Caracol IV

Morelia

Una vereda de ocotales conduce al cuarto caracol zapatista, ubicado en el ejido Morelia, en Altamirano. Es la región tzotz choj (tigre valiente, en tzeltal), zona de ganaderos y paramilitares, lugar en el que el Ejército federal violó a una mujer indígena y donde en 1994 fueron torturados y masacrados tres milicianos del EZLN.

El caracol se ubica en un extremo del pueblo, en un paraje rodeado de pinos en el que en 1996 se construyó lo que entonces se conoció como el Aguascalientes IV, un espacio de encuentro político y cultural. Hoy, el lugar nada tiene que ver con el de hace años: en la entrada aparece un taller de tecnología apropiada, en el centro un taller de zapatería y los dormitorios, en un extremo el auditorio y a un lado la oficina de la junta de buen gobierno con su conexión satelital de Internet.

Como en cada caracol zapatista, las construcciones de madera y de cemento están tapizadas de murales con imágenes revolucionarias. En las paredes de uno de los dormitorios destaca una pintura dedicada a "los mártires de Morelia, asesinados el 7 de enero de 1994" cuando, en plena guerra, el Ejército tomó el poblado, sacó de sus casas a los hombres que encontró, los reunió en el centro de la comunidad, los torturó y luego les dio el tiro de gracia. La historia, aunque vieja, viene a la memoria de los pobladores a cada momento.

Hoy, el ambiente es otro. Ha llegado un grupo de catalanes del Colectivo de Solidaridad con la Rebelión Zapatista y, aprovechando que los promotores de educación se encuentran en el caracol tomando un curso de capacitación de matemáticas, preparan con ellos un espectáculo de títeres con canciones revolucionarias y cuentos infantiles.

La construcción más reciente es la cafetería "El paliacate", ubicada al fondo del caracol, donde, además de saciar el hambre, se pueden encontrar las ediciones locales de la autonomía. Esta región fue la primera en organizar sus propias publicaciones con la palabra de los pueblos. Hace unos años contaba con un periodiquito que enviaba a sus reporteros indígenas a cubrir las marchas y movilizaciones zapatistas. Ahora distribuyen, bajo el sello de Ediciones Autónomas en Rebeldía, un folleto con la historia del Centro de Comercio Nuevo Amanecer del Arco Iris y otro que narra la lucha de las mujeres zapatistas, las de los pueblos y las insurgentas.

Y es precisamente el Centro de Comercio Nuevo Amanecer del Arco Iris uno de los orgullos de esta zona. Está ubicado en el crucero Cuxuljá, en la comunidad Moisés Gandhi, justo en el predio ocupado anteriormente por una de las siete posiciones militares cuyo retiro fue demandado por el EZLN. Actualmente, "en el mismo lugar en el que luchamos con valor en contra de la presencia militar", se levanta este esfuerzo colectivo que ha sobrevivido a las amenazas de desalojo de Seguridad Pública y al hostigamiento de priístas y perredistas. Es un espacio que representa los primeros trabajos que organizaron en conjunto los siete municipios autónomos de la zona, inclusive antes de la existencia de la junta de buen gobierno. Los siete municipios son: Primero de enero, Olga Isabel, 17 de noviembre, Ernesto Che Guevara, Vicente Guerrero, Miguel Hidalgo y Lucio Cabañas.

Otro rubro que distingue a las comunidades de la región es el trabajo de las mujeres. La ahora famosa comandanta Esther es producto de más de 10 años de trabajo político en estos pueblos en los que, aunque la desigualdad de género persiste, los pequeños avances son innegables. Esta junta de buen gobierno, por ejemplo, es la única en la que en cada uno de los siete concejos autónomos hay una mujer. La junta tiene un total 28 integrantes, 21 hombres y siete mujeres, de tal manera que en cada turno siempre hay una mujer trabajando, misma que representa la cuarta parte del gobierno autónomo. Es poco, pero, en comparación con otras juntas, tiene la mayor presencia de mujeres en el gobierno.

Las mujeres tzeltales, tzotziles y tojolabales de los siete municipios son también pioneras del trabajo colectivo. En los pueblos se multiplican los colectivos de siembra de verduras y hortalizas, costura y bordado, fabricación de velas y panadería. El beneficio de este trabajo, explica María, "se reparte muy poco en individual, pues la mayor parte se usa para beneficio comunitarios."

La participación de las mujeres en la economía familiar las coloca en nuevos espacios dentro de la comunidad y, de esta manera, ganan también el respeto de los padres, esposos, hermanos e hijos.

Sentada en medio de seis varones dentro de la oficina de la junta de buen gobierno, la única mujer en el turno afirma: "todavía falta más participación. Algunos hombres que entienden la lucha ya están aprendiendo que las mujeres son igual de capaces que los hombres para cualquier trabajo, pero no todos entienden... hay muchos hombres que no dejan a sus esposas o hijas participar en cursos o trabajos fuera de sus pueblos. En los pueblos donde los hombres tienen bueno su pensamiento las mujeres hacen bien su trabajo".

La influencia de las indígenas zapatistas que se involucran en el trabajo permea actualmente a otras organizaciones. Cuenta María: "en mi pueblo los hombres priístas empezaron a dejar salir a sus mujeres, porque ellas les reclamaron que sólo las zapatistas salimos. Ellas, las priístas, les dijeron a sus maridos que también pueden ganar dinero honradamente y así se pusieron a trabajar".

Educación por la paz y la humanidad

Mientras se realiza la entrevista en las oficinas de la junta, en la cancha de basquetbol se disputan el balón un equipo de promotores de educación contra otro de promotoras. La desigualdad de género en el ámbito educativo también es palpable, pero sólo en el nivel de promotores, educadores o delegados de educación (aquí los nombran de las tres formas), pues en las escuelas comunitarias hay casi el mismo número de niños y niñas. Esto quiere decir que la mayor parte de los maestros son hombres, pero el alumnado está equilibrado. Las niñas ya van a la escuela y se quedan cada vez menos cuidando a los hermanitos o echando las tortillas.

La educación autónoma funciona aquí desde 1995, y actualmente un total de 280 delegados de educación imparten clases a 2 mil 500 alumnos de los siete municipios. También es la única zona que posee un centro de capacitación de promotores en cada municipio autónomo, y no uno que atienda a toda la zona.

Aquí, como en el resto del territorio zapatista, los niños no sólo aprenden a leer y escribir, sino, lo más importante, "aprenden a luchar, a defender su entorno, a cuidar la naturaleza y a estar orgullosos de su cultura". Las materias con las que se forman son: producción, educación política, educación artística, cultura, lecto-escritura, salud, deportes, matemáticas, historia y lenguas (español y materna), mismas que fueron elaboradas en decenas de reuniones de trabajo por 200 educadores indígenas de los siete municipios.

Un dato curioso, que habla de la autogestión educativa, es que para inscribirse a la educación básica cada niño lleva una gallina como cuota, por lo que ahora los promotores ya cuentan con una granja con pollos y huevos para la alimentación de los propios alumnos. Asimismo, cada una de las primarias fue construida con los propios recursos de la comunidad, sin apoyos externos, de tal manera que hay escuelas primarias de block, de tablas o de cemento. Los promotores ejercen también en casas prestadas o a la intemperie, con un techo de plástico como protección. La escuela, dicen, "no es la construcción".

El programa educativo de la zona, como todos los nombres zapatistas, ostenta uno lo suficientemente rebuscado: Organización para la nueva educación autónoma indígena por la paz y la humanidad. Nada más y nada menos.

El logro más reciente en materia educativa es que este año inauguraron los cursos de nivel secundaria. Es también la única de las cinco zonas zapatistas que cuenta con una secundaria en cada municipio autónomo, siete en total. Ha salido ya la primera generación de niños y niñas de primaria, mismos que recibieron cursos de nivelación para ingresar al siguiente nivel. "Antes, ni siquiera soñábamos con una escuela, y ahora ya tenemos más de cien primarias y siete secundarias", señalan las autoridades autónomas.

Muchas carencias y la consulta gratuita

Los pueblos zapatistas en esta región utilizan cada vez menos las medicinas químicas y promueven mediante campañas el uso de infusiones y pomadas elaboradas con hierbas y plantas medicinales. La herbolaria cobra cada vez más importancia y se preparan remedios a base de romero, tomillo, manzanilla, albahaca y un sinfín de remedios naturales.

Un total de 150 promotores de salud atienden a los zapatistas y no zapatistas en las más de cien casas de salud comunitarias que cuentan con dos botiquines básicos cada una,uno de medicinas de farmacia y otro de herbolaria. "La medicina de herbolaria de por sí no se cobra, y en la de farmacia pues sólo se recupera el costo", explican los integrantes de la junta.

Operan también siete clínicas municipales, en las que se ofrece, como en todo el territorio en resistencia, consulta gratuita a todas las bases de apoyo. Asimismo, ha empezado a funcionar un laboratorio de análisis clínicos atendido por promotores especializados.

Las carencias son muchas. En esta zona, por ejemplo, no cuentan con consultorios dentales, ni clínicas con quirófano, ni servicio de hospitalización y mucho menos ambulancia. Cuando alguien se enferma de gravedad tiene que ser trasladado al hospital de San Carlos, ubicado en la cabecera municipal de Altamirano y atendido por las monjas amenazadas de muerte en 1994 por los caciques y ganaderos locales, acusadas del terrible delito de abrir las puertas del hospital a cualquiera que las toque.

Aún con las grandes insuficiencias, las bases de apoyo zapatistas valoran los logros alcanzados, pues recuerdan cuando "en las clínicas del gobierno nos daban medicinas caducadas, no nos atendían con respeto y además nos cobraban la consulta y la medicina, como las particulares".

El fenómeno de los indígenas del PRI que se atienden en las clínicas y en las casas de salud autónomas, se multiplica en esta zona pues, reconoce Hilario, priísta del municipio Miguel Hidalgo, "hay veces que con ellos ni la consulta pagamos, pero es que tampoco tenemos dinero. A veces nos dan pomadas y tampoco las cobran, de por sí creo que está bien para las urgencias".

Por su parte, la junta señala: "ni modo de negarles el servicio. La salud es para todos. Sus dineros que les da el gobierno a los priístas se lo gastan en trago y luego no tienen para curarse ni para comer. Para nosotros la salud es muy importante y ellos como indígenas también necesitan el servicio".

Cada municipio autónomo tiene una comisión de salud que se encarga de investigar la situación en todas sus comunidades. Antes de la existencia de las juntas de buen gobierno, reconocen las autoridades, "muchas comunidades no tenían casa de salud, pero ahora ya todas tienen. Nosotros tenemos un plan general de trabajo de salud y cada tres meses se reúnen las comisiones para ver cómo va el trabajo, para ver dónde falta botiquín, para estudiar qué enfermedades se están dando y echarle ganas donde no hay trabajo".

En un recorrido por los poblados cercanos, se observa a los promotores difundiendo tres campañas de salud: una de desparasitación general, otra de vacunación y una más de higiene para prevención de enfermedades. "Es importante educar a todo el pueblo del porqué viene la enfermedad, si no, pues no paramos de curar", advierte Daniel, de la junta de buen gobierno.

Fin del uso de insecticidas y abonos químicos

sup-f19La tierra es uno de los temas que más preocupa a los pueblos, por lo que, no sin problemas, se ha empezando a organizar la producción. En estos momentos opera una comisión de producción en cada municipio, con el propósito de organizar proyectos de ganadería y de agricultura. También se capacitan promotores para aprender técnicas de agroecología y de veterinaria.

Ejemplo de lo anterior es que algunos campesinos ya limpian las plagas "con puro machete", sin insecticidas ni fraticidas, además de utilizar abonos orgánicos y no químicos.

Ha pasado ya un año de trabajo de la junta de buen gobierno, pero muchos más de trabajo colectivo. Los zapatistas siguen aprendiendo, sobre todo, "a gobernarnos nosotros mismos y a resolver nuestros problemas. Los pueblos aprenden a mandar y a vigilar nuestro trabajo y nosotros aprendemos a obedecer. El pueblo es sabio y sabe cuando uno se equivoca o se desvía en el trabajo. Así trabajamos nosotros", finalizan las autoridades autónomas.