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México D.F. Domingo 8 de agosto de 2004

MAR DE HISTORIAS

El Avispero

Cristina Pacheco

Las campanas de Santa Brígida tañen cascadas. En la azotea del edificio que llaman El Avispero, Rambo y Killer ladran con furia. Una luz se filtra por la ventana de la vivienda 202. En la 608 se escucha el llanto de un niño. El motor de una lavadora desborda las paredes de la 404. En la 301 suena el radio: "Las vialidades en la zona oriente se están desplazando a buena velocidad". Por la ventana de la 900 una mujer suplica: "Dejen dormir". En la 505 estalla un grito masculino: "šApague su lavadora porque me está quitando toda el agua!" La puerta de la 101 se cierra de golpe. En el pasillo un hombre en camiseta exclama: "ƑDónde me pusiste el dinero de la renta?" En la 709 se escucha la tos desgarrada de una anciana. En la 808 resuena un programa de concursos de televisión. En la 703 cae una silla que desata un espinoso concierto de gatos. En la 608 una niña informa que su hermanito se vomitó.

Los ladridos de Rambo y Killer sofocan nuevos gritos: "šDejen dormir!" "šMe está quitando el agua!" El llanto del niño se escucha con más fuerza que la voz de su hermana: "Sigue vomitando".

Ha comenzado el día en El Avispero.

II

El carillón de Santa Brígida vuelve a repicar. Su tañido asordina la campanilla que el barrendero agita mientras empuja su carrito desvencijado. El motor de un microbús rasga la calle. Al instalar sus puestos, los comerciantes entonan su concierto de percusiones.

La sirena de una patrulla tritura el chirrido de una cortina metálica. De la fonda Beba's escapa un poderoso olor a cebolla frita y chile quemado. Frente a la miscelánea Four Seasons estalla una cubetada de agua. Bajo los cartones que le sirven de abrigo un indigente repite su cantinela incomprensible. A las puertas del hotel Cairo se despereza un hombre atlético. Una pareja de canarios avisa que abre sus puertas la joyería Cleopatra. En el atrio de Santa Brígida un trompetista mixe y un niño violinista entonan Dios nunca muere. Un camión de redilas se estaciona a la altura de Beba's y de inmediato se oye la voz potente del repartidor: "šEl gaaas!"

El día ha comenzado en la calle de Todosantos.

III

En el campanario de Santa Brígida las palomas dormitan. Rambo y Killer, libres de sus cadenas, exhiben su ferocidad desde el pretil de la azotea: "Esos animales cualquier día matan a un cristiano". De la vivienda 202 sale una mujer con un canasto lleno de ropa sucia: "Aprovecho que no llueve". En el quicio de la 608 una niña mece al hermanito que gime: "Ya cállate, porque si no mi papá se va a enojar". Asomada a la ventana de la 404, una mujer sacude una cobija: "Si no se orean se apestan". En el interior de la 301 suenan rítmicos pasos y el golpe de un bastón: "El doctor me dijo que procure caminar aunque sea en la casa". En la 900 estalla la protesta de una mujer: "Cuando ustedes quieren, bajo mi música; pero si les pido que me dejen dormir..." De la 505 sale el rumor de una máquina: "Pasé el taller a la casa, porque Ƒcon qué dinero alquilo una accesoria?"

En la 101 alterna ruido de cajones y puertas: "Esa puta: Ƒdónde me habrá dejado el dinero de la renta?" En la 709 la tos de la anciana se oye tan machacona como la fuga de agua: "Un asilo, es eso lo único que quiero". En la 808, del televisor encendido, sale una amenaza: "Te mataré como a un perro, Ƒentiendes? Pero antes tienes que decirme dónde está el botín. šRespóndeme!" En la ventana de la 703 los gatos ronronean bajo la tibieza del sol.

Hasta El Avispero llegan las campanadas de Santa Brígida para anunciar que ha comenzado el mediodía.

IV

A uno y otro lados de la calle, donde se mezclan todos los ritmos, se levantan los puestos desmontables. Sus armazones metálicas soportan ropa, juguetes, artículos de cocina, tenis, cremas reductoras, afrodisiacos, discos, videos, flores de plástico, cubiertos, cortinas de baño, sillas plegadizas, candiles, monederos y reproducciones de armas. Entre las mercancías surge el humor: "Para matar a su suegra šdel susto!" "Tangas Provida con vibrador integrado". "Para que no le falle el mañanero: Gold Cap primero".

Protegidos por toldos desiguales, algunos comerciantes ponderan ante sus clientes el precio y la calidad de sus mercancías; otros leen periódicos deportivos, ven la televisión, juegan damas en minitableros o saborean los cocteles de mariscos que El Jarocho transporta en un carrito de supermercado conocido en el rumbo como El Fusil.

Apoyado en el contenedor rebosante de cartones y plásticos, el barrendero come un taco de hongos con cilantro: "A estas horas ya pega el hambre". Bajo el microbús estacionado en batería, el conductor hace talacha: "El dueño no quiere gastar en refacciones y a la hora en que esta madre se descompone el que se chinga soy yo". La patrulla sigue, lenta, su rondín: "Sin radio, sin chalecos, sin buenas armas, Ƒcómo quieren que le hagamos?" Beba, la dueña de la fonda, levanta un plato de plástico amarillo: "ƑQuién pidió dos de moronga?" En su jaula, los canarios que adornan la joyería Cleopatra guardan silencio. "šCanten, chambones!" A las puertas del hotel Cairo un hombre ensombrerado acaricia el hombro de una muchacha. "Pero tienes que ser muy amable conmigo". En el atrio de Santa Brígida el trompetista mixe sigue tocando mientras su hijo, violín en brazos, duerme tirado en el suelo. "En vez de trabajar el campo, estos se vienen para acá a ver quién los mantiene". Las campanas de Santa Brígida resuenan otra vez. El niño músico se incorpora y con los ojos cerrados interpreta a destiempo Dios nunca muere.

En la calle de Todosantos pronto caerá la noche.

V

En la azotea de El Avispero se oyen ladridos y amenazas: "šQuietos, cabrones!, si no quieren que les parta la madre". Por la puerta entornada de la vivienda 202 se ve a una mujer doblando ropa blanca: "Voy a pedir cinco pesos más por docena, a ver si me los dan". En la 608 se escuchan los gritos de una niña: "ƑPor qué me pegas? Yo no tuve la culpa". Parada en la puerta de la vivienda 404, Lucha fuma un cigarro: "Si no les gusta que ponga mi lavadora temprano, šlárguense!" Por la ventana de la 301 se ve a un hombre dormitar junto a la radio encendida: "Para los jóvenes de corazón, la inolvidable Lupita Palomera interpreta Caminos de ayer". De la 900 sale un fuerte aroma a sándalo: "Santísima Muerte: cuídame y haz que vuelva a mi casa con bien". Sobre la duela de la 505 suenan martillazos: "No puedo pagarle a un carpintero. Mejor yo arreglo el piso". En la 709 se oye, entre estertores, la queja de la anciana: "Me ahogo, me muero, švengan!" En la 808 el televisor continúa encendido: "Primero me das la lana y después te entrego a La Güera. Lo que hagas con la vieja no es mi bisne". Desde la ventana del 703 los gatos huyen a la azotea. Rambo y Killer los espantan con sus ladridos.

La noche busca acomodo en El Avispero.

VI

A uno y otro lados de la calle se acumulan montones de basura dejados por los comerciantes. Tambaléandose, el barrendero se pierde en la oscuridad. Mientras oye la música de su radio portátil, el chofer del microbús sigue haciendo talacha. La torreta de la patrulla arroja sobre los muros de El Avispero reflejos bicolores. En la fonda Beba's una mujer frota las hornillas y entona una canción de moda.

Del Cairo sale llorando una muchacha, seguida por un hombre de aspecto amenazante. Junto a la puerta de la joyería Cleopatra dos clavos proyectan una sombra muy leve en la pared. Hundido entre los cartones de su lecho, el indigente mira al cielo, maldice y vuelve a dormir.

En la calle lóbrega y desierta se oyen los pasos de un trompetista mixe y de un niño violinista que vuelven a tocar Dios nunca muere. Desde la vivienda 202 alguien les arroja una moneda. El Avispero duerme.

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