Ojarasca 96  abril 2005

Los desplazados de Chenalhó

Ocho años después

Gloria Muñoz Ramírez, Polhó, Chiapas. Sin condiciones de seguridad para retornar a sus comunidades debido a la constante actividad paramilitar, 5 333 hombres, mujeres y niños sobreviven desde hace 8 años con escasa y a veces nula alimentación, sin agua potable ni luz eléctrica en la mayor parte de los campamentos, bajo techos de cartón y paredes de plástico. Pero los desplazados zapatistas se mantienen en resistencia, muy lejos de la declaración presidencial de que pertenecen al pasado.

"La situación es difícil y delicada", afirma Andrés, presidente del consejo autónomo de Polhó, comunidad de 400 familias a la que, huyendo de la violencia y el acoso paramilitar, arribaron en 1997 más de 10 mil personas procedentes de más de 20 comunidades de Los Altos que abandonaron casa y tierra.

La falta de alimento es el principal problema en los nueve campamentos, diseminados entre las laderas que rodean la cabecera municipal autónoma. "No hay maíz, y si no hay maíz pues no hay nada", dice Ramón, desplazado de la comunidad de Los Chorros.

La Junta de Buen Gobierno con sede en Oventik les proporciona actualmente de 28 a 30 toneladas mensuales de maíz, 5 kilos por persona. Esta dotación, sin embargo, alcanza de 5 a 10 días, dependiendo si se es adulto o menor.

Hoy, los desplazados generan el mayor gasto de toda la zona zapatista. De acuerdo a los informes de las Juntas de Buen Gobierno presentados en agosto de 2004, de los 3.5 millones de pesos que recibió la junta de Oventik en un año, unos 2 millones y medio se destinaron a los desplazados.

"Nosotros no aceptamos las limosnas del gobierno. No pedimos ni esperamos nada de este gobierno corrupto que sigue amenazando con su ejército", señala el representante del gobierno autónomo y rebelde. Es de la sociedad civil, explica Andrés, de la que han recibido apoyo para desarrollar proyectos productivos y "ayudarse un poco".

Hasta el año 2004 la Cruz Roja Internacional mantuvo presencia en la región, pero, literalmente, abandonó a los pobladores alegando que "no hay enfrentamientos ni muertos como en Irak". A partir de ese momento la Junta de Buen Gobierno de la zona Altos canaliza la ayuda a los más de 5 mil desplazados y 3 mil afectados por esta situación.

Los 3 mil afectados, explica Jeremías, representante de la comunidad, son de las tres comunidades a las que llegaron los 5 mil desplazados. "O sea que somos 8 mil en total los que nos encontramos en la cabecera municipal (el centro de Polhó) y los nueve campamentos".
 

El problema de los desplazados de esta región inició antes de la tristemente célebre matanza de Acteal y se recrudeció en los días posteriores al 22 de diciembre de 1997. Han pasado más de siete años y la situación es aún más crítica que entonces, aunque, aseguran, la fuerza de los zapatistas no ha mermado y no dejan de crear proyectos colectivos que atenúen sus carencias.

Un enorme y colorido letrero que anuncia la resistencia da la bienvenida a la cabecera del municipio autónomo de Polhó. Es el centro de operaciones de los desplazados y, desde ahí, recorriendo a pie lomas y laderas, se pueden visitar los campamentos donde se encuentran hombres y mujeres, en su mayoría niños y niñas, de Chimix, Tzanembolom, Los Chorros, Yibelhó, Tzajalukum. Kakateal, Esperanza, Bajoveltik, Auroca Chica, Pechiquil, Javalton, Majomut, Xcumumal y Yaxjemel.

Las pequeñas chozas de techos de nylon y cartón, paredes improvisadas con letreros comerciales de lámina, piso de tierra, sin agua entubada ni luz eléctrica --las mismas casitas que registraron en 1997 las cámaras de la principal televisora del país--, se encuentran a los largo de Polhó, Acteal, Poconichim y Xoyep, las 4 comunidades afectadas por el desplazamiento.

Hoy no hay cámaras de televisión, ni Cruz Roja Internacional ni Médicos del Mundo. Continúa, aunque no es suficiente, la presencia de la sociedad civil nacional e internacional y el esfuerzo sobrehumano de 8 mil personas por sobrevivir.

Las enfermedades están a la orden del día y la clínica autónoma Emiliano Zapata trabaja a marchas forzadas y escasos recursos. No hay un solo médico de planta ni dentista. Mucho menos una ambulancia o medicina suficiente. Aún así, los 65 promotores de salud se esfuerzan por aliviar a los habitantes y ofrecen, por turnos, unas 30 consultas diarias

Las afecciones más comunes, explica el promotor encargado de la clínica, son úlceras gástricas, "por tantas tensiones y preocupaciones", parasitosis, enfermedades respiratorias y urinarias, paludismo y, por supuesto, desnutrición infantil. Son comunes los trastornos de huesos por el exceso de trabajo y las infecciones en la piel.

La clínica Emiliano Zapata funciona desde 1997 en las instalaciones de lo que en otro tiempo fue la clínica oficial. Hasta aquí llegó una misión de Médicos del Mundo con sede en Francia y entre 1997 y 1998 empezaron la formación de promotores autónomos de salud. Después, Médicos del Mundo también se retiró.
 
 

Los paramilitares continúan operando en Puebla, Los Chorros, Esperanza, Acteal, Pechiquil, Kanolal, Tzanembolom y Yabteclum, Yashjemel y Majomut, señalan las autoridades autónomas. Esta presencia, explican, impide que las familias desplazadas puedan ir a sembrar sus tierras, pues la amenaza es permanente. Relatan que recientemente un hombre base de apoyo zapatista fue asesinado por los paramilitares mientras recogía leña para su casa.

La enorme militarización en la región, asignada supuestamente para vigilar la seguridad de los pobladores, no ha detenido en ningún momento las acciones de los priístas asociados con diversos grupos paramilitares. Son 13 posiciones militares donde se encuentran unos 5 mil soldados que, literalmente, rodean los campamentos de desplazados. Estas posiciones del ejército federal se localizan actualmente en Chenalhó, Las Limas, Yabteclum, La Libertad, Takiucum, Xoyep, dos en Majomut, Los Chorros, Acteal Alto, Pechiquil, Chimix, Pantelhó y Tzanembolom.

La vigilancia es redoblada por posiciones de seguridad pública en Chenalhó, Ontik. Yabteclum, Acteal, Kanolal, Tzajalhucum, Cruztón y Tzanembolom. Los patrullajes militares y policiacos son constantes. Durante la elaboración de este reportaje, se registraron 15 patrullajes por día.

Todo este operativo arrancó formalmente con la ofensiva gubernamental del 9 de febrero 1995. Hace poco, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (CDHFBC) documentó que fue el Ejército Mexicano quien planificó y apoyó a los grupos paramilitares en los Altos, la Selva y el norte de Chiapas, con el propósito de desarticular a las bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Las acciones paramilitares, por las que actualmente hay una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos contra el expresidente Ernesto Zedillo, dejaron una estela de asesinatos, emboscadas, expulsiones, quemas de casas y torturas contra los simpatizantes del EZLN.

Hoy, asegura el presidente autónomo de Polhó, siguen sin existir condiciones de seguridad para el retorno, continúan las amenazas de los paramilitares, y los desplazados siguen en resistencia.

"Aunque quisiéramos" --aclara-- "no hay para cuando regresar. Parece que esto no tiene fin para el gobierno. Cuando queremos ir a sembrar la tierra nos amenazan, recientemente emboscaron a un compañero en Chimix. La situación es delicada pero estamos trabajando".

El 23 de febrero empezaron el curso de educación más de 700 niños y niñas de las 5 escuelas primarias autónomas organizadas en el centro y en los campamentos 2, 3, 7 y 8, donde imparten clases un total de 53 promotores de educación, mismos que reciben cursos de capacitación en la secundaria del Caracol de Oventik. Falta construir, por lo menos, otras 3 escuelas y materiales didácticos, pero aun así se ofrece educación.

Un banco de arena y una máquina para hacer blocs, colectivos de bordado, una panadería, hortalizas, gallineros, cooperativas de abarrotes y una de café, son algunos de los proyectos con los que sobreviven los desplazados y desplazadas. "En el EZLN ya dijimos claro qué es lo que queremos como pueblo y no vamos a aceptar las limosnas del gobierno", dice, categórico, el representante del gobierno autónomo zapatista.


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En una comunidad en resistencia de la Sierra, Quiché, 1993
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