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México D.F. Martes 16 de noviembre de 2004

Teresa del Conde/ II y última

Warburg

En un país como el nuestro, en el que la serpiente ''coatl" es elemento iconográfico principalísimo, cobra dimensión el relato de Warburg sobre indígenas que en su periodo histórico eran ya gringos, buscados como temas de estudio y de atención comparativa. Eso a pesar de que aquel viaje antropológico cuenta con más de un siglo de antigüedad.

Al mencionar que el ofidio fue patrimonio común de griegos, romanos e indostánicos, Warburg lo convierte en un arquetipo, y aunque menciona muy de paso a Quetzalcóatl, deja clara su pervivencia. En una de sus fotografías aparece uno de los llamados ''dibujos de arena" que representa un cúmulo de nubes del que emergen cuatro rayos en forma de serpiente, correspondiendo a los cuatro puntos cardinales.

Plantea un esquema tripartita, según el cual la serpiente está mancornada con las teorías evolucionistas de Darwin, ''dando lugar a asombrosos paralelismos".

Es bien sabido que la serpiente puede ser símbolo positivo o negativo. Por ejemplo, el báculo de Esculapio, personaje que está cerca de la categoría divina entre los griegos y después entre los romanos, muestra una serpiente enrollada a partir de la cual los médicos tomaron su emblema, sólo que lo convirtieron en caduceo al considerar no una, sino dos serpientes, como las que son propias de Hermes (Mercurio para los romanos).

Lo que escapó a Warburg es que el primer humano-ateniense según la leyenda Epimeteo, tenía en su condición original forma de serpiente-daimón y que así se le veneró. Sus ''reliquias" se conservaban en el Erecteión, el templo jónico de la tribuna de las cariátides que lleva ese nombre en honor de Erecteo, pues fue entonces cuando el antiguo Epimeteo se irguió y dejó el rápido movimiento reptante.

Según Balaji Mundlkur en The cult of the serpent (1983), libro citado por Raulff en la edición de Sexto Piso, el culto a la serpiente es uno de los cultos animales más antiguos y está derivado directamente del miedo.

Por elemental discreción me está vedado referirme a la serpiente mesoamericana, existiendo connotadísimos especialistas, de la talla de Miguel León-Portilla, Beatriz de la Fuente, Alfredo López Austin, etcétera, que además han sido mis maestros. Pero no puedo menos que evocar ahora la figura de Coatlicue, la de la falda de serpientes tiene cuerpo de mujer, pero fue en sus inicios, según León-Portilla el antiguo monstruo que flotaba en las aguas divinas que ''pareció erguirse". No es necesario forzar la memoria para traer en este momento la imagen a colación: la cabeza de Coatlicue está integrada por dos cabezas de serpiente con piedras preciosas, es decir, las cabezas guardan un tesoro, según mi leal saber y entender. El hecho es que constituyen una dualidad, mujer-hombre, que da y quita la vida.

Entre las mitologías de la serpiente como curadora, está el veneno, que se convierte en pharmacus. Así la serpiente te puede matar, pero también aliviar.

Apolo venció a la serpiente Pitón y los Juegos Piticos la conmemoraron cada cuatro años, igual que sucedía con las olimpiadas. La serpiente de bronce con la que Moisés tuvo que vérselas es judaica, igual que la que sedujo a Eva en el Génesis, motivo por el cual, con el tiempo, se vio condenada a ser pisada perennemente por la Virgen María. A la serpiente emplumada, Quetzalcóatl, que abandonó Tula, los toltecas le debieron su sabiduría que transmitieron inclusive a los mexicas.

Los Indios Pueblo fueron domadores de serpientes, como queda ilustrado en los rituales que Aby Warburg narra, experimentaron hacia el reptil fascinación y miedo igual que sucede con los encantadores de serpientes de varias latitudes. Además, como metáfora del trueno, la serpiente atrae el agua.

Del cáliz de San Juan el Evangelista emerge una pequeña serpiente o víbora, y las víboras, que viven generalmente en los desiertos, son venenosas como las cobras, y las cascabel, a diferencia de las boas que no lo son, matan asfixiando a sus presas con sus potentes anillos. Además, las serpientes están hasta en el dinero y no sólo en el nuestro.

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