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Viernes 21 de enero de 2005

ECONOMIA MORAL

Julio Boltvinik

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

El reto del frío

Mata y enferma, pero no percibimos la necesidad de sus soluciones

LAS CALLES DE la ciudad de México están mucho menos congestionadas de lo usual (a pesar de las obras de López Obrador). En estos días he llegado antes de lo estimado a todas mis citas y lo mismo le ha pasado a quienes han concurrido a ellas. No recuerdo ningún enero en que esto haya ocurrido. No tengo más explicación que la combinación entre las finanzas maltrechas de la clase media -principal congestionante, con sus autos, de las vialidades- por las fiestas y vacaciones de fin de año (la cuesta de enero), lo que ocurre todos los años, y el frío excepcionalmente agudo de este enero, que debe haber provocado enorme ausentismo en centros de trabajo y estudio, así como la posposición de muchas actividades (compras, por ejemplo). Aunque no hay estadísticas que lo respalden, sí he observado muchos indicios en mi entorno inmediato: numerosos enfermos de gripa, algunos de bronconeumonía o influenza. En la escuela a la que asisten mis hijos hay ausentismo enorme. Es una escuela privada y, al igual que las públicas, no está preparada para el frío.

NI LAS VIVIENDAS ni las oficinas de la mayor parte del país se encuentran preparadas para enfrentar el frío. No tienen instalaciones para generar calor y, además, puertas y ventanas no cierran herméticamente, lo que provoca la entrada de aire frío. Y hablo de las viviendas que en los estudios de pobreza y necesidades básicas consideramos por arriba de las normas. De las viviendas de clase media para arriba. Un gringo me decía alguna vez que nunca ha pasado tanto frío en su vida como el que experimentó en la ciudad de México en la casa de su suegra mexicana (de clase media). Las oficinas, escuelas y universidades tampoco están preparadas. Para colmo, no tenemos la ropa adecuada y carecemos de los hábitos de uso de ropa gruesa (abrigos) y, aún más, de gorros y guantes. Para la mayor parte de la población, su única ropa gruesa son chamarras y suéteres. De esta manera, cuando hace frío, la población de casi todos los estratos siente frío todo el día y toda la noche. En la cama puede alcanzar temperaturas adecuadas cubriéndose con numerosas cobijas, pero si por cualquier razón debe levantarse durante la noche (ir al baño, atender un bebé) el enfriamiento, sobre todo si se carece de batas gruesas, puede desencadenar enfermedades respiratorias.

ANTE LA CARENCIA de instalaciones adecuadas para mantener la temperatura de la vivienda cuando en el exterior hace mucho frío, las clases medias y altas intentan improvisar soluciones que generan nuevos problemas y que casi nunca son adecuadas. La más usual es adquirir calentadores eléctricos que llevan las finanzas de la clase media a la quiebra por las altísimas tarifas eléctricas. Además, descubren que sus instalaciones eléctricas no resisten el altísimo consumo eléctrico de estos calentadores (mil 500 watts cada una para calentar 15 m2). Aunque la calefacción con gas es más adecuada y menos costosa, el consumo energético supone una inversión inicial más alta. Queda claro, pues, que ni siquiera las clases medias tienen las condiciones para enfrentar el cambio climático que está produciendo inviernos mucho más crudos que los que solíamos padecer.

LA CAPACIDAD DE enfrentar el frío en los hogares pobres es mucho menor. No pueden comprar calentadores eléctricos, sus instalaciones no les permitirían usarlos y no podrían pagar la cuenta eléctrica. Los materiales de la vivienda suelen ser inadecuados para aislar del frío externo (techos de lámina o de cartón en casos extremos) y la construcción es también menos hermética, de tal manera que los chiflones son más abundantes. El excusado suele estar fuera de la vivienda y suelen ser construcciones precarias, semiabiertas. La única fuente de calor en estas viviendas suele ser el anafre o la estufa que, según hemos leído en las noticias de meses recientes, han provocado numerosas muertes por asfixia. Desesperados por el frío, buscando evitar la muerte por hipotermia, prenden el anafre o similar y terminan asfixiados por falta de oxígeno.

DATOS DE MUERTES por frío que se presentan en estas temporadas invernales (se habla de alrededor de un centenar) están muy subestimadas, primero porque no son cifras sistemáticas y segundo porque reportan sólo las causadas por hipotermia y asfixia, y no incluyen las producidas por enfermedades respiratorias desencadenadas por el frío. A los pobres, el frío los puede matar y a un número desconocido lo mata cada invierno. Más en la medida que su crudeza sea mayor.

QUIZAS PORQUE EL clima era diferente, pero incluso así no resulta justificable, ya que siempre ha habido zonas del país más frías, la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales (CNSE) que diseñamos en Coplamar en 1981-1982 no incluyó ningún rubro para calentar la casa, ni por el lado de la adquisición de radiadores o calentadores ni por el lado de consumo corriente de electricidad, gas o algún otro combustible. Iba aparejada a otra omisión similar: el calentador de agua. De esta manera, los no pobres, cuando se utiliza la CNSE para definir la línea de pobreza (nivel de ingresos que separa los pobres de los no pobres), pueden padecer frío y se tendrían que asear y bañar con agua fría.

EN LA ENCUESTA de Percepciones de la Población Urbana sobre las Normas Mínimas de Satisfacción de las Necesidades Básicas, cuyo cuestionario diseñé y que fue levantada por la Procuraduría Federal del Consumidor en 2000 en 18 ciudades del país, se preguntó explícitamente a la población por ambos rubros omitidos, como parte de una lista de alrededor de 200 rubros, respecto de cada uno de los cuales se preguntaba si los consideraban necesarios, no necesarios pero deseables, o ni necesarios ni deseables, para cualquier hogar de su ciudad. Cuatro quintas partes del conjunto de las 18 ciudades (79 por ciento) consideró el calentador de agua necesario, pero sólo una cuarta parte (26 por ciento) vio necesario el calentador o radiador para calentar la casa. Antes de seguir adelante vale la pena anotar que cometí un error en la redacción de la pregunta sobre este rubro, ya que no incluí la opción de chimenea, por lo cual en algunas ciudades donde es común el uso de ésta pueden haber contestado que no era necesario el calefactor, justamente porque se cuenta o se puede contar con chimenea. En cuanto al calentador de agua, la abrumadora mayoría lo consideró necesario en 14 de las 18 ciudades, en dos el "voto" estuvo dividido casi en mitades (Mérida y Tampico) y sólo en dos una pequeña minoría lo consideró necesario (Veracruz y Villahermosa). Está claro que mientras más cálido es el clima menor proporción considera necesaria el agua caliente. En cuanto al calefactor o radiador para calentar la casa, sólo en Ciudad Juárez lo consideró necesario más de la mitad (73 por ciento), seguido de lejos por los hogares de Monterrey con 46 por ciento y los de Tijuana con 41 por ciento. En la Zona Metropolitana de la Ciudad de México sólo 22 por ciento lo consideró necesario.

MIENTRAS LAS PERCEPCIONES de la población desautorizan la exclusión del calentador de agua de la CNSE de Coplamar, sí parecen avalar la exclusión del calefactor, salvo en Ciudad Juárez y con dudas en Monterrey. ƑLas percepciones de la población reflejan la realidad? Si así fuera, Ƒcómo se explican las calles vacías, el ausentismo, las muertes por frío? Tanto usted como yo hemos oído o expresado la idea que es mejor no calentar un sitio donde uno está porque cuando sale le puede dar un enfriamiento. Esto significa que atribuimos el problema no al frío, sino al cambio de temperatura: que es mejor padecer frío todo el tiempo que parte de éste. Obviamente no piensan así en los países donde el clima frío es más contundente y donde hay calefacción en todas las tiendas, por ejemplo. La gente entra a comprar algo, permanece 15 minutos o media hora, no se quita los abrigos y luego vuelve a salir al frío. No se enferma.

ƑHAY UN ELEMENTO cultural en nuestra percepción? Veamos como calificaron al calefactor los entrevistados que no lo consideraron necesario: si sólo deseable, pero no necesario, o como ni necesario ni deseable. Sorprendentemente, la mayor proporción (37 por ciento) de las mujeres lo considera ni necesario ni deseable, mientras 35 por ciento lo considera sólo deseable, aunque entre los hombres es mayor la proporción que lo considera sólo deseable que la que no lo considera ni una ni la otra (38 por ciento contra 32 por ciento). ƑEs posible que una parte de quienes no lo ven ni necesario ni deseable lo consideren dañino, quizás por esta idea que al salir vendrían los enfriamientos? Los rubros que en la encuesta obtuvieron la más alta proporción de respuestas en la opción ni necesario ni deseable son los cigarrillos, con 71 por ciento entre las mujeres y 63 por ciento entre los hombres, lo que podría abonar la idea de lo dañino, igual que la proporción (39 por ciento) que consideró así la manteca. Pero la población entrevistada parece haber ubicado también en esta categoría a ciertos bienes de lujo como la aspiradora o la lavavajillas, que no se pueden concebir como dañinos. Conviene ver lo que respondieron los entrevistados respecto a la solución simétrica: enfriar la casa cuando hace mucho calor (aire acondicionado o ventilador). En el conjunto de las 18 ciudades, el aire acondicionado es considerado necesario sólo por 23 por ciento de las mujeres y 27 por ciento de los hombres entrevistados, mientras 42 por ciento de las mujeres y 45 por ciento de los varones lo considera sólo deseable, y 33 por ciento y 27 por ciento ni una ni la otra, respectivamente entre uno y otro sexo. El ventilador, en cambio, que tiene la misma función, pero es mucho más barato, es considerado necesario por 60 por ciento de los hombres y 59 por ciento de las mujeres, mientras que proporciones muy pequeñas lo consideran ni deseable ni necesario.

UNA POSIBLE INTERPRETACION de estos datos sería que la población identifica no sólo lo necesario sino incluso lo deseable con las posibilidades económicas que percibe. Si le parece inalcanzable la calefacción o el aire acondicionado, lo degradan incluso a la categoría de no deseable. Naturalmente, las condiciones objetivas influyen en la conformación de estas percepciones, de tal manera que ello explicaría que en las ciudades con más frío o más calor, una mayor proporción de la población tienda a percibir necesarias la calefacción o el aire acondicionado. Sin embargo, la bajísima proporción de la población que considera necesaria la calefacción en Toluca, o la mucho más baja percepción de la necesidad del aire acondicionado en Veracruz que en Ciudad Juárez, puede estar determinado por la influencia cultural de Estados Unidos, que es muy fuerte en las ciudades fronterizas.

LA NECESIDAD HUMANA de mantener la temperatura corporal dentro de ciertos límites es tan esencial, tan fisiológica y, por tanto, tan compartida con otras especies, como la necesidad de alimentarse. El descubrimiento del fuego es el hallazgo que ha permitido al ser humano expandirse de los trópicos, donde se originó, a prácticamente todo el planeta. Sin embargo, el uso del fuego (o su sustituto moderno, la electricidad) para cambiar la temperatura ambiente, y por tanto hacer posible el mantenimiento de la temperatura corporal, parece ser un lujo en nuestro país, lo cual ante el cambio climático se transforma en creciente sufrimiento humano.

MUCHOS NO PUEDEN protegerse del frío y otros no se dan cuenta que necesitan hacerlo. Adaptarse al cambio puede significar inversiones multimillonarias en viviendas, centros de trabajo, escuelas y tiendas.

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