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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Viernes 20 de agosto de 2004

Leonardo García Tsao

Vuelo cancelado

El caso de Steven Spielberg es irremediable. ƑQué tan desconectado de la realidad estará el cineasta, que ahora propone la sala internacional de un aeropuerto como el lugar propicio para un moderno cuento de hadas?

Después del mentado 11 de septiembre, los aeropuertos -en especial, los estadunidenses- se han vuelto un ambiente en especial intimidante. No sólo el trámite de tomar un vuelo se ha complicado, sino que cada viajero es sujeto de las peores sospechas. Como si nada de eso sucediera, Spielberg sitúa toda la acción de su más reciente película, La terminal, en el aeropuerto neoyorquino JFK. A él llega procedente del país ficticio de Krakozhia, un hombre llamado Víktor Navorski (Tom Hanks, con variable acento eslavo), que no habla nada de inglés. Un golpe de estado en su país lo ha dejado sin ciudadanía, por lo cual no puede ingresar a los Estados Unidos, ni ser deportado a Krakozhia. El burocrático supervisor Dixon (Stanley Tucci) decide dejarlo encerrado en el área internacional de esa terminal, donde Navorski deberá valerse de su ingenio para sobrevivir.

Aunque basada en un hecho real -un ciudadano iraní vive actualmente en el aeropuerto Charles de Gaulle desde que perdió sus papeles- La terminal se somete al tratamiento superficial y sensiblero tan característico de Spielberg. En otras manos, la anécdota hubiera servido para una pertinente alegoría sobre la paranoia xenofóbica que ha asaltado la conciencia del gringo promedio. La idea de un extranjero atrapado en un aeropuerto por imposibles razones legales, daría pie a una urgente pesadilla de resonancias kafkianas. (La cosa ganaría puntos en dramatismo si, encima, el extranjero fuera de origen musulmán).

Sin embargo, Spielberg se va al registro contrario. La terminal aspira a ser una fábula populista al estilo de Capra, sobre el triunfo del hombre común, aderezada con detalles de Moscú en Nueva York (Paul Mazursky, 1984)) y Náufrago (Robert Zemeckis, 2000), donde el propio Hanks interpretaba a un superviviente nato. Navorksi resulta ser un individuo ejemplar: honesto, trabajador, empeñado en cumplir su palabra (la motivación detrás del cursi McGuffin que justifica su viaje). En lugar de ser agredido por ese hábitat susceptible de agobiar a cualquier viajero frecuente, el krakozhiano pasa a ser un héroe legendario, admirado por los empleados multiétnicos del lugar, incluidos el mexicano Enrique (Diego Luna), quien lo usa como Cyrano a cambio de comida, y la bella sobrecargo Amelia (Catherine Zeta-Jones), quien se enamora de él. Hasta el villano Dixon acaba siendo amable y compasivo, en comparación con el actual modelo de política migratoria en ese país.

El problema es que la fábula nunca despega. El cineasta no logra hacer creíble ninguna de las situaciones, en su afán de convertir La terminal en un lugar de ensueño, una metáfora de los Estados Unidos como dorada tierra de oportunidades donde uno puede encontrar chamba, amistad y amor, sabiéndose aplicar. Navorski es uno de esos tontos mágicos que aparecen de vez en cuando en el cine hollywoodense. Su presencia, se supone, detona lo mejor de cada individuo. Sin embargo, al carecer de conflicto la película se desarrolla como una serie de sketches, en los cuales Hanks aspira nuevamente a proyectarse como el nuevo Gary Cooper, con penosos toques chaplinescos.

En su adolescencia perenne, Spielberg ha sido incapaz de describir una relación apasionada -ya no digamos erótica- de una manera convincente en toda su obra. La terminal no es la excepción. La fantasía de una sobrecargo hermosa, desafortunada en amores, que se siente atraída por un cincuentón mofletudo que no se ha bañado ni cambiado de ropa en meses, es propia de alguien que no ha tratado a una mujer verdadera en su vida.

Para colmo, La terminal debe ser la primera película de Spielberg sin una sola instancia en que sobresalga su habilidad narrativa, su ingenio visual, su innegable virtuosismo para hacer hablar las imágenes. La experiencia de verla es comparable a la de estar varado en una terminal aérea, precisamente: dos horas de tedio e impaciencia esperando a que algo suceda.

 

LA TERMINAL

(The Terminal)

D: Steven Spielberg/ G: Sacha Gervasi, Jeff Nathanson/ F. en C: Janusz Kaminski/ M: John Williams/ Ed: Michael Kahn/ I: Tom Hanks, Catherine Zeta-Jones, Stanley Tucci, Chi McBride, Diego Luna/ P: Parkes-McDonald Productions, Amblin Entertainment, para Dreamworks. EU, 2004

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