Usted está aquí: lunes 18 de abril de 2005 Cultura Con amplio apoyo a López Obrador empezó el festival del Centro Histórico

El público interrumpió a la secretaria de Cultura para aplaudir al gobernante

Con amplio apoyo a López Obrador empezó el festival del Centro Histórico

Brillante concierto inaugural de la Orquesta de las Regiones Europeas en Bellas Artes

PABLO ESPIPNOSA

Ampliar la imagen Sari Berm� titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y Raquel Sosa, secretaria de Cultura del DF, durante el acto FOTO Francisco Olvera

Con aplausos para Andrés Manuel López Obrador en el Palacio de Bellas Artes, lleno, la noche del sábado comenzó el vigésimoprimer Festival de México en el Centro Histórico.

Enseguida de los vítores sonoros, en evidente muestra de apoyo al gobernante legítimamente electo para ser jefe de Gobierno de la ciudad más grande del planeta, sonaron partituras del francés Albert Rousell (1869-1937) y los alemanes Richard Wagner (1813-1883) y Ludwig van Beethoven (1770-1827) con elevado nivel de calidad interpretativa a cargo de la joven orquesta visitante.

Un poco después de las ocho de la noche aparecieron en el proscenio de Bellas Artes cinco funcionarios para oficializar una breve ceremonia de inauguración. En primer lugar habló el maestro José Areán, director del Festival de México en el Centro Histórico.

Definió, en el arranque de la tercera década de vida de este festival, la "filosofía sencilla y efectiva" que lo rige: "ofrecer lo mejor del arte al mayor número de público posible con el esfuerzo unido de gobierno, empresas y ciudadanos. Nada hacemos solos, todo lo podemos juntos".

Enseguida, Raquel Sosa, con un moño tricolor en el pecho, que es la señal de la resistencia pacífica ante el torcimiento de la ley por parte del gobierno federal, inició su breve discurso diciendo que asistía "en representación de Andrés Manuel López Obrador" y fue interrumpida en automático con fuertes aplausos del público en el butaquerío.

Fue evidente el aplauso atronador de la mayoría del público presente en el máximo recinto cultural del país. Un público identificado en el fragmento social de los dueños del dinero, de los empresarios que de manera entusiasta imprimen apoyo a la cultura mexicana.

Resultó por tanto sorpresiva la manifestación de apoyo a López Obrador, si se tiene en cuenta que en épocas pasadas el público de este festival, originalmente llamado del Centro Histórico, se limitaba a una elite altopudiente, al punto de que algunos solían desestimarlo como "un público de señoras ricas", pero que en la consolidación del mismo festival y el aglutinamiento de fuerzas ha evidenciado una apertura crítica que quedó demostrada la noche del sábado.

Era natural por lo tanto que sonaran, aislados, algunos que otros abucheos entre las butacas más caras, si bien la mayoría del boletaje de las funciones inaugurales es distribuido entre invitados selectos de entre la "alta sociedad" y de la comunidad artística de México.

Alguien comentó entre las butacas, entonces en son de broma, que hubiera sido bueno dividir el butaquerío entre los aplaudidores y los abucheadores, en franca minoría éstos últimos, pero era más efectiva en todo caso la frase de John Lennon cuando en un teatro londinense la reina condecoró a Los Beatles y Lennon, divertido ante contraste social tal y en recinto tan modoso, dijo al público: "los de los boletos baratos, aplaudan, y los de los boletos caros simplemente hagan sonar sus joyas".

La clara manifestación política que ocurrió la noche del sábado en plena inauguración de uno de los actos culturales más importantes del país recordó otros acontecimientos que han despertado reacciones similares, como cuando a principios de los años 80 visitó Bellas Artes el grandioso violonchelista y director de orquesta Mstislav Rostropovich, quien dirigió una sesión maravillosa al frente de la Orquesta Nacional de Washington, de la que había sido nombrado titular recientemente luego de su exilio voluntario de su patria, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Luego de una ejecución sublime de la Segunda sinfonía de Brahms y ante el delirio del público, Rostropovich, quien en la conferencia de prensa previa se había definido como "un soldado de la democracia", hizo sonar a manera de encore la conocida marcha Barras y estrellas, del compositor estadunidense John Phillip Souza (1854-1932), obra de sentimiento patriótico emblemático del imperio que hoy encabeza George W. Bush, lo cual desató un verdadero escándalo en Bellas Artes ante los abucheos generalizados, mientras los ocupantes de las butacas de adelante intentaban acallar la rechifla con modosos "sssshhhs" ahogados por los gritos de "yankee go home" del respetable.

Apenas unos días antes de la manifestación en apoyo, anteanoche, a López Obrador en Bellas Artes, durante el concierto que ofreció Carlos Santana en otro palacio, esta vez el de los Deportes al oriente de la ciudad, en el momento en que aparecieron las pancartas con la leyenda "no al desafuero" se desataron los aplausos y alguno que otro grito desde las butacas caras que les gritaban a los manifestantes: "al Zócalo, nacos", en evidente muestra de la polarización social y lucha de clases, de la confrontación de dos proyectos de país contrastantes (el de la clase media que aspira a que nos convirtamos ya oficialmente en apéndice de lo gringo y el de "los nacos") que ha despertado el episodio vergonzoso del desafuero.

La mesura de Sari Bermúdez

De nuevo en Bellas Artes la noche del sábado: una vez que Raquel Sosa culminó su breve discurso en la inauguración del Festival de México en el Centro Histórico, tomó su turno en el micrófono Sari Bermúdez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quien ante la muestra evidente de simpatía hacia López Obrador por parte del, dirían los clásicos, culto público bellasartiano, tuvo a bien no mencionar ella a su vez a su jefe, Vicente Fox, quien de acuerdo con el consenso aplastante encabeza lo que muchos han llamado golpe de Estado contra la democracia, en previsión quizá de posibles abucheos pero en clara muestra de sonriente mesura.

Enseguida, el concierto discurrió tranquilamente, con una orquesta de gran calidad, conformada por jóvenes europeos dueños de maestría y conocimiento de causa en el repertorio de música de cámara elegido. Al final y a manera de encore, el director alemán Konrad von Abel dirigió una pieza del mexicano Samuel Maynez, una obrita rapsódica y de ligereza tal que recordaba temas de televisión del tipo México magia y encuentro por sus intentos de alusiones a temas nacionales pero francamente malograda la obra entera. Si de hacer un guiño a la música mexicana, comentó un experto entre el público, hay obras de Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo o bien de autores jóvenes mexicanos que nos hubieran representado mejor.

Destacó, antes, durante el concierto formal, la excelencia de ejecución en la segunda pieza del programa, el Idilio de Sigfrido, la partitura que escribió Wagner cuando nació su hijo Sigfrido y cuyo estreno mundial, según documenta oportunamente Juan Arturo Brennan en el programa de pierna, ocurrió en la escalinata de la residencia de los Wagner, bajo la dirección del compositor, mientras Cósima escuchaba desde su recámara con su pequeño hijo en brazos.

La ejecución espléndida de los jóvenes europeos sirvió también de preludio para el estreno en México, que ocurriría, la tarde del domingo en el mismo escenario, Bellas Artes, de la ópera completa Sigfrido, en otro capítulo trascendental en la cultura mexicana.

Pero esa es otra historia.

 
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