Usted está aquí: jueves 24 de febrero de 2005 Opinión Los bancos privados: una historia interminable

Orlando Delgado Selley

Los bancos privados: una historia interminable

En la mayoría de los electores prevalece la idea de que el proceso de desafuero contra el jefe de Gobierno es una conjura política para evitar que pueda competir por la Presidencia de la República. Ello constituye una importante victoria de López Obrador. Para la mayoría de los usuarios de los bancos, en el Fobaproa se ocultaron prácticas inadecuadas, créditos ilegales, y los culpables -banqueros privados, funcionarios públicos y acreditados- permanecen no sólo impunes, sino que han sido remunerados generosamente.

Uno de los 20 puntos del proyecto de gobierno presentado por el puntero en las encuestas para la contienda de 2006 se ocupa del tema bancario. La creación de una comisión de la verdad para transparentar las operaciones del Fobaproa y tratar de reducir su costo da clara cuenta de que el asunto sigue abierto. La crisis bancaria tuvo un costo altísimo, equivalente a casi la quinta parte del PIB. Todavía lo tiene: a marzo de 2004 la deuda era de 792 mil millones de pesos, equivalentes a 11.7 por ciento del PIB de 2003.

Además de los recursos comprometidos que tardaremos en pagar muchos años, debe agregarse el producto perdido, es decir, lo que dejó de producirse por la suspensión de los flujos crediticios, por la severa restricción monetaria y el brutal incremento de las tasas de interés. Se ha estimado que este impacto podría llegar a 10 puntos del producto. Recordemos que en 1995, año en el que estalló la crisis económica que multiplicó la crisis bancaria, el PIB se redujo 6.2 por ciento. Esta caída fue mucho más fuerte para los sectores que más contribuyen a generar empleos: la industria perdió 7.8 por ciento, la construcción 23.5 y el comercio 15.5.

Por eso la crisis bancaria significó la pérdida de miles de empleos, el cierre de cientos de empresas pequeñas y medianas, miles de viviendas perdidas. Significó también que durante 10 años los bancos hayan dejado de cumplir con su función central: fondear la inversión de las empresas mexicanas. El Banco de México ha informado que en 2004 solamente 19 por ciento de las empresas que utilizaron crédito acudieron a la banca comercial a solicitarlo. Ello ratifica que, pese a ser instituciones rentables, los bancos no contribuyen al desarrollo nacional.

Si los bancos no cumplen con esta función central, ¿para qué sirven? Entre los guardianes de la ortodoxia se argumenta que la liberación financiera es conveniente, a pesar de que haya conducido a una crisis del tamaño de la nuestra, ya que en el sistema bancario es indispensable la libertad para prestar y captar en las condiciones que el mercado determine (ver Lorenza Martínez y otros, "Globalización, crecimiento y crisis financieras. Lecciones de México y del mundo en desarrollo". El Trimestre Económico, núm. 282, abril-junio, 2004). Sin embargo, con todo y la absoluta vigencia de las leyes del mercado, persiste la desconfianza sobre el rescate bancario y la modificación a la legislación para facilitar la recuperación de los créditos complicados no ha logrado que se alcancen los montos de crédito existentes en países desarrollados y subdesarrollados.

En México el crédito al sector privado no llega ni a 10 por ciento del PIB, mientras que en países europeos alcanza más de 50. En general, en el crédito otorgado por los bancos como proporción del PIB la cifra mexicana es pírrica: 38 puntos, en tanto que para cualquiera de las otras 15 grandes economías del mundo es mucho mayor: en Estados Unidos es de 246 por ciento, en Japón 312, Alemania 145, Reino Unido 145, Francia 105, Italia 100, China 166, Canadá 93, España 130, Corea 102, India 58, Brasil 64, Holanda 160 y Australia 94. Ello da cuenta de un sistema bancario que simplemente no otorga crédito.

Pese a ello los bancos nos cuestan decenas de miles de millones de pesos anualmente, sólo para cubrir parte de los intereses de los pagarés Fobaproa. Plantear la reducción del costo del llamado rescate es elemental. Los banqueros extranjeros, quienes han resultado los beneficiarios finales de ese escandaloso proceso, tendrían que reconocer que un gobierno comprometido con el crecimiento y la generación de empleos bien remunerados tiene que priorizar la inversión pública en proyectos sociales y no en pagar intereses de una deuda provocada, entre otras cosas, por malos manejos.

Luego de 10 años de un costoso rescate de los bancos privados la desconfianza permanece. No puede haber perdón cuando hay que seguir pagando y cuando los beneficiarios gozan de privilegios indebidos. El tiempo pasa, pero la herida sigue abierta y el gobierno del cambio no la cerrará. Por el contrario, ha apostado a mantenerla. Solamente otro gobierno podría hacerlo y lo hará si logra llegar a la contienda presidencial.

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