Usted está aquí: viernes 20 de mayo de 2005 Opinión ... ni los negros

Jorge Camil

... ni los negros

Definitivamente, al Presidente no se le da la diplomacia. Una nota de La Jornada del sábado pasado informó que en un acto público exaltó la capacidad de nuestros emigrantes y su contribución a la economía de Estados Unidos, aduciendo su disponibilidad para hacer trabajos "que ni los negros quieren". Habría que preguntar cuál fue la reacción de Condoleezza Rice o Kofi Annan, porque entre nosotros el tema no es para rasgarse las vestiduras ni mucho menos. Al fin latinos, y cariñosos compulsivos, nos decimos "mi negro" y "mi negra" con afecto caribeño, aunque las abuelas, con cara de circunstancia, aún utilicen el término "gente de color". También exclamamos "¡prieta linda!" ante una que otra "morena" despampanante (¡que las hay de parar el tráfico!). Pero en Estados Unidos todo el tema es mucho más delicado, porque en el último medio siglo las merecidas conquistas sociales de los afroamericanos (como hoy se hacen llamar) han ido acompañadas de nombres destinados a dejar cada vez más lejos la discriminación y los denigrantes epítetos que siguieron a la Guerra Civil.

El nombre étnico pasó de "negro" (nigrou, se pronuncia en inglés), que siendo parecido al insulto denigrante usado en el Deep South pasó al respetable (aunque gris) "gente de color", y luego a black (black is beautiful, decían en los 70), que también es negro, pero en inglés. Después surgió el nombre actual de afroamericanos, que está bien porque resume a un tiempo origen étnico y ciudadanía. (Brother, bro, se dicen entre ellos, y atención: ¡únicamente entre ellos! utilizan como muestra de cariño el agravio impronunciable.)

La reacción de Jesse Jackson y Al Sharpton al comentario de Fox no se hizo esperar. Jackson, quien tiene la manía de inmiscuirse donde no le llaman (los rehenes de Hussein en 1991, Corea del Norte, el primer fraude electoral de George W. Bush, y el affair Terri Schiavo), declaró con característico rebuscamiento que el comentario presidencial había sido una "comparación espuria de tonos raciales ominosos". Entiendo lo de "tonos raciales ominosos", pero lo de "comparación espuria" me deja intranquilo: ¿pretendería el reverendo regresarnos el "cumplido"? Porque en eso de susceptibilidades raciales hay que tener mucho cuidado: decir que comparar negros y mexicanos es un ejercicio "espurio" (o sea "falso", "adulterado", "no auténtico") pudiera interpretarse, merced al uso del adjetivo equivocado, como especie de represalia. ¿Acaso pretendió decir al Presidente: "cómo se atreve a compararnos con los mexicanos"?

Pero a Jesse (no James, el gatillero, sino Jackson el peleonero) le gusta meterse de redentor en conflictos ajenos y defender entelequias como el empoderamiento de las comunidades (¿dónde hemos escuchado la palabrita?), la igualdad sexual y la paz. Viaja como rey pretendiendo defender a sus hermanos de raza, y si el lector me permite un chascarrillo muy mexicano, "estilo Fox", diría que el reverendo vive del cuento: hace que trabaja "como negro", pero vive "como blanco" (o como mexicano, porque no obstante su edad tiene amante joven, esposa, cinco hijos y nietos: ¡muy cumplidor!).

Al Sharpton, quien también ha sido candidato presidencial (con idénticas posibilidades a las de los políticos mexicanos que sólo persiguen el dinero del IFE), tomó la cosa muy en serio. Llamó a Fox para decirle que su comentario era inaceptable, porque establecía un "barómetro" con el que se puede medir "qué tan bajo están los negros en la escala social" (y de paso los mexicanos, porque el comentario presidencial nos puso por el suelo). En la misma reunión Fox, que estaba imparable, arremetió contra los chinos. Cuando el micrófono dejó de funcionar apuntó al aparato y le dijo a su público: "¡hecho en China, micrófono hecho en China!" Aún no protesta el gobierno de Pekín.

Fox pudiese haber dicho que nuestros paisanos son la segunda fuente de divisas, o que considerando el precio del petróleo, el más alto de la historia, las remesas de nuestros compatriotas pudiesen constituir el principal apoyo de la economía. Pero no sería Fox, y únicamente los mexicanos comprendemos que sus comentarios fueron foxismos típicos sin ánimo de ofender. El incidente llegó cuando creíamos haber perdido para siempre al Fox de siempre, envuelto como estaba en la trampa del desafuero y la lucha encarnizada por la sucesión presidencial. Necesitamos al Fox espontáneo de la campaña electoral, el ranchero dicharachero de las tepocatas y víboras prietas que dice lo que piensa, y va con igual desparpajo y franca sonrisa a misa y al nido de víboras de San Lázaro: "¡Juárez!", le gritan los legisladores restregándole las Leyes de Reforma, y el mandatario sonríe socarronamente consciente de que nuestros jacobinos van a misa y se confiesan a la hora de la muerte.

Frente a la parálisis política, provocada por la ausencia de capacidad negociadora en el Poder Ejecutivo (Fox no es el único responsable), y un Congreso decidido a sabotear al Presidente, prefiero al Fox amigo, conmigo, que al gobernante partidista lanzado a las arenas movedizas del desafuero.

 
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