Usted está aquí: miércoles 16 de febrero de 2005 Opinión ¿Debe ser ilimitada la tecnología médica?

Arnoldo Kraus

¿Debe ser ilimitada la tecnología médica?

Me imagino que la mayoría de los doctores de mediados del siglo pasado se sorprenderían profundamente con lo que acontece en la medicina contemporánea. La sorpresa podría girar entre la incredulidad, la admiración y el recogimiento. Habría también, quien tras el sacudimiento por los logros del conocimiento, podría cuestionar si todo lo que cosecha la tecnología biomédica es correcto, y si es válido seguir indagando sin cesar y sin preguntar si la palabra límite debería tener lugar en la ciencia.

Hace algunos días la prensa informó que Adriana Iliescu había parido a los 67 años. Iliescu quería ser a toda costa madre por lo que solicitó se le aplicasen técnicas de reproducción asistida las cuales fueron exitosas. Sometida a cesárea de urgencia concibió dos bebés, de los cuales, sobrevivió una niña de 1.4 kilogramos; el hermano gemelo falleció antes de nacer.

Iliescu se ha convertido en la madre de más edad en el mundo, y sus médicos, y la medicina, en noticia de prensa. ¿Es correcto colaborar con personas menopausicas para que se embaracen? Desde el punto de vista ético, ¿es lícito utilizar recursos científicos para que mujeres de 66 años queden preñadas? ¿Debe la ciencia detenerse y preguntar cuáles son sus límites o si acaso debe tenerlos? ¿Son los médicos que aplicaron las técnicas de reproducción asistida a Adriana Iliescu grandes científicos o charlatanes con aires de científicos? Estas y otras preguntas son algunas de las cuestiones que la ciencia y el público debe confrontar, sobre todo, ante el tremendo auge del conocimiento médico y científico.

Para la madre, profesora de lengua rumana en Bucarest, el alumbramiento carece de problemas éticos. Lo mismo sucede con el equipo médico. La primera aduce que "actualmente no nacen niños apenas en Rumania: ¿qué será de esta sociedad dentro de 100 años? Debemos proteger nuestra lengua y nuestra cultura y esto no puede hacerse sin niños a los que transmitir nuestra herencia".

Por su parte, el equipo médico, confirmó que la profesora fue sometida a un profundo examen siquiátrico antes del procedimiento de fecundación in vitro y durante los 10 años de terapia hormonal, que permitieron, llevar a término, uno de los tres embriones implantados en el útero. Un ginecólogo rumano, que no formó parte del grupo, comentó, que en ausencia de reglas claras acerca de la reproducción asistida, no hay razones para impedir que cualquier mujer que quiera ser madre y tenga dinero acceda a procedimientos de fecundación.

El caso Iliescu plantea varios dilemas. Por un lado, es evidente la falta de normatividad en cuanto a si debe existir, o no, una edad límite para mujeres que deseen utilizar la fecundación in vitro. Asimismo, salta a la vista que en muchas ocasiones, los médicos carecen de reglamentos claros que definan cuándo, y en quién, puede utilizarse el procedimiento de marras u otras técnicas biotecnológicas diseñadas para generar o mantener la vida.

La suma de esas inquietudes desemboca en cuestiones muy complicadas y que son y serán temas fundamentales de la bioética. Muchas de las vicisitudes actuales podrían resumirse en una pregunta: a pesar del avance tecnológico y de los deseos de los científicos y las inquietudes de los consumidores de la salud, ¿debe tener límites la vida?

Aunque la cuestión podría parecer un tropiezo orwelliano, o de ciencia ficción, la realidad es que la ciencia puede rebasar por muchas razones el concepto actual de lo que significa el ser humano, de lo que debería ser la ética de la medicina, de lo que son los límites de la vida y de lo que se entiende por calidad de vida. No sobra recordar que los tufos de la medicina nazi, aunque lejanos, no han desaparecido del todo. En países como China se ejecutan presos y después de extraen sus órganos y se practican cirugías neurológicas utilizando tejidos fetales sin ningún código ético; en India, se compran córneas de ojos sanos y se trasplantan a europeos adinerados -para el propósito de esta discusión, excluyo otros temas centrales, como la profundización del abismo entre ricos y pobres, y cuya vigencia y perpetuación tienen mucho que ver con la distribución y el acceso a las bondades de la medicina.

Debemos congratularnos por el conocimiento biomédico y por sus frutos, pero, debemos, asimismo, detenernos un poco y reflexionar acerca de sus usos. Después de mirar el mapa del mundo y el del genoma, sería prudente parar y cavilar acerca de las modificaciones positivas y nocivas que puedan significar algunas de las aplicaciones de la ciencia médica.

 
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