Usted está aquí: jueves 3 de marzo de 2005 Política Terrorismo nuclear

Miguel Marín Bosch*

Terrorismo nuclear

El 12 de noviembre de 2001 el vuelo 587 de American Airlines se estrelló en el mar cerca de Rockaway, Nueva York, pocos minutos después de despegar del aeropuerto John F. Kennedy (JFK) con destino a la República Dominicana. El avión se partió en dos y la versión oficial del accidente fue que el aparato tenía algunas fallas estructurales que cedieron ante la turbulencia causada por un B-747 que acababa de despegar. Recuerdo bien el caso porque yo había emprendido un viaje a México unos minutos antes. En esos días la prensa especulaba si el avión había sido derribado por un misil tierra-aire. Esa hipótesis ha sido planteada en varios de los accidentes aéreos ocurridos en la última década cerca de JFK.

Hace unas semanas la prensa, tanto en Washington como aquí, habló de una posible venta en el mercado negro de alrededor de 80 misiles tierra-aire SAM-7 que aún tiene Nicaragua y que fueron adquiridos por los sandinistas hace décadas. Los posibles compradores son guerrilleros, narcotraficantes y grupos terroristas, los llamados actores no estatales. Es bien sabido que en Colombia las FARC cuentan con armas convencionales muy sofisticadas, incluyendo misiles tierra-aire. Estos son portátiles, pesando apenas unos 10 kilos.

Los actores no estatales siempre han podido conseguir armamentos convencionales. Hoy en día es relativamente fácil hacerlo. A lo que no han tenido acceso hasta ahora son a las armas de destrucción en masa que se desarrollaron en el siglo XX: biológicas, químicas y nucleares. Empero, la situación parece estar cambiando.

El 20 de marzo de 1995 hubo un ataque terrorista en el metro de Tokio. Unos individuos dispersaron gas sarín en una estación, causando la muerte de 11 personas e hirieron a más de 5 mil. El sarín es un agente neurológico, una de las armas químicas más letales. En el campo de las armas biológicas son varios los casos en que se ha utilizado el ántrax. En cambio, aún no se ha dado un solo caso en que un actor no estatal haya atacado con material nuclear.

Hace años que se viene debatiendo en círculos académicos y científicos la posibilidad que un grupo de personas construya o consiga un arma nuclear. Desde luego que se trata de los grupos terroristas mejor organizados y de un artefacto relativamente pequeño, como las llamadas armas nucleares tácticas. Se especula que uno de los proyectos de Al Qaeda era conseguir una bomba nuclear de Pakistán.

Por otro lado, las autoridades rusas han confesado que desconocen el paradero de 84 de los llamados "artefactos nucleares de maletín" de la época soviética. Se trata de bombas nucleares de un kilotón fabricadas en forma de una pequeña maleta muy fácil de cargar. Al derrumbarse la Unión Soviética había 250 de esas bombas. La explosión de un arma nuclear se mide en kilotones. Un kilotón equivale al poder destructivo de mil toneladas de un explosivo corriente como dinamita o TNT. La bomba que destruyó Hiroshima en 1945 era de 12 kilotones. También es posible construir una bomba sucia, sin poder explosivo pero que dispersa material radiactivo. Una posibilidad adicional sería la de estrellar un avión en una central nuclear. Si, en lugar de chocar con las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, uno de esos aviones se hubiera incrustado en la planta nuclear de Indian Point, las víctimas hubieran sido muchas más.

Un arma nuclear podría ser robada o comprada a científicos de países como Rusia, Pakistán o Corea del Norte. También sería posible construir un arma pequeña. Para ello sería indispensable conseguir algunos kilos de uranio enriquecido o plutonio (el material indispensable para fabricar un artefacto nuclear). Las fuentes de esos materiales pueden ser los casi 130 reactores nucleares que están hoy operando en más de 40 países, no todos con el grado de seguridad necesaria para prevenir que "desaparezcan" unos kilos.

¿Qué tan difícil sería transportar plutonio o uranio enriquecido?

Hace algunos años una cadena de televisión de Estados Unidos puso a prueba la capacidad de las aduanas de ese país para detectar un cargamento de material nuclear. Uno de sus reporteros viajó a Indonesia y compró siete kilos de uranio empobrecido (que tiene las mismas característas del enriquecido sólo que no sirve para construir un artefacto explosivo). Empacaron el material en una maleta y pidieron a una compañía de transportes que llevara la maleta al puerto de Los Angeles. Ahí fue recogida por el reportero y llevada al centro de convenciones de la ciudad. Con ello demostró lo fácil que sería que un grupo de personas consiguiera uranio enriquecido.

En años recientes las agencias de inteligencia de Estados Unidos han alertado en más de una ocasión acerca de un posible ataque nuclear en Nueva York. En octubre de 2001 el director de la CIA informó al presidente Bush que era muy probable que hubiera una bomba nuclear en manos de terroristas en esa ciudad. No fue cierto. Pero la detonación en Times Square de una bomba nuclear de 10 kilotones mataría instantáneamente a medio millón de personas.

En vista de lo anterior, no debe sorprendernos que el jueves pasado, en su reunión en Bratislava, los presidentes Bush y Putin hayan decidido hacer un renovado esfuerzo para evitar que armas nucleares cayeran en manos de terroristas y de países soberanos como Irán y Corea del Norte.

También firmaron un acuerdo para combatir el terrorismo nuclear al restringir el traspaso de misiles tierra-aire capaces de derribar aeronaves. Asimismo, insistieron en acelerar sus trabajos para "proteger las armas nucleares en sus respectivos países y en todo el mundo".

*Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y presidente de Desarmex, AC

 
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