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México D.F. Jueves 11 de noviembre de 2004

La poeta zapoteca, primera mujer en ganar el Premio Nezahualcóyotl de Literatura

Mi mayor reconocimiento sería ser leída en lengua indígena, dice Natalia Toledo

Olivo negro, el libro galardonado, es un viaje al pasado de su alma juchiteca

ARTURO JIMENEZ

Con el libro bilingüe Olivo negro (Guie' yaase'), de próxima aparición, la poeta de origen zapoteco Natalia Toledo Paz acaba de ganar el Premio Nezahualcóyotl de Literatura, que se entrega a escritores en lenguas indígenas de México y que por primera vez obtiene una mujer.

nataliatoledono4_okLa autora recibirá mañana el galardón en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, día del cumpleaños 85 de su abuela Aurea Vicente, a la que asistirá el pintor Francisco Toledo, padre de la poeta.

Olivo negro (Guie' yaase'), como dice Natalia Toledo (Juchitán, 1967), cuenta con ''un alma" en cuya geografía se identifican varias regiones simbólicas, como la evocación de la infancia, los olores del pescado fresco y el salitre, los sabores y olores de la cocina de su abuela materna, la imagen de un árbol-arcoiris creado por su madre Olga y los ensueños de Juchitán.

Crearlo fue, sobre todo, un gozo literario para la escritora, pues tuvo que viajar muchas veces desde su departamento de la colonia Condesa hasta la casa familiar de la Séptima Sección, en Juchitán. Fue también un viaje al pasado, una especie de flash back de su vida.

''Volví a jugar los juegos que jugué de niña, a recordar los olores y los sabores de la casa de mi abuela materna. Claro que todo esto siempre camina conmigo, vive conmigo, pues siempre soy esa niña. Todo el tiempo estoy buscando mi rostro y siempre que quiero recordarlo lo encuentro en mi infancia."

Los puntitos de la hoja

En ese viaje al pasado surgieron los poemas del libro, palabras que invocaron muchas otras cosas. ''También volví a recordar los rostros de mis amigos de niña. Mi mejor amiga era una niña muda, que ya murió. Tengo sus nombres presentes, sus caritas, hasta los vestidos que traíamos puestos en el calor de Juchitán, siempre vestidos cortos o en calzones, con el torso descubierto, caminando, corriendo.

''Volví a subir a los árboles de mi barrio, al olivo negro que teníamos en el patio de mi casa, donde subíamos y abríamos las hojitas para contar los puntos blancos que tienen: según su número, esos iban a ser los amores que tendríamos en la vida. Cuando yo abrí mi hoja había muchos puntitos. Fui noviera porque esa fue una revelación desde niña.

''En el patio de esa casa había una cooperativa de pescadores que llegaban muy temprano. Se ponían alrededor del olivo a hacer montones de pescados para repartirlos entre ellos. Los niños los ayudábamos a llenar las rejas de bambú con los pescados y llevábamos una cubetita que nos llenaban de pescados como pago."

Aunque la poeta, como tal, sabe de las claves de la nostalgia:

''En el recuerdo, el tiempo transforma las cosas ya vividas. Hay un deseo de que fueran perfectas, porque al mismo tiempo había cosas tristes. Por eso el deseo trastoca y acomoda a tu antojo las cosas que los adultos echaron a perder."

Comparte un recuerdo imborrable, feliz, que con seguridad no tuvo que ser trastocado por el tiempo ni el deseo.

''Muchas veces mi mamá, mi hermano mayor y yo dormíamos en un catre en el patio. Nuestras sábanas eran todas las estrellas y sentíamos la respiración del cielo. Y yo sentía que las estrellas dormían sobre mis párpados."

Juchitán, entonces, se aparece como la constante. ''Casi siempre me ha interesado hablar de Juchitán. Será porque no soy otra cosa más que eso, aunque también miles de cosas participan en mi vida: libros, música, viajes, y me encanta aprender y escuchar otros idiomas. Pero realmente, donde me siento feliz, aunque sea a través de los recuerdos, es Juchitán.

La poeta ha aprendido a vivir con lo que le ha dado la vida, que es mucho. ''No se puede vivir en permanente nostalgia porque entonces te consumirías". Y aprendió que todo eso tiene que ver con la memoria y el pasado. Por eso en sus tornaviajes al origen se abandona al disfrute.

''Me siento feliz, me acuesto en una hamaca y lo único que hago es comer riquísimo, hablar sólo en zapoteco y olvidarme de la lengua castellana. Apenas llego, dejo de ser todo lo que soy en español y nada más me dedico a ser cuerpo, ojos, a recibir, a descansar, a dejar de pensar todo el tiempo."

Cocina y erotismo

En la geografía del alma de Olivo negro(Guie' yaase') pueden hallarse otras regiones poéticas, como las que están iluminadas por la cocina y el erotismo.

''Son dos cosas que siempre he sentido, que siempre vi en Juchitán, donde el calor nos arroja a todos a quitarnos la ropa, a descalzarnos, a sudar, a estar hacia afuera de las casas, no hacia adentro. Entonces, uno acaba mostrándose y escuchándose."

Y la cocina, aparte de haber sido su modus vivendi por mucho tiempo, cuando daba comidas ''clandestinas" en su departamento de la Condesa, ha sido sobre todo una fuente para jugar con olores y sabores, y para compartir.

Otra región está dedicada a las tejedoras y bordadoras, sobre todo mujeres, como su madre, porque "casi no había hombres en mi casa".

No obstante, evoca: "Me acuerdo mucho de los hombres en el corredor de la casa de mi abuela, lleno de bastidores. Mi mamá tenía una cooperativa y ellos tejían hamacas con el torso descubierto, con la camisa anudada a la cintura debido al calor".

Desde entonces la niña Natalia siempre habría de estar rodeada de hilos, como ahora en su departamento citadino, donde dedica un tiempo al diseño de ropa y trajes de tehuana.

Pero ese patio juchiteco siempre dio para más. "Había un árbol de flamboyán y a su alrededor mi mamá ponía una tina y leña para teñir los hilos de algodón de las hamacas.

''Los hilos se secaban colgados de los brazos del árbol. Era un árbol como un arcoiris. Mi mamá se encargó de teñir ese árbol durante años, porque ese fue su primer trabajo.''

Una región poética más del libro bilingüe Olivo negro (Guie' yaase') aborda los complejos dilemas del idioma zapoteco.

"Me preocupa qué va a pasar con él, porque incluso en mi barrio de Juchitán, el más tradicional y en donde todo mundo es bilingüe y hasta monolingüe, la lengua zapoteca y muchos juegos que jugué también se están perdiendo en los niños y jóvenes, atrapados por la televisión. Hay niños que entienden el zapoteco pero ya no lo hablan."

Y la poeta advierte: "Cuando mueren las lenguas se muere todo lo que uno es. En la lengua está todo: los mitos, las leyendas, la cocina, las recetas, todo, porque somos sonidos, somos orales".

Por eso, aunque le gusta haber recibido el premio literario Nezahualcóyotl, el mayor reconocimiento para la poeta Natalia Toledo Paz sería ser leída en zapoteco, aunque sabe bien que los políticos y administradores hacen nada al respecto.
 
 

Origen

Natalia Toledo

Fuimos escama de Dios,

flor, venado y mono.

Fuimos la tea que partió el rayo

y el sueño que contaron nuestros abuelos.

Caímos en el monte

y el sol nos atravesó con su flecha,

fuimos cántaro ¡au!,

fuimos agua ¡au!

Ahora somos ceniza

bajo la olla del mundo.


 
 
Guidxilayú

Natalia Toledo

Gucanu jlaza diuxi,

guie', bidxiña ne migu

gucanu yaga gucheza bele,

bacaanda' ne libana guní' bixhoze bidanu.

Biabanu ndaani' gui'xi'

gubidxa bitiidi' baxa sti' ladxido'no,

gucanu pumpu ¡au!,

gucanu nisa ¡au!

Yanna nacanu dé biaana

xa'na' guisu guidxilayú.

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