Usted está aquí: lunes 23 de mayo de 2005 Cultura Hoy, bicentenario de un ejemplar escritor liberal

Luis de la Rosa Oteiza fundó el diario El Siglo XIX

Hoy, bicentenario de un ejemplar escritor liberal

Considerado el mentor de Francisco Zarco, combinó las responsabilidades oficiales con los intereses humanísticos

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen El periodista y poeta zacatecano

Uno de los periodistas liberales más destacados del siglo XIX, Francisco Zarco, escribió la que podría considerarse la primera biografía de su maestro, el escritor, político y fundador del diario El Siglo XIX, Luis de la Rosa Oteiza, intelectual al que definió como ''dotado de una imaginación brillante, y de una sensibilidad delicada y exquisita que daba colorido a sus escritos; era poeta sin necesidad del metro ni de lágrima, y el prosista más fluido, más elegante y armonioso de nuestros escritores''.

Este lunes se celebra el bicentenario del natalicio de De la Rosa Oteiza, considerado el gran teórico de la administración pública y un autor cuyas ideas no han perdido vigencia.

A la manera de humanistas como Alexander von Humboldt, el maestro de Zarco combinó su quehacer como diplomático, jurisconsulto, economista y maestro, con el de agricultor y naturalista.

"Conocía profundamente la botánica, se deleitaba con la ornitología y hacía costosas expediciones para hacer una averiguación geológica'', recuerda otro de sus entrañables amigos, Guillermo Prieto.

Luis de la Rosa Oteiza nació el 23 de mayo de 1805 en Pinos, Zacatecas. "Hombre notable en el ámbito político y cultural, sus actividades tuvieron un carácter polifacético, dado que fue miembro de congresos estatales y federales, secretario de Estado, candidato a la Presidencia, ministro plenipotenciario y redactor de importantes publicaciones periódicas, entre otras ocupaciones", explica la investigadora Laura Beatriz Suárez de la Torre, quien se dio a la tarea de recopilar y anotar las obras periodísticas y literarias de un narrador que defendió durante toda su vida las doctrinas democráticas.

También fue un pionero en la defensa de las lenguas indígenas: ''Tres siglos de humillaciones y de embrutecimiento a que la raza indígena estuvo sometida no han bastado para hacerla olvidar y abandonar esos idiomas, que ha conservado entre los pesares de su degradación y su miseria como para salvar siquiera estas reliquias del carácter, de la grandeza, y tal vez de la sabiduría de sus progenitores'', escribe De la Rosa.

Agrega: "Los idiomas antiguos de México no solamente se han conservado, sino que, por decirlo así, se han pulido y perfeccionado, y se han enriquecido desde que, cesando de ser puramente tradicionales, se han estudiado estos idiomas, se han analizado y se han formado de ellos gramáticas, vocabularios, diccionarios y versiones que han permitido comparar la índole de estas lenguas, su mecanismo y su construcción, con los idiomas antiguos de las demás naciones."

Las obras recopiladas por Suárez son "testimonio del talento de un hombre que encontró en el oficio de escritor y en la virtud de discutir una manera de hacer patente su amor por México".

Su estilo, "tan pulido como emotivo y, a ratos, rebuscado, que acusa influencia del romanticismo, entonces tan en boga. Quizá también romántico, en su forma y en su contenido, sea el acendrado nacionalismo que traslucen todos o casi todos sus ensayos'', concluye la investigadora.

El 29 de agosto de 1856, Luis de la Rosa renunció al ministerio de Relaciones Exteriores que le había encomendado el presidente Ignacio Comonfort, aduciendo que padecía una ''enfermedad grave''. Tres días después, el 2 de septiembre de 1856, falleció.

Su obra permanece para dejar constancia, como diría Guillermo Prieto, de una pluma que fue como ''vara mágica que tendía sombras, encendía hogueras, lanzaba el rayo y dominaba el lago sobre la yerba para que le cantase quejosa a la caída de la tarde la tórtola viuda. De la Rosa era un gran poeta que escribía en prosa".

El trabajo escritural de este humanista se puede apreciar en una recopilación editada por la UNAM y el Instituto Mora.

 
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