Usted está aquí: viernes 20 de mayo de 2005 Opinión El camino a ninguna parte con Gitaï y Wenders al volante

Leonardo García Tsao

El camino a ninguna parte con Gitaï y Wenders al volante

Ampliar la imagen El director alem�Win Wenders, a su llegada a la proyecci�e su m�reciente trabajo Don� come knocking (No toques a la puerta) FOTO Afp

Cannes, 19 de mayo. Es terrible confirmar prejuicios pero Don't come knocking (No toques a la puerta) certifica que el alemán Wim Wenders es el has-been más irremediable de esta edición de Cannes. Ausente de la competencia desde que participó en 1997 con El final de la violencia, el director ha vuelto con algo que aspira a ser el complemento de París, Texas, ganadora de la Palma de Oro en 1984. ¿Cómo es ese dicho de los Tres mosqueteros?

También escrita por Sam Shepard, quien interpreta además el papel protagónico, la película narra la crisis existencial de un popular intérprete de westerns venido a menos, que abandona el rodaje de su última película. Por su mamá (Eva Marie Saint) se entera que una camarera (Jessica Lange) de Butte, Montana, tuvo un hijo suyo hace 30 años, y el hombre decide viajar a esa ciudad para buscar a su posible familia. (Resulta curioso comprobar cómo Jim Jarmusch consiguió algo muy superior con un argumento similar y hasta la misma actriz).

Son los temas usuales de Wenders pero abordados con la insinceridad de no tener nada nuevo qué decir. Por lo mismo, las constantes de su estilo son reducidas a tics. (No faltan las imitaciones de las pinturas de Edward Hopper). Los diálogos urdidos por Shepard serían indignos de una miniserie mientras los acordes de la guitarra de T-Bone Burnett ensayan una pálida imitación de la melancolía lograda por Ry Cooder. Si no fuera por la concursante italiana Quando sei nato non puoi più nasconderti, el último fracaso de Wenders sería el punto más bajo de una competencia que no ha podido levantar cabeza en los últimos días.

Ciertamente, no ayudó la israelí Free zone (Zona libre), de Amos Gitaï, un realizador muy menor que ha logrado colocar sus películas en Cannes con alarmante regularidad. En plan alegórico, esta especie de road movie reúne a tres mujeres emblemáticas -una judía mandona, una palestina y una gringa con problemas de identidad (Natalie Portman, poco convincente)- en la zona libre de Jordania. A través de su interacción, Gitaï resume las razones del conflicto palestino-israelí en términos simplistas, con una resolución demasiado abierta.

El cineasta insiste en su gusto por el plano-secuencia fijo pero ahora añade el uso de feas sobreimpresiones para hacer flashbacks. (Por ahí hasta hay una breve aparición de Carmen Maura como una improbable turista española de origen judío). También se incluye un interludio musical en el que las mujeres abandonan momentáneamente sus diferencias. El camino de la metáfora es muy válido siempre y cuando no acabe en un fácil callejón sin salida.

Esa sucesión de tostones lo ha vuelto a uno muy desconfiado. Por pura intuición me salté la última concursante francesa, la comedia Peindre ou faire l'amour (Pintar o hacer el amor), de los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu. No estaba equivocado. En el cuadro de calificaciones de la crítica internacional, publicada por la revista Screen es la que lleva el promedio más bajo hasta ahora: 1.3 de una máxima de 4. También la mexicana Batalla en el cielo, de Carlos Reygadas, está entre las reprobadas con 1.6, empatando así con Sin city, de Frank Miller y Robert Rodríguez. Mientras que sólo tres títulos han rebasado la calificación de 3: Caché, de Michael Haneke, Broken flowers, de Jim Jarmusch y L'enfant, de los hermanos Dardenne. O sea, que básicamente estoy de acuerdo con mis colegas extranjeros.

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