, ¿qué daño puede causar? Por sí misma, muy poco. Pero lleva todas las marcas de la nueva seudociencia. Una táctica típica es aprovechar un vacío de conocimiento científico para llenarlo con afirmaciones basadas en la fe. Por ejemplo, los geólogos han descubierto un vacío en el registro de fósiles que hace difícil explicar cómo se desarrolló la evolución durante ciertos periodos. Los neocreacionistas se aferran de allí para sostener que eso "prueba" que no hubo evolución. (Aunque parezca increíble, más de 40 por ciento de estadunidenses les creen.) Los de la Nueva Era hacen lo mismo con los vacíos de la física cuántica.

En el caso de la espiritualidad de la Nueva Era, poco daño físico se ha hecho. Unos cuantos ingenuos compran "medicinas alternativas"; otros acaban empapados y avergonzados en el fondo de un río después de tratar de caminar sobre él. Incluso en el caso del creacionismo es difícil mostrar daño sustancial. A algunos niños los privan de recibir verdadera educación científica y les enseñan puras mentiras, pero nadie ha muerto por eso.

Sin embargo, la inacción de los defensores de la Ilustración ante esta erosión de la ciencia sí conduce a muertes en algunos de los países más pobres del mundo. A partir de la década de 1970 y del ascenso del posmodernismo se ha vuelto popular ver a la ciencia como un sistema imperialista occidental, ni mejor ni peor que otras "formas indígenas de conocimiento". Algunos gobernantes de países en desarrollo se han tomado en serio esa noción, y las víctimas son sus propios ciudadanos. El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, ha adoptado con entusiasmo esta retórica, atacando la "hegemonía" de la ciencia occidental y asegurando que es "colonialista" decir que el VIH causa el sida. Se ha apegado a un científico llamado Meter Duensberg, quien sostiene que el sida es causado por la pobreza y no puede ser transmitido mediante el sexo heterosexual. ¿El resultado? Ahora nacen más de 70 mil niños cada año en Sudáfrica con VIH... una gran victoria contra el imperialismo.

De manera similar, el fundamentalista Partido Bharatiya Janata (PBJ), que gobernó India de 1998 a 2004, promovía con intensidad lo que llamaba "ciencia védica", la cual asegura que todo conocimiento científico puede encontrarse en los textos sagrados hindúes que fueron revelados "en un relámpago" hace más de un milenio. Las mejores técnicas científicas no son la experimentación y la verificación, sino el yoga y la meditación. En otras palabras, no es ciencia, sino religión. En consecuencia, los sistemas de predicción de sismos del país se alejaron de los métodos científicos hacia las prácticas "védicas". El Departamento de Salud invirtió millones de dólares en la investigación, desarrollo y venta de orina de vaca como tratamiento para la tuberculosis y el sida.

Esta inyección de multiculturalismo y relativismo en la ciencia no ha causado mayor daño a los privilegiados occidentales, que se vuelven hacia la medicina de verdad cuando enferman de gravedad. Pero ha sido un desastre en los países pobres.

Dawkins es quien mejor ha ridiculizado este relativismo, al decir simplemente: "La ciencia funciona. Una tribu africana puede creer que la Luna es un viejo cacharro lanzado al cielo, pero eso no nos lleva a la Luna. La ciencia sí. Señálenme un relativista a 10 mil metros y les enseñaré un hipócrita".

Sin embargo, cada vez menos personas parecen capaces de discernir la diferencia entre la ciencia y la seudociencia. Las personas que se embadurnan el rostro con "medicinas alternativas" no son más científicas que Thabo Mbeki o el PBJ. Los posmodernistas que desdeñan la ciencia han popularizado una falsa igualdad entre la sensatez y la tontería, la cual ha remplazado la igualdad verdadera de todas las personas ante el rigor del método científico, que no es "occidental": pregunten si no a los árabes, que fueron sus precursores, o a las decenas de millones de personas de Africa cuyas vidas han sido salvadas por la erradicación científica de la viruela.

Pero si los del mundo desarrollado no pueden resistir el ascenso de las pamplinas de la Nueva Era y el neocreacionismo, y aun si decimos que todo es relativo, ¿qué esperanza pueden tener personas que se encuentran en circunstancias más desesperadas contra sus propios charlatanes anticientíficos?

*Periodista y dramaturgo británico. Es columnista del diario The Independent y de la revista Attitude, la principal publicación gay británica. En 2003 recibió el premio Press Gazette -considerado el Pulitzer británico- como Periodista Joven del Año.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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