Usted está aquí: lunes 18 de abril de 2005 Opinión Un corazón sin piedad

Hermann Bellinghausen

Un corazón sin piedad

UNO. Lo recibe una opaca intemperie en los blancos brazos de la aurora. Le penetra la retina un resplandor con ojeriza. La neblina cubre las aguas rumorosas y no permite distinguir el muelle, los postes, ni las barcas. No logra conciliar el sueño. Las inquietudes del pasado se aglomeran entre las sienes siempre amenazadas de su pensamiento.

Este Ulises lleva años intentando el regreso. Regresando. Capitanea la nave con rumbo definido a lo largo de la costa, pertinaz pese a los lestrigones y asaeteado por cuitas de amor que no se atreve a pronunciar. No es ciertamente la Troya que ardió lo que le entretiene la atención de ese pasado que lo persigue. Ulises huye hacia delante, en las direcciones que dicta su corazón despiadado. En años de extravío todo mar es cruel. Cualquier techo su casa. Cualquier abismo el último. Como lo pone el propio Homero, "¿quién cruzaría por placer la salada llanura de las aguas sin fin?" (Odisea, canto V).

A falta de mejor opción culpa de su suerte incierta a los dioses, al Destino y al Azar (un dios terrible). No necesariamente en ese orden. Prescinde de los cultos y los ritos, y no se dirige a ellos. Los ignora. Como si no existieran. Y nada enoja más a la divinidad que ser ninguneada por cualquier pelado. Con el pretexto que sea se enredan en riñas y venganzas que acaban siendo incontrolables.

La aurora hoy no será raptada por Orión, de eso se encarga el capitán, y es suave otra vez. Las nubes tiñen de oro sus dedos de rosa igual que ayer. Los cormoranes madrugan en la eternidad del oceáno Pacífico y picotean el espejo de la playa pepenando cangrejos. El capitán se desnuda lentamente, la vista fija en el mar enrojecido. Aquí nunca hace frío. Se dirige a la orilla. Se interna y nada como si fuera agua él mismo, se olvida de todo, de sí, del Destino, las cuitas, etcétera. Se deja abrazar por las corrientes que lavan las inquietudes de su piel, le frotan los miembros, las cicatrices de enemigas espadas. Lo envuelven las olas.

Cuando entrada la mañana reaparece sobre el muelle, la tripulación ya despertó y se alista diligentemente. Al menos eso finge. Nadie se atreve a mirar los ojos del capitán, salvajes como siempre que sale al encuentro de la ola que conoce su nombre verdadero y lo libera de su corazón un rato.

DOS. (Tramos de Un viaje, de Zbignew Herbert).

"Si emprendes un viaje que sea largo, una errancia sin aspiraciones. Tantea el camino ciegamente, de manera que conozcas las rugosidades de la Tierra no sólo por tus ojos sino por el tacto y puedas confrontar al mundo con toda tu piel.

"Cuando alcances a saber, conserva el conocimiento en silencio. Aprende el mundo como si fuera nuevo. Prueba el agua, el fuego y la tierra, pues permanecerán cuando todo se haya ido y el viaje seguirá, aunque ya no sea tuyo.

"Descubre la insignificancia del habla y el soberano poder del gesto. La inutilidad de los conceptos. La pureza de las vocales con las que puede expresarse todo: tristeza, júbilo, éxtasis, ira. Pero no te aferres a la ira. Acéptalo todo.

"¿Qué ciudad es ésta, qué bahía, calle o río? La roca que se alza en el mar no pide un nombre. La tierra es como cielo. Los faroles del viento suben y bajan la intensidad de la luz. Inscripciones reducidas a polvo. Recuerdos gastados por la arena, la lluvia, la maleza. Nombres como música, transparentes y sin significado: Kalambaka, Orcomenos, Kalalla, Levadia. El reloj se detiene y a partir de ahora las horas son negras, blancas o azules, y absorben los pensamientos que pierdes, las líneas de tu rostro. ¿Qué respuesta te puede ofrecer una inscripción desvanecida bajo los cardos? Devuelve sin queja la silla de montar vacía. Devuelve el aire para que otro lo respire".

Zbignew Herbert (1924-1998), reconocido poeta polaco. El poema A Journey, que aquí se adapta en parte, aparece en Elegy for the departure and other poems (traducción al inglés de John y Bogdana Carpenter, The Ecco Press, Nueva Jersey, 1999). José Emilio Pacheco ha dado a conocer en México algunos de sus poemas.

 
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