Usted está aquí: sábado 16 de abril de 2005 Opinión Tétraflûtes

Juan Arturo Brennan

Tétraflûtes

El título de esta crónica es el nombre de un cuarteto suizo de flautas que se presentó hace unos días en México, en una coyuntura ciertamente interesante. Me explico. En mis dos más recientes artículos informé de lo acontecido durante la segunda versión del Concurso Nacional de Flauta Traversa Gildardo Mojica, que se llevó a cabo en la Escuela Nacional de Música de la UNAM.

Tres días después de concluido el certamen, la propia escuela presentó el concierto de Tétraflûtes, aparentemente como un colofón lógico a la competencia. Sin embargo, la presencia del cuarteto suizo de flautas en esa fecha fue una mera coincidencia, lo que no me impidió imaginar (con cierta dosis de sarcasmo) que la intención de este concierto pudo haber sido la de decirle al público básicamente escolar de esa noche: ''Vengan pa' que se entretengan, y oigan pa' que se eduquen".

No por ficticia la idea es del todo descabellada, considerando que los jurados del concurso declararon desiertos varios de los premios y exhortaron a los flautistas a ponerse las pilas y trabajar sin descanso. En cualquier caso, el concierto del cuarteto Tétraflûtes resultó una experiencia muy ilustrativa y de muy buen nivel técnico y musical.

Desde la primera obra del programa, las cuatro flautistas suizas exhibieron altos parámetros de ejecución, mediante la transcripción de un cuarteto de Mozart que permitió al público escuchar un auténtico y diferenciado cuarteto instrumental, formado por dos flautas en do, una flauta en sol y una flauta baja.

Durante el resto del programa, las integrantes del ensamble cambiaron constantemente de dotación (añadiendo el piccolo en algunas de las obras), demostrando una habilidad muy particular para el manejo de los cuatro instrumentos básicos de la familia.

Como suele ocurrir con este tipo de dotaciones, el programa incluyó obras originales y algunas transcripciones, y en ambos campos el ensamble Tétraflûtes se mostró en pleno dominio de los materiales. Primero, las piezas originales. Los gatos, de Marc Berthomieu, es una breve y lúdica suite de corte neoclásico y tintes nostálgicos, cuyo lenguaje parece ideal para servir de acompañamiento de algún producto visual narrativo. En esta pieza destacó especialmente el timbre (muy bien incorporado a la textura general) de la flauta en sol.

El Segundo cuarteto de Franco Cesarini es más moderno en su lenguaje, armónicamente más propositivo, y está escrito de manera muy específica e idiomática para las flautas. Nostalgia, de Michel Tirabosco, es una pieza de inconfundible aire popular, con claras referencias latinas y una atractiva sección sincopada en tempo rápido.

Arcadie, otra obra de Berthomieu, sigue de cerca la intención de su título por medio de una expresión bucólica moderna, con algunos toques impresionistas bien dosificados a lo largo de su desarrollo.

De Joseph Lauber, el ensamble Tétraflûtes interpretó Visiones de Córcega. Nada que ver, a pesar de mis expectativas, con la hermosa y fascinante polifonía vocal corsa. En cambio, Lauber propone una suite de viñetas de ambiente pastoral con alguna interpolación de elementos bailables y, en el último movimiento, una muy bien escrita y muy bien ejecutada parte casi solista para el piccolo.

En el campo de las transcripciones, las integrantes de Tétraflûtes abordaron el entrañable Adiós Nonino, de Astor Piazzolla, con la adecuada dosis de nostalgia y un par de interesantes efectos sonoros a imitación de los que propuso el genial bandoneonista y compositor en sus diversas agrupaciones instrumentales.

Después, un muy buen arreglo del rico Segundo vals de Dmitri Shostakovich (sí, ése, el de la banda sonora de los Ojos bien cerrados, de Stanley Kubrick), notable sobre todo por la distribución de las voces instrumentales y por cierta aproximación al sonido de un organillo callejero.

Después de ofrecer extrovertidas ejecuciones de dos melodías populares rusas, el cuarteto Tétraflûtes concluyó con una virtuosa extrapolación del Rondó a la turca de Mozart (con surrealistas interjecciones de otras piezas mozartianas) con todo y sus partes de percusión, demostrando que el grupo maneja con igual soltura la música ''seria" y los divertimentos de espíritu más ligero.

A lo largo del concierto se hizo notable, por una parte, la homogeneidad de calidad sonora y textura entre las cuatro integrantes de Tétraflûtes (evidente a lo largo de todo el registro de los cuatro instrumentos), así como un sonido pleno y redondo, sin nada de aire, y de una afinación impecable.

 
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