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México D.F. Viernes 20 de agosto de 2004

Adolfo Gilly

Irak y Venezuela: dos pueblos, dos naciones

Ante el Congreso de Estados Unidos, el inspector de armamento David Kay, que formaba parte del equipo de Bush y dirigió en 2003 el vano intento por encontrar en Irak las inexistentes armas de destrucción masiva, declaró el 18 de agosto que el Consejo Nacional de Seguridad (es decir, Condoleeza Rice) fracasó en su misión de "proteger al presidente Bush de la defectuosa información de inteligencia" previa al lanzamiento de la guerra y dejó a Colin Powell "colgado de la brocha" ("hanging out in the wind") cuando trató de reunir información seria (intelligence, le llaman) sobre los programas de armamento iraquíes. Esta es la noticia que ayer publicó el New York Times.

Ahora bien, los hechos parecen indicar que, tanto en Irak como en Venezuela, lo que le falla al gobierno del presidente Bush no es tanto la "inteligencia" en el sentido de información sobre los hechos, sino la inteligencia en el sentido de capacidad de comprensión sobre la realidad del mundo dentro de la cual esos hechos cobran sentido.

Para muchos era evidente, en los días mismos en que Bush declaraba la victoria en la guerra de Irak, que esa guerra sólo estaba cambiando de forma y sería interminable mientras el ejército invasor no abandonara el territorio ocupado. No sólo en los gobiernos y los expertos militares europeos, sino incluso entre veteranos estadunidenses de otras guerras, provocó sonrisas escépticas y comentarios amargos la desdichada declaración del vicepresidente Cheney en abril de 2003: "Esta es la más extraordinaria campaña militar que el mundo haya conocido". Esta mezcla descomunal de soberbia e ignorancia de la historia y del mundo sigue presidiendo las decisiones políticas del grupo gobernante de Washington.

En una carta al subcomandante Marcos publicada en La Jornada el 10 de abril de 2003, le escribía estas líneas sobre la ineptitud de quienes cantaban victoria ante la caída de Bagdad:

"Se les aparecerá a su tiempo a los invasores un nuevo 'ejército de las sombras', como se les apareció a los alemanes en Francia, en Yugoslavia, en Italia o en Grecia en la Segunda Guerra Mundial, a los franceses en Argelia, a los británicos en Medio Oriente. Ese ejército de las sombras recibirá ayuda del exterior, sin la menor duda, desde los pueblos árabes vecinos y lejanos: ni siquiera el Dios personal del presidente Bush podrá evitarlo. Los llamarán 'terroristas'. Serán simplemente combatientes que defienden el territorio de su patria. Quienes los encabezarán es una incógnita del porvenir, aunque no serán ciertamente Sadam Hussein y sus hijos."

No era difícil preverlo y muchos lo hicieron, incluso en Estados Unidos, salvo los equipos de "inteligencia" militar y política del Pentágono, la Casa Blanca y el Departamento de Estado, junto con sus apéndices informativos: la televisión y la gran prensa. Ahora, en medio de la prolongada crisis desatada en las esferas gobernantes estadunidenses por su entrampamiento sin salida visible en Irak, están buscando quién tuvo la culpa y dónde quedó la inteligencia, en los dos sentidos de la palabra.

Mientras resuelven este enigma, es posible que tengan que empezar a preparar un nuevo ejercicio de "inteligencia" para explicarse qué les pasó en Venezuela donde, con medios muy diferentes de los que tiene que usar la resistencia iraquí, el pueblo acaba de obtener en las urnas una nueva y aplastante victoria sobre quienes, con el apoyo explícito del grupo gobernante de Estados Unidos, pretendían derrocar al presidente Hugo Chávez.

Tanto en la resistencia armada de Irak como en la resistencia democrática de Venezuela contra la prepotencia y la arrogancia político-militar de quienes dirigen la política de Estados Unidos desde la Casa Blanca y el Pentágono, se están develando desplazamientos sucesivos en las relaciones de fuerzas entre las políticas imperiales del capital y los modos de resistencia de los pobres, los excluídos y los subalternos de este mundo.

Esos desplazamientos, que nuevos hechos tendrán que confirmar, no tienen lugar en los espacios institucionales y partidarios establecidos. Estos dan la impresión de estar encerrados en una gran burbuja en la que se desgarran entre ellos fuera de nuestra realidad cotidiana, una especie de Big Brother o reality show, en el que quién sabe qué cosa se disputan mientras la vida trascurre en otra parte. Entretanto, fuera de la burbuja cosas suceden, cosas están sucediendo...

En Venezuela y en Irak, por ejemplo, dos pueblos están conformando una vez más, cada uno, su propia nación, en la única forma en que las naciones se hacen a sí mismas, como lo hizo México en los tiempos de Juárez en el siglo XIX y en los de Cárdenas en el siglo XX: la nación iraquí en la guerra contra el invasor, la nación venezolana en la movilización democrática e igualitaria de masas contra la imposición política oligárquica.

Desde el Estado-nación militarmente más poderoso del mundo nos dicen que las naciones son cosa del pasado, que otros espacios y otras formas de organización del poder y del consenso las remplazan. Hay quienes lo creen y lo repiten por incautos, hay quienes lo hacen por convenencieros. Desde América Latina, mientras el ALCA se empantana, las diversas realidades parecen desplazarse hacia el lenguaje venezolano: en Bolivia, en Argentina, en Uruguay, en Brasil, en Perú y en la terquedad de Cuba. Pero estas son otras historias.

No es el terreno de la política institucional y partidaria el que hoy expresa o refleja estos desplazamientos. Ocurren por debajo, no se les ubica fácilmente, hacen aparecer objetos políticos todavía no identificados que la inquietud del Pentágono y de sus políticos denomina por ahora "populismo radical".

Lo que está sucediendo no es una reducción, sino una expansión del campo de la política. Esta nueva expansión no pasa por los partidos institucionalizados o en vías de serlo. Usando una palabra antigua para designar un hecho nuevo en ciernes, podríamos decir que pasa por las causas: la causa de Venezuela, la causa de Irak, las causas indígenas, las causas de los pobres, los trabajadores, los excluídos, los siempre subalternos de las multiformes opresiones coloniales, raciales, sexuales y salariales. Irak y Venezuela, tan lejos y tan cerca, tan distantes y tan diferentes en sus causas. Y sin embargo...

Quiero cerrar estas anotaciones retomando otra vez una cita de Charles Tilly: "Hemos de saber que una nueva era ha comenzado no cuando una nueva elite toma el poder o cuando aparece una nueva constitución, sino cuando la gente común comienza a utilizar nuevas formas para reclamar por sus intereses".

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