Usted está aquí: sábado 19 de febrero de 2005 Opinión Utopía y política

Miguel Concha

Utopía y política

En el contexto del quinto Foro Social Mundial, al que confluyeron centenas de organizaciones y decenas de miles de personas que desde distintas trincheras luchan porque otro mundo sea posible, los organizadores tuvieron el acierto de programar un panel sobre la utilidad y el concepto de utopía, teniendo en cuenta el cuarto centenario de la publicación de la primera parte de la novela de Cervantes. Inspirados en el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, o tomándolo de ejemplo o paradigma, acuatro famosos escritores de talla internacional discutieron sobre este tema, a partir del incremento y la creciente articulación de las resistencias y luchas contra la globalización neoliberal: Federico Mayor Zaragoza, director de la UNESCO; Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique; José Saramago, premio Nobel de Literatura, y Eduardo Galeano, que no necesita presentación entre nosotros. Estimulaba y daba esperanza contemplar a tantos miles de personas, muchas de ellas jóvenes, y otras no tanto, que durante horas hicieron con absoluto orden largas colas, y posteriormente abarrotaron el auditorio Araujo Viena, de Porto Alegre, para escuchar y participar en tan importante disertación.

Teniendo en cuenta que en nuestro país estas resistencias y luchas están también a la orden del día, y que frecuentemente el "aniversario de El Quijote" se queda en mero espectáculo, superficial y frívolo, me ha parecido oportuno recoger en este artículo algunas de las ideas que tomé a vuelo de pájaro.

Para Mayor Zaragoza, Don Quijote es la personificación de todos aquellos que ven que otro mundo es posible y se resisten a ser "realistas" y cuerdos al estilo de Sancho -como hoy mucho se nos aconseja-, y que por eso salen por el ancho mundo remediando injusticias, para hacer posible mañana lo que hoy es imposible, volviendo así a colocar los ideales donde hay sólo mercaderes. Por ello insiste en que la democracia no debe consistir únicamente en que se nos cuente (en las elecciones), sino en que se nos tome en cuenta (en el gobierno).

Para Ignacio Ramonet, quien con razón considera que vivimos un mundo al revés, un mundo más insolidario que nunca, donde vale más ser una vaca europea -que recibe cuatro dólares diarios de subvención- que un ser humano, el Quijote lo que no soporta es la injusticia y la desigualdad. Es un altruista, no un utopista. No es un iluso, quiere otro mundo porque piensa que otro mundo es posible, y no quiere obligar a nadie a entrar por la fuerza en ese proyecto. Sin embargo, para salir del desastre actual aconseja instaurar una tasa planetaria de solidaridad, suprimir los paraísos fiscales y la deuda externa de los países del sur, asegurar el agua potable como un derecho humano para todos, y establecer un impuesto de solidaridad para las mayores fortunas del mundo.

Para Eduardo Galeano, Don Quijote es realista cuando pinta la realidad que necesita, porque está convencido de que en la barriga de este mundo hay otro mundo posible, y entre otras cosas lo califica como el "antihéroe de dimensión heroica", que antepuso sus ideales a sus convenciones. Además, casi de entrada afirmó que el Che Guevara encarnó a Don Quijote, y para ello recordó aquellas palabras que escribió al salir de Cuba en una carta a su padre: "Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con la adarga al brazo..." Para él, el concepto de utopía puede ser usado en muchos sentidos posibles, algunos favorables y otros no. Pero ciertamente es una advertencia sobre lo malvado a lo que se encamina el mundo, y provoca a la política como la vida que podría ser, pero que todavía no es, pues "la historia que se expulsa por la puerta vuelve por la ventana". Hoy en día es más necesaria que nunca como socialismo democrático, utopía política del siglo XXI, todavía no escrita en ningún libro.

Saramago, en cambio, quizás para provocar al auditorio, consideró que el concepto de utopía, que comenzó con Tomás Moro en 1516, es hoy en día inútil. "Para los 5 mil millones que viven en la miseria -expresó-, la palabra utopía no significa rigurosamente nada", y casi llegó a aconsejar que se le eliminara del diccionario. Para él la política es además hoy en día también "el arte de no decir la verdad. Falsea, pervierte, condiciona, manipula, significa que yo que necesito unas cuantas cosas, lo tendré otro día". Vivimos, dijo, en un mundo de mitos y de creencias. Basta ver, añadió, la cantidad de religiones y de iglesias. Lo que hoy necesitamos, afirmó, es el trabajo de hoy. Es con el trabajo de hoy que el mañana será. Y propuso una revisión crítica y rigurosa de los conceptos de izquierda y democracia, hoy "secuestrada, condicionada, amputada en la democracia que vivimos".

 
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