Usted está aquí: sábado 26 de febrero de 2005 Opinión ANDANZAS

ANDANZAS

Colombia Moya

Waterwall, una realidad sorprendente

ESTA VEZ, LAS promesas que por lo general se hacen en las conferencias de prensa no sólo se vieron cumplidas sino rebasadas en Waterwall, impactante espectáculo de Ivan Manzoni, un italiano en la flor de su vida, rubio, de carisma irremediable, ropa informal, siempre con sombrero y estatura mediana que reafirma haber llegado a la danza a los 21 años; tomó clases con quien pudo, inclusive de jazz, y empezó su carrera creativa en pequeños grupos con familiares y amigos, sin el pacto invisible pero poderoso que existe en el gremio y los muy interesados en el curriculum, maestros, etcétera, que certifiquen un arranque de seriedad y nivel suficiente para formar parte del sacrosanto imperio del mundo profesional, bendecido por sus sacerdotes y adeptos irrefutables.

MANZONI HA ROTO las fronteras invisibles del mundo convencional de la danza en Waterwall, imponiendo dinámica y armonías inéditas en una combinación prodigiosa de tecnología, audacia y creatividad inagotables, a través de bailarines-atletas maravillosos, y un equipo técnico y musical de insospechado alcance.

EL ESPECTACULO EN sí, estrenado en su temporada del 16 al 27 de febrero y que ahora se ha alargado del 1º al 13 de marzo, desarrollado en una sólida estructura de metal con el concurso de ingenieros hidráulicos que materializan la sorprendente imaginación del creador bajo una cortina de agua constante de 16 mil litros, nos muestra un grupo de jóvenes, ellas ataviadas en una especie de traje de baño de latex brillante negro, con rodilleras, la cara lavada y únicamente armadas de su belleza, fuerza, arrojo y entrega, que junto a los varones vestidos de anaranjado como obreros de construcción, con casco protector con lámpara; en medio de aquella estructura que sugiere tal vez el esqueleto de un rascacielos en construcción, y la música arrolladora de Domenico Mezzatesta, que nos remite a un ambiente entre industrial y discoteca en pleno frenesí; no sólo rebasa la posibilidad de encajonar el espectáculo al estilo Las Vegas o Le Lido, de París, sino que a través de casi dos horas, esta vorágine orgiástica de la vida nos lleva a un nuevo ritual y concepción del arte y la cultura, donde la audacia de este peculiarísimo coreógrafo, rompiendo todo ortodoxismo, nos lanza al torbellino de la pasión y las sensaciones casi desvergonzadamente.

QUEDA LA PREGUNTA: ¿arte o show? Usted tendría que verlo para dejarse llevar, limpio de corazón, sin prejuicios, para recordar el vigor de cuerpos en una danza sin membretes ni restricciones, escuela o técnicas específicas. Ahí, en ese grupo, bajo la batuta de Manzoni, se recupera el origen primigenio de la danza. Es ahora un rito contemporáneo, salvaje y agresivo con múltiples lecturas pero sin duda con un lenguaje técnico, luces, agua, música y corporal, de inagotable y prolífico vocabulario. Siempre hay suspense y sorpresa, aún hasta el riesgo de salir empapados como público, algo que nos hace estallar en risa jubilosa a las primeras filas donde, resbalando sus cuerpos empapados, arriba esta pleyade de artistas. Gente joven, bellísima, valerosa y definida, algo que contagia la maravilla del agua, que es vida, y de la juventud, que es la flor exhuberante de la existencia.

MUCHO TENDRIAMOS QUE hablar sobre tantos detalles, como aquellos cuerpos bajo las luces estrobo atravezando el muro de agua y colgados de unos cables, cuerpos dándonos el efecto de gente electrocutándose, quemándose el cerebro o el alma, fuerzas poderosas contra el poder del cuerpo humano, el juego de algo inhumano, el poder necio que seguramente no sólo Manzoni sino muchos veteranos, jóvenes y hasta adolescentes han sentido en la embriaguez sensorial de la música arrebatadora, las drogas o la borrachera del festín de la vida en los antiguos misterios de Eléusis y sus danzas orgiastícas secretas, o los actuales templos del deschongue, las discotecas, las reuniones de iniciados a toda velocidad.

LARGO SERIA ANALIZAR a fondo la obra de Manzoni y las infinitas posibilidades de danza-arte bajo agua. De este modo, primero con The jung box y ahora con Waterwall, la empresa Integrus se anota una palomota, así como la presencia y colaboración de la embajada de Italia y su Instituto de Cultura, en un esfuerzo enorme, apoyados además por el Gobierno del Distrito Federal a través del Teatro de la Ciudad para difundir otras propuestas, nuevos o distintos enfoques del espectáculo para una de las reglas sagradas del buen vivir, la recreación, el alimento emocional y espiritual que tanto se necesita, sobretodo en estos tiempos ingratos que para bien o mal a todos nos toca compartir. Es algo realmente diferente. ¡No se lo pierda!

WATERWALL. TEATRO DE la Ciudad, hoy y mañana, y del 1º al 13 de marzo, en el Teatro de la Ciudad (Donceles 36, Centro Histórico). Mayores informes en los teléfonos: 5510-2197 y 5518-4913.

 
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