Usted está aquí: viernes 18 de marzo de 2005 Opinión Boicot contra las mujeres en la ONU

Gabriela Rodríguez

Boicot contra las mujeres en la ONU

Un buen sabor de boca nos dejó el fracaso del gobierno de George W. Bush en su intento por boicotear la confirmación de la Plataforma de Acción de las Mujeres (PAM) en la 49 sesión de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de las Mujeres realizada en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU) del 28 de febrero al 11 de marzo, mejor conocida como Pekín +10 (a una década de la cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, realizada en la capital china en 1995).

Tal como ha ocurrido en diversas reuniones de Naciones Unidas, el país con la mayor acumulación histórica de poder político, económico y militar se quedó solo frente al resto del mundo.

Con 23 votos contra uno, el de Estados Unidos, fue rechazada en viva voz la propuesta de su representante por incorporar dos enmiendas a la declaración; en una se aclaraba que la PAM no crea nuevos derechos internacionales, y en la segunda que el aborto es una cuestión de cada país. No fue el único rebote; en la última sesión, 36 países votaron en contra y ocho se abstuvieron frente a la propuesta estadunidense por evitar vincular dicha plataforma con la Convención para Eliminar las formas de Discriminación contra las Mujeres (conocida como CEDAW), la cual tiene valor vinculante, es decir, es ley suprema para los estados que la suscribieron.

Además, la representante de Sudáfrica logró incorporar en sesión final un párrafo que afirma la necesidad de los servicios de salud reproductiva de las mujeres para lograr su empoderamiento y la equidad social, después de que Estados Unidos afirmara que no admitía ese lenguaje (se refiere al de "salud reproductiva", que ha pasado a ser entre pecado y tabú sexual en ese país) con lo cual sólo logró arrastrar otro voto en contra, el de Costa Rica, mientras 24 naciones lo aprobaron y ocho se abstuvieron. El logro es realmente significativo, toda vez que atrás de estas abstenciones y rechazos habían proliferado los chantajes y presiones no sólo de los funcionarios estadunidenses a las delegadas oficiales, sino mediante cartas directas enviadas desde el Vaticano a algunas de las ministras de la Mujer de los países de América Central. Esta estratégica mancuerna ha venido a consolidarse en el siglo XXI, tal como puede constatarse cuando se tiene oportunidad de presenciar las negociaciones que ocurren a la vista entre los grupos de inteligencia alrededor del famosísimo Café Viena de los sótanos de la ONU.

Al fondo a la izquierda, como para confundir, entre el grupo de prolifers brillan los hombres y las canas, las marcas de ropa Boss, Scada y Armani, además de numerosas laptops de lujo, celulares y walkie-talkies; está integrado por una mayoría de varones estadunidenses mayores de 60 años, quienes dan consejos a jovencitas muy bien vestidas, algunas uniformadas con bufanda rosa y playera amarilla con el lema "The true freedom of women", otros son jóvenes de saco y corbata de edades entre 16 y 25 años, los jóvenes son mexicanos... y mexicanas en su mayoría, al parecer financiadas por Vamos México, ya sabemos que Marta Sahagún siempre da buen servicio a estas causas.

Reconocemos a algunos sacerdotes del Vaticano participantes en otras reuniones de la ONU pero que esta vez no traen el hábito religioso; también circulaban en esa zona monjes con hábitos cafés con larguísimas barbas, de alguna secta que no les permite afeitarse, supongo. No sé cómo se nos filtró un correo electrónico de ese bando, pero así comienza: "¡Venga tu reino! Muy estimada en Cristo Carolina"; enseguida se señala un conjunto de instrucciones para reafirmar que la PAM no es vinculante y lo importante de impulsar que no se relacionen los acuerdos con la CEDAW ni se fomente la palabra "género", por estar viciada, y mejor buscar sustituirla por términos como "hombres y mujeres". Se despide: "muchas gracias, en Cristo y el Movimiento".

Situadas siempre a la derecha, y sólo para descontrolar al enemigo, las feministas de organizaciones y redes de la sociedad civil nos distinguimos por las chamarras rompevientos -las nevadas en Manhattan no estaban para menos-, los huipiles tradicionales y los cabellos parados, color buganvilia o amarillo zacate. Si algo pudimos demostrar es que la política ha dejado de ser un terreno exclusivo del poder y del Estado, y que podemos recuperar el espacio entre la sociedad y el complejo institucional; ya contamos con colegas en las delegaciones oficiales y hemos escrito párrafos completos que garantizan derechos de las mujeres en los documentos finales. Líderes indígenas compartieron nuestro espacio y lograron mayor participación en su resolución. Muy significativa fue la iniciativa de las organizaciones latinoamericanas para recolectar monedas en una canasta y entregarla como devolución de sus dádivas a Ellen Sauerbrey, quien en su discurso inaugural nos restregó los dólares que el gobierno de Bush, al que representa, había dirigido al movimiento mundial de las mujeres. Fue también muy grave que mientras la esperábamos a la salida del salón de conferencias, en los pasillos de Naciones Unidas -sí, ¡en la ONU!- los policías no obligaran a separarnos y, ante nuestra negativa, llevaran para dispersarnos a otros policías y uno de esos perros enormes y muy bravos entrenados.

Pero en esta ocasión ni nos dispersaron ni el gobierno de Bush metió su agenda, aunque nos dejaron con incertidumbre, tal como oportunamente tituló la pieza con que abrió Wynton Marsalis su recital en el nuevo Palacio del Jazz del Lincoln Center en el Día Internacional de las Mujeres: "The shake of things to come"

www.afluentes.org

 
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