Usted está aquí: lunes 18 de abril de 2005 Opinión La política exterior en la doctrina militar

Javier Oliva Posada

La política exterior en la doctrina militar

De acuerdo con el artículo 76 de la Constitución, fracción III, son facultades exclusivas del Senado de la República respecto del Ejecutivo federal: "Autorizarlo también para que pueda permitir la salida de tropas nacionales fuera de los límites del país, el paso de tropas extranjeras por el territorio nacional y la estación de escuadras de otra potencia, por más de un mes, en aguas mexicanas". Este es el texto, hasta el momento (!).

Gradualmente, leyes secundarias, que tienen que ver directamente con la seguridad nacional, y ahora con la naturaleza de la política exterior, van siendo adaptadas a los requerimientos de los nuevos tiempos legales de Estados Unidos. Aquí podemos recordar la inconsistente Ley de Seguridad Nacional, así como la aprobación en comisiones del Senado de la República de la iniciativa para que el Presidente de la República no tenga que consultar a ese cuerpo legislativo para el envío de combatientes fuera del territorio nacional. Esperemos que en la Cámara de Diputados sea rechazada. En fin, que ésa sí que sería una aportación -dudosa, pero aportación- del denominado gobierno del cambio; no sólo en materia de política exterior, sino, más aún, respecto de la naturaleza del Estado mexicano, pues en tanto que sí se le puede caracterizar por ser un Estado laico, también por ser un Estado comprometido con la paz y la diplomacia como vía para resolver las controversias internacionales.

Hay tres tipos de operaciones militares que reconoce la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para misiones de tropas de otros países en una nación en situación de emergencia o conflicto. La primera corresponde a las emergencias consecuencia de desastres naturales o bien producidas por el hombre: maremotos, como el caso reciente del sudeste asiático y el envío de dos buques de la Armada de México, sismos o incendios, entre otras calamidades. La segunda se refiere a la contribución a las tareas de reconstrucción; la diferencia estriba en que pueden ser por desastres naturales o por efectos de la destrucción de una guerra. Así, la presencia de tropas de otros países en Irak, por ejemplo, para tareas de reconstrucción, no cambia la percepción de que se trata también de tropas de ocupación. Finalmente las fuerzas de interposición, para evitar daños a la población civil o que el conflicto armado continúe y se extienda. Estas misiones son de interposición.

Nuestro país, apegado a una reconocida trayectoria de apego a la paz, nunca ha participado en tareas militares internacionales que puedan poner en riesgo el prestigio e integridad del país; sea por moda o no, todo indica que en el contexto internacional de polarización, de emergencia de potencias regionales intermedias (Brasil, India, Pakistán, China, Japón), está visto que lo aconsejable es perseverar en esa postura de promoción de la diplomacia. Cambiar por cambiar, sin estrategia, sin un control de daños o medición de las consecuencias, nos llevó de forma innecesaria a buscar un comprometedor y polémico asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ahora tenemos que por inventiva y franca ocurrencia de la Secretaría de Relaciones Exteriores se pretende ocupar la secretaría general de la Organización de Estado Americanos (OEA), que en más de una ocasión ha fungido como ministerio adjunto de asuntos latinoamericanos del gobierno estadunidense. En el improbable caso de que Luis Ernesto Derbez ocupe dicho cargo habrá una seria y profunda tensión entre la doctrina de política exterior (naturaleza) y la doctrina militar mexicanas respecto de los compromisos que gradualmente se van adquiriendo con Estados Unidos.

Dividir a Latinoamérica de ninguna forma puede ser visto como un logro, menos aún respecto de la actitud asumida al votar en contra de la situación de los derechos humanos en Cuba. No pueden o no deben tomarse en la coyuntura decisiones que afectan a las estructuras.

En el futbol, cuando juega un equipo mexicano contra uno extranjero, sin pensarlo, y aunque me pese, apoyo por supuesto al equipo nacional en cuestión, sin importar sus colores. Pero ese compromiso afortunadamente dura 90 minutos. En cambio aquí sería de mucho mayor impacto y desde luego duraría más de 90 minutos. Ojalá Derbez no llegue a ser secretario general de la OEA, no por él, sino por el futuro de México y su política exterior.

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