Usted está aquí: lunes 25 de abril de 2005 Opinión Engrudo

León Bendesky

Engrudo

El vocero de la Presidencia pidió hace unos días a los reporteros citados para una de sus novedosas, que no originales, conferencias de prensa mañaneras, que se dejara ya a un lado el tema del desafuero de Andrés Manuel López Obrador y que la atención se dedicara a los asuntos relevantes del desarrollo del país.

Esa es la visión del señor Aguilar acerca de lo que ocurre en México y que expresa, según indica el cargo que desempeña, la misma de aquél a quien representa y en cuyo nombre habla.

Pero para mayor enfado del señor Aguilar, el tema que quiere soslayar es más resistente y pegajoso de lo que quisiera. Y lo curioso del caso es que no es así, siquiera porque López Obrador se empeñe, sino por las mismas acciones que emprenden el gobierno y sus aliados del PAN y del PRI. Le están haciendo el trabajo y va sabiendo aprovecharlo. La marcha de ayer en la ciudad de México es una muestra, y si no se admite, entonces sus contrincantes acabarán temiendo hasta de su propia sombra.

Cada día se presenta un nuevo capítulo de esta historia que Jacobo Zabludovsky ya ha hecho famosa a través de la radio como la "bola del engrudo".

Va a ser muy difícil para el señor Aguilar cambiar el foco de la atención de la prensa y también de la gente en todas partes del país sobre lo que pasa con el asunto de López Obrador. Y lo es debido a que, más que ser un caso que involucra un pleito político por el poder, ha puesto en evidencia los vicios y las carencias del Estado y con ello ha mostrado vivamente y una vez más a los ciudadanos el significado de su propia inseguridad, la debilidad de las instituciones y el cinismo prevaleciente.

Uno tras otro, los episodios que se suceden exhiben la manera en que procede la aplicación de la ley y la procuración de la justicia. En el más reciente, el Ministerio Público encargado envía al juez el caso en cuestión, fija una fianza, se presentan prácticamente al unísono una pareja de bisoños diputados locales del PAN a pagarla y mantener en libertad al inculpado. El juez resuelve que todo el asunto es improcedente, pues no se puede fijar fianza a alguien que no está privado de su libertad y pone así en evidencia la maniobra.

Además, y éste no es un asunto irrelevante, la fianza establecida fue por 2 mil pesos, lo que indica a las claras la magnitud del delito que se persigue con tanta vehemencia y que abre grietas enormes en el entorno político. Lo que según el gobierno sería el inicio de la vigencia del estado de derecho en México, y por el cual nadie estaría por encima de la ley, se convirtió en un delito, cuyo monto total no excede el equivalente de una fianza de 2 mil pesos, fijada por el mismo Ministerio Público que se presentó como gran acusador ante un Congreso preparado para cumplir su papel sumiso en el desafuero.

¿Es ésta la lección de legalidad que ha dado México al mundo, según se supo desde Roma? O es, más bien, una expresión de cómo persiste el endémico autoritarismo, de cómo se usa la ley para beneficio propio, de cómo funciona el Congreso que representa supuestamente un poder independiente, de cómo actúa la fiscalía de la nación y de cómo se ha puesto la estabilidad social del país en manos de los jueces ante la incapacidad brutal de los políticos.

Y todo esto va más allá de la simpatía o la animadversión que pueda tenerse en contra de López Obrador, y ahí reside uno de los aspectos más relevantes de la trama. La democracia está dejando de ser un tema académico, de políticos parapetados en instituciones esclerotizadas o de profesionales de los institutos electorales; en cambio, se está aprendiendo en la calle. Así ocurre aquí, así ha pasado en los meses recientes en Argentina, en Ucrania o en Líbano, así pasó hace sólo unos días en Ecuador. Hay un claro efecto de demostración que se extiende por todas partes.

El señor Aguilar y sus jefes no podrán pasar tan fácilmente a otras cosas, pues el caso que abrieron contra López Obrador los ha atrapado junto con sus comparsas. La fragilidad que están provocando en el sistema político y en la cohesión social son de su estricta responsabilidad. Este es, quiéranlo o no, un asunto de la mayor relevancia para el desarrollo del país.

Pero el señor Aguilar no se equivoca por completo. Existen otros temas de relevancia para el desarrollo del país, que han quedado a la sombra de la disputa sobre el desafuero. Esa situación no es conveniente, pues tales temas no están siendo descuidados por quienes los administran en el gobierno, pero sí en cuanto a la atención que la sociedad debe poner en ellos. Está ahí la debacle de Pemex, las presiones económicas sobre el crecimiento y la estabilidad financiera que tenderán a crecer con los desajustes fiscales y comerciales en Estados Unidos, está el desempleo y el desplazamiento de miles de personas para buscar trabajo e ingreso fuera del país.

El escenario político está cambiando rápidamente, y deberán ajustarse con la misma celeridad los escenarios con los que han estado operando los distintos agentes económicos y sociales. Será necesaria mucha responsabilidad de todos para evitar un rompimiento que sería demasiado costoso.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.