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México D.F. Sábado 18 de septiembre de 2004

Desbarra en su posicionamiento la diputada Gutiérrez, lideresa de pepenadores

López Obrador bateó de todas, todas

JAIME AVILES

Como si fueran galletitas untadas con paté, Andrés Manuel López Obrador se comió, con retorcido colmillo político, a los cuatro diputados capitalinos que trataron de ponerlo en dificultades tras la lectura de su cuarto Informe anual de labores al frente del Gobierno del Distrito Federal.

Interrumpido en numerosas ocasiones, pero sólo por los cerrados aplausos de la bancada perredista y de los invitados que abarrotaban las galerías de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), el tabasqueño no sufrió una sola interpelación a lo largo de los 128 minutos que duró su comparecencia.

A diferencia del cuarto Informe de Vicente Fox, que se caracterizó por el desorden y los constantes abucheos de las fuerzas opositoras, a las que el Presidente de la República se negó a escuchar antes de entrar en el recinto, López Obrador oyó atentamente a sus adversarios, tomó nota de todo lo que le decían y, después de leer una síntesis de su reporte de actividades, atendió y rebatió, una por una, las críticas de una diputada independiente y de los representantes de los partidos Verde Ecologista de México (PVEM), Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) sin dejar ninguna zona oscura en sus respuestas y, por lo contrario, cosechando nuevos y más cálidos aplausos.

En la parte final del "mensaje político" de su informe, abordó el tema de su inminente desafuero y lo remató con una muy sensata advertencia: "Por el bien de todos, que nuestras diferencias se resuelvan en las urnas". Y agregó, con una demostración de confianza en su incierto futuro:

"A quienes suponen que me tienen en sus manos les recuerdo que, en la democracia, el pueblo es el que manda y decide. Estoy en manos del pueblo y voy a ejercer, con responsabilidad, mi legítima defensa".

Antes había dicho: "Reitero, no cometí ningún delito. Todo se ha maquinado para atajarnos con miras a las elecciones presidencuales de 2006. No es un asunto jurídico, sino político. No es ético que nos quieran descalificar a la mala, torciendo la ley -y fue aquí cuando expresó-, es mejor, por el bien de todos, que nuestras diferencia se resuelvan en las urnas".

El jefe de Gobierno retomaría esta idea al comentar las airadas recriminaciones que, hablando a una velocidad proporcional a su palpable enojo, le endilgó la joven diputada panista Gabriela Cuevas, a quien le reviró así: "Por el bien de todos, lo mejor es volver al estado de derecho y dejar a un lado el estado de chueco", frase que provocó risas y más aplausos en la galería.

Pasarela de mentadas

Antes de las 11 de la mañana, políticos de todo signo llegan a la esquina de Allende y Donceles para introducirse en el bellísimo edificio que, en el siglo XIX, fue, primero, Teatro de la Ciudad, más tarde, en el XX, Cámara de Diputados del Poder Legislativo federal, y que ahora alberga a la Asamblea Legislativa capitalina.

Contenidos por discretas vallas en torno de la escalinata principal, pequeños grupos de perredistas, uniformados con camiseta amarilla, esperan al jefe de Gobierno para aplaudirlo. Y cuando lo vean bajarse del famoso Tsuru blanco, manejado por el no menos famoso Nico, no se cansarán de gritarle: "¡No estás solo, no estás solo!"

Pero los visibles acarreados, a los que habrán de sumarse muchos apoyadores espontáneos más, se divierten con el desfile de las figuras más conocidas y, no por ello, más populares. Al diputado panista Federico Döring, quien fungió como mandadero de Carlos Ahumada en el asunto de los videoescándalos, le gritan de todo, lo rechiflan a morir y lo describen como "hijo de Diego Fernández de Cevallos".

Al gobernador de Tlaxcala, Alfonso Sánchez Anaya, quien sigue obstinado en que lo suceda en el cargo su esposa, María del Carmen Ramírez, no le va mejor. El epíteto que más le llueve es el de "mandilón".

-¡Qué bueno que te dejaron venir, mandilón! -dice alguien; otro le pregunta: ¿qué vas a hacer de comer, mandilón?

-Y con gran elegancia, Sánchez Anaya sonríe, forma un caracolito con la mano derecha, que muestra al público, y dice:

-¡Huevos!

Pasan Porfirio Muñoz Ledo, Felipe Calderón, Rosario Ibarra de Piedra, los empresarios del negocio del periodismo Joaquín Vargas y Javier Moreno Valle; algunos constructores de rostro desconocido, la escritora Guadalupe Loaeza, la comediante y comediógrafa Jesusa Rodríguez, acompañada del "orgullo de su nepotismo", doña Jesusa Ramírez Gama, así como el artista plástico Rafael Barajas y muchas, muchas personas más, entre éstas el gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, y el ex de Zacatecas, Ricardo Monreal.

No llegarán, en cambio, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ni Carlos Slim, ni Amalia García, ni el cardenal Norberto Rivera Carrera.

Discípula de Weber

Poco después de las 11 de la mañana, la voluminosa diputada priísta Norma Gutiérrez sube a la tribuna -ya se ha sentado en el presídium López Obrador- y lee un discurso de 15 minutos en el que habla de los intereses de sus representados, los pepenadores y los vendedores ambulantes, que es todo lo que, por concepto de bases populares, le queda al PRI en el Distrito Federal.

Utilizando la insignia de todos los políticos y periodistas de derecha que apoyan el golpe de Estado contra López Obrador, se refiere a éste como a "López", pero en cierto momento trata de lucirse citando, según ella, a "Güegüer", que no es otro que el sociólogo alemán Max Weber. Cuando se retira a su curul alguien le susurra:

-Se dice Güeber.

Y ella contesta:

-Pos yo no hablo inglés.

Después que los opositores fijan su posición -compendio de las opiniones más frívolas de la prensa de derecha-, López Obrador hace el recuento de los logros materiales de su gobierno, que en cuatro años ha construido una universidad pública, un hospital de especialidades y dos reclusorios, observando que desde 1974 en el Distrito Federal no se abría una universidad, desde 1986 no se edificaba un nuevo hospital y desde hace 25 años no se ampliaba la planta de recintos carcelarios.

Habla, asimismo, del endeudamiento de su gobierno. "Al final de la administración de Oscar Espinosa Villarreal la deuda era de 11 mil millones de pesos. En la administración siguiente pasó a 28 mil millones y en la actualidad es de 40 mil millones. Esto significa que la tasa de crecimiento de la deuda fue, en el periodo 1995-1997, de 52.7 por ciento en términos reales; de 1998 a 2000 de 18 por ciento y durante nuestro gobierno ha sido de 5.1 por ciento", dijo.

Al referirse al costo del servicio de la deuda, afirmó que éste se redujo de 5.3 por ciento en 2000 a 3.4 por ciento en 2003, y que la deuda neta, como porcentaje del gasto, bajó de 15.7 por ciento en 1996 a 2.8 por ciento en 2003 y vaticinó que para este año será de sólo 0.64 por ciento.

Cuando a este respecto, el diputado priísta Mauricio López -quien se permitirá citar a Voltaire y lo pronunciará bien en francés- le diga que de los 11 mil millones de pesos de Espinosa Villarreal a los 40 mil millones de hoy hay una diferencia "de 28" mil millones, López Obrador le responderá que "a precios de hoy, los 11 mmil millones de Espinosa Villarreal equivaldrían a 20 mil millones", y cuando la panista Gabriela Cuevas lo acuse de "usar el desafuero para promover su candidatura", el mandaario le hará esta sugerencia:

-Haga labor de convencimiento entre los diputados federales de su partido y se acabará ese problema -salida que de nuevo conviritió al edificio en una caja de estruendosos aplausos.

Con tirios y troyanos en la bolsa, ovacionado a rabiar, López Obrador se alejará del recinto, a bordo del Tsuru, entre gritos de "¡no estás solo, no estás solo!" Y al llegar a la esquina, colgado de un puesto de periódicos, verá la portada de un diario que intentó engañar a sus lectores con este titular: "Rinde AMLO informe ante su peor crisis...".

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